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España España · Madrid
Voto de keizz:
6
Comedia. Drama Leba es un profesor de música que vive en un pequeño barrio de una ciudad costera del Líbano. Trabaja como profesor de música y se casa con su novia de la infancia, Lara. Para sorpresa de sus familiares, vecinos y amigos, tras tener a dos niños en muy poco tiempo, Lara vuelve a estar embarazada de un tercero, al que llaman Ghadi, sin embargo, los médicos le advierten que el niño va a tener necesidades especiales. ¿Podrán Leba y Lara ... [+]
8 de octubre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película libanesa que supone el debur cinematográfico del director Amin Dora. Este novel cineasta utiliza la voz en off para introducirnos en los rincones de la ciudad libanesa de Matroun y nos presenta uno a uno a los protagonistas de la historia, los vecinos de Leba, todos ellos con peculiares imperfecciones pero a los que Dora trata con una ternura que llega al espectador.

Está la puta del barrio, una solterona que hace conservas cuyo hermano la prohibió casarse con su novio y luego su fue a Brasil, el tonto del pueblo, el policía que siempre está investigando a quien roba el dinero del cepillo del santo, el peluquero con pluma, el carnicero que estafa al pesar la carne, el barbero que siempre cobra de más, los hermanos que echan la partida de cartas cada día bajo la ventana de Leba… en fin, un montón de variopintos personajes que parecen salidos de una película de Berlanga a la libanesa.

La película profundiza en nuestras imperfecciones y en el modo en que éstas nos afectan a nosotros y a los que nos rodean. También en la irracionalidad de la masa y el peligro que esto tiene. Una irracionalidad que a su vez aprovecha Leba para, convirtiendo la necesidad en virtud, manipular a su vez a esa masa que quería sacar a su hijo del pueblo. Y, por supuesto, la película es un canto al amor incondicional. El inmenso amor que siente Leba por su hijo Ghadi. Un hijo discapacitado, vulnerable, despreciado por los demás, cosas que solo hacen que acrecentar aún más el amor de su padre por él.

Esta fábula que Dora nos presenta en el pequeño marco de este pueblo libanés es extrapolable a un ámbito mayor, el de la sociedad en general, con su hipocresía, su egoísmo, y las dificultades que tenemos para aceptar a aquellos que son diferentes o que no entendemos.

El principal problema de la película es la falta de credibilidad. La pantomima es demasiado evidente como para tener engañado a todo un pueblo. Por eso, hay que plantearse que uno está ante un cuento, una fábula, y no tomarse las cosas al pie de la letra. Me gusta mucho la idea y las intenciones del director, pero el resultado quizá no es tan brillante. Me gustó la película, pero es evidente que no estamos ante un peliculón.

Lo mejor son sus personajes y las interpretaciones. Georges Khabbaz, un cruce entre Jordi Évole y Robbin Williams, está magnífico tanto en su faceta de persona alegre e ilusionada como en la más dramática. El resto también rayan a gran altura, especialmente los secundarios, los vecinos de este curioso pueblo que terminan metiéndose en el corazón del espectador por su candidez.

La música es otro punto a favor, tanto los fragmentos de música clásica que suenan (no olvidemos que el protagonista es profesor de música) como los de la música tradicional de esa región de Oriente Medio. No es que sea gran protagonista de la historia, pero tiene importancia. También me gustaron los escenarios naturales donde está rodada, especialmente ese pueblo tan peculiar.

“Ghadi” desprende humanidad por los cuatro costados. Pero eso, que debería ser su gran virtud, se termina convirtiendo en casi defecto, por su exceso de “buenismo”. El exceso de almíbar y la falta de verosimilitud lastran el resultado de la película que, de un posible notable alto, se termina quedando en un simple bien. Eso sí, la película es simpática y se disfruta, por eso sabe mal que no llegue más alto.

En definitiva, un cuento cinematográfico, costumbrista y surrealista, que nos retrotrae inevitablemente a Berlanga y al cine italiano de los 50, que no gustará al consumidor de comedias tradicionales, algo previsible en su trama, pero que rezuma cariño por los cuatro costados. Y eso no puede ser malo. Si hay que pecar, que sea por exceso de cariño.

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keizz
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