A finales de los años setenta, en pleno fervor de cine espacial, el escritor inglés Douglas Adams escribió un guión radiofónico que acabaría inspirando en cinco novelas que el propio autor escribiría y, al parecer, con una sexta entrega incompleta y que nunca llegó debido a su repentina muerte en 2001. Los volumenes eran conocidos absurdamente como la trilogía en cinco partes; "Guia del Autoestopista Galáctico";"El Restaurante del Fin del Mundo"; "La Vida, el Universo y todo lo demás"; "Hasta luego, y gracias por el pescado"; "Informe sobre la Tierra; fundamentalmente inofensiva". Pocos habrán oído hablar de ese fenómeno pero tiene sus incondicionales seguidores (especialmente en Reino Unido y EEUU). Luego se hizo una série de televisión y más tarde, la película...

Arthur Dent (Martin Freeman) es un típico ciudadano que paga sus impuestos y vive en una apacible casita en el campo hasta que recibe la amenaza por parte de unos constructores de que su casa va a ser demolida por la construcción de una carretera. Cuando pide auxilio a su amigo y vecino Ford Prefect (Mos Def) éste le confiesa de que no es terrícola y que le avisa que la Tierra será destruida en pocos minutos. Los dos se infiltran segundos antes en las destructoras naves alienígenas Vogon que planean construir una autopista intergaláctica. En sus aventuras conocerán a Zaphod Beeblebrox (Sam Rockwell), el Presidente de la Galaxia, su androide Marvin (Warwick Davis aunque la voz es de Alan Rickman en la versión original). Arthur se reencontrará con Trillian (Zooey Deschanel), una muchacha que conoció en la Tierra y que, por tanto, resulta ser otro superviviente. Entre el periplo de criaturas espaciales se encuentran el rival directo de Zaphod, Humma Kavula (John Malkovich) y el arquitecto constructor de réplicas de planetas, Slartibartfast (Bill Nighy). La pregunta sobre qué pregunta se debe formular ante la respuesta 42 es uno de los ejes principales de la trama.

Ya por el argumento y los nombres podéis sospechar que esta clase de cintas se han rodado a partir de una imaginería que ya viene de lejos. Esto solamente atrae a los incondicionales. He leído a Adams y uno sufre bastante con su paranoica lectura, lo que pasarlo al cine sería comprensiiblemente absurdo. Pero es que la fiebre no solamente afectó al celuloide; se llegaron a fabricar toallas con logo incluido para emular el personaje de Dent y la frase "que no cunda el pánico" se convirtió prácticamente en una oración entre sus devotos.