Película expresamente diseñada para los fans de la trilogía original en la que JJ Abrams más que tomar prestado el imaginario setentero de Lucas, lo reutiliza hasta el último instante. No hay riesgo, ninguno, pero sí se percibe desde el primer momento esa misma sensación de euforia que te entra cada vez que te subes a tu X-wing. Porque, no nos engañemos, tod@s l@s fans hemos soñado con pilotar una de esas hermosas naves.

Abrams acierta en el tono, descaradamente aventurero, signo de una montaña rusa situada en el corazón de la Galaxia. También en un sentido del humor que funciona y hace que pronto adoptemos a los nuevos personajes en nuestra querida familia. El reparto se sostiene en un equilibrio más que digno entre las viejas glorias (sin comillas) y una nueva generación de actores con escaso bagaje previo, como sucedía en 1977, salvo con el anciano Ben Kenobi, por supuesto. Ray es una heroína en condiciones, de la que sabemos poco, que admira la leyenda de la Rebelión pero sufre vértigo cuando el mito cobra vida ante sus ojos. Finn, con sus problemas de asma durante casi toda la película, rebosa la ingenuidad y nobleza del que aparece en el lugar de los hechos por accidente pero que en el fondo sabe que ha nacido para eso. Entre los malos, el único que destaca es Kylo Ren, más semejante al primer Darth Vader que al que llevaba la máscara tras asarse a la parrilla. Buen trabajo tanto de Abrams al usar referencias a nuestro Sith preferido, como de Adam Driver al interpretar a un villano que puede dar mucho de sí. Por su parte, los veteranos se perciben cansados, más con la resignación de sufrir la misma condena de Sísifo que con la ilusión y esperanza de antaño.

Y no es para menos, porque en la Galaxia estos más de 30 años transcurridos desde la caída del Imperio parecen haber tenido un efecto criogenizador. Y ese es un punto negativo a favor de Lucas y contra Abrams: la imaginería sigue ahí, respetada con suma fidelidad y cariño, pero para nada evolucionada. Todo está como lo dejamos en 1983. Y eso resulta cuando menos extraño si bajamos del X-wing y, por un momento, nos paramos a reflexionar. Volvemos a tener escenarios ya vistos, bien aprovechados, dicho sea de paso, pero reciclados en exceso. No se tiene la suerte de viajar a los confines de tan distante Galaxia todos los días y cuando lo hacemos esperamos ver cosas que realmente nos dejen sin respiración, como a Finn. Y eso no sucede nunca, el efecto "dejà vú" es constante. Eso se deja ver en naves, localizaciones, filosofía del lado oscuro y el lado luminoso, estructura de la Primera Orden, arma destructiva de los malos... Un homenaje constante que brilla como tal, pero no suma.

En fin, da gusto regresar a ese recóndito lugar del Universo que tanto nos ha hecho soñar y no encontrarse a Jar Jar Binks. Ahora hace falta que el nuevo dinosaurio de Disney se abra paso entre la selva donde reinaron sus ancestros y aprenda a rugir con toda la fuerza que debe distinguirle como el indiscutible soberano del cine de ciencia ficción y aventuras.