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Voto de Natxo Borràs:
9
Thriller. Cine negro Texas. Una joven casada y muy seductora cae en brazos de Ray, uno de los empleados de su marido. Enterado por un detective privado de la infidelidad de su mujer y obsesionado por la traición, Julian se decide a preparar el asesinato de ambos. (FILMAFFINITY)
18 de febrero de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los directores de futuras películas como “Arizona Baby” (1984), o “Muerte entre las Flores” (1991) No podían empezar mejor con su ópera prima de título original “Blood Simple”, respetado en su traducción y demostrado en la fuerza de un guión en que impera el humor negro negrísimo destacado posteriormente en sus películas, especialmente si tenemos en cuenta que ésta “Sangre Fácil” puede considerarse el esbozo de una de sus más populares y conocidas obras maestras, “Fargo” (1997).

Como eje central podría considerarse el plan perfecto inacabado; un cadáver que deberían haberlo movido de dónde está y un dinero que no aparece, pero sobretodo un triángulo amoroso (Hedaya y Getz por la rubia McDormand) que un decadente detective (M. Emmet Walsh) en una tierra dónde nunca pasa nada y con ansias homicidas de sobresueldo decide quebrar cuando es contratado por primero: un marido celoso (Dan Hedaya), propietario de un local donde corre la cerveza y la música country, al enterarse de que su mujer (Frances McDormand) se ve con uno de sus empleados (John Getz). Y los Coen en esa tierra olvidada por el tiempo y por Dios como es Tejas (entre tanta sangría por aparecer se salva irónicamente del violento tornado un camarero negro interpretado por Samm-Art Williams) enredan el crimen perfecto para presentárnoslo como una tarea inacabada que tiene que resolverse en su desenlace. Como en el helado mundo de “Fargo”, aquí las tierras son también llanas (ideales para enterramientos imperturbables en quilómetros a la redonda) pero acaloradas por el Sol, la sequía y algún bar de poca monta dónde se planifica el asesinato con la caja fuerte recaudada bien cerrada.

Y la violencia, siempre irónica como absurda, que se produce en los momentos de más tensión, hacen que éste film no se considere una obra de principiantes, sino más bien una pequeña pieza a pulir y apreciar en ella todo su reluciente esplendor en un momento en que el género, ya no considerado en sí como “cine negro” (aludido en su mejor etapa en las décadas de los treinta, cuarenta y considerablemente en los cincuenta) pasaba por su momento más crítico.
Natxo Borràs
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