Otra explotación del subgénero caníbal que tan bien vendieron los italianos en Estados Unidos y que aquí nos zampamos a regañadientes porque no ponían nada mejor.

Con un argumento próximo al género de aventuras nos adentramos de nuevo en una selva casi inexplorada a ojos del hombre civilizado y con centenares de caníbales acosando entre matojos, barro, monos, serpientes y cocodrilos hambrientos. Todos jugando a la Ley del más Fuerte en la época que la American Human Association eran cuatro aficionados de instituto que corrían llorando a sus casas después de haber ido a ver "Bambi".

No hace falta decir que las chicas no rozan la treintena y que son de buen ver. Más bien estan para comérselas. Sobretodo la protagonista, Janet Agren. Pero ni el héroe de turno que la acompaña en la expedición de búsqueda se digna a hacerlo. Simplemente la cuece de hostias para salvarla de tan peligrosas situaciones que depara la jungla. Quién lo diría de Robert Kerman, tan apuesto galán que interpretó al apacible y pacífico profesor que investigaba la desaparición de unos periodistas en "Holocausto Caníbal".

Para darle caña al morbo van los guionistas de poco seso y sensibilidad e inventan una Secta, llamada la Purificación y liderada por un tal Jonás, que rige la selva e impone sus dogmas con tal bestialidad que para acabar con el luto de una viuda indígena, no hay nada mejor que un "gang bang" con los parientes cercanos del muerto. Digo guionistas de poco seso y sensibilidad porque de pocos recortes de prensa se sirvieron para apresurarse y tomar como molde la Secta del Templo del Pueblo, que por allá 1978 se fueron a Jonestown (Guyana) para celebrar una macabra comunión que se saldó con más de 900 muertos incluyendo un congresista.

En fin, carnaza para el picadero.