Berlín años 30. No debería ser la época idónea para divertirse pero aunque la situación política sea muy tensa y con los nazis a un paso del poder. En ese marco se cruzan las vidas de Bryan (Michael York), un profesor inglés recién llegado a Alemania y Sally Bowles (Liza Minnelli), una cantante americana que actúa en el cabaret Kit-Kat Club y que le alquila una habitación. Entre ellos nacerá una relación algo convulsa que solo se verá recompensada en las actuaciones en el concurrido local donde trabaja Sally lejos de las tensiones que van creciendo. Su amistad con un buscador de ricas herederas (Fritz Wepper) que acaba enamorándose de una joven judía (Marisa Berenson) y la intromisión de un noble bisexual (Helmut Griem) les mantendrá al margen de los acontecimientos.

Con el musical americano de capa caída en el panorama cinematográfico pero no en Broadway, donde “Cabaret” se representaba desde mediados de los años sesenta, Bob Fosse supo compensar los números musicales como intermedio del día a día que viven sus protagonistas. De hecho no se puede considerar su película como una obra estrictamente musical ya que los números (a excepción de la secuencia en el merendero del campo en que un miembro de las juventudes hitlerianas entona un himno pseudopatriótico) se producen en el Kit kat Club. De allí también que su principal aliciente sea el maestro de ceremonias que interpreta Joel Grey en sus mensajes premonitorios a una época oscura que distará bastante de la diversión que comparten la pareja formada por Sally y Bryan así como los de su entorno.

Una gran película de visionado irrepetible y que demuestra el talento de Fosse de reorientar un género que navegaba a la deriva.