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Voto de Pepe Alfaro:
5
Fantástico. Aventuras. Drama En un mundo asolado por los pecados humanos, Noé, un hombre pacífico que sólo desea vivir tranquilo con su familia, recibe una misión divina: construir un Arca para salvar al mundo del inminente diluvio. Todas las noches tiene una pesadilla recurrente en la que puede ver la catástrofe provocada por ese diluvio, pero después el sueño termina con la reaparición de la vida en la Tierra. (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2017
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Dentro del género de cine épico, una parte significada estaba habitada por películas que bebían en las inacabables referencias de las Sagradas Escrituras, unos textos destinados a ilustrar una visión del mundo antiguo anclado a la cultura popular como consecuencia del fuerte arraigo de las religiones cristianas en los cimientos del mundo occidental. Si obviamos la fracasada versión del Rey David de Richard Gere hace tres décadas, el cine de base bíblica parecía haber pasado las últimas páginas de su historia en los tiempos gloriosos de Cecil B. DeMille y sus inmarchitables Diez Mandamientos, cuando Hollywood cerró la Biblia de un golpe, y así permaneció hasta la fecha de hoy.
Sea porque a los jerifaltes de Hollywood se les ha agotado la inspiración, por las tan necesarias como inevitables revisiones cíclicas, o bien por efecto de una medida y calculada estrategia comercial para rentabilizar los fundamentos de la religiosidad humana, lo cierto es que la gran industria del cine vuelve a leer el libro sagrado con su particular sentido del espectáculo. Ridley Scott, el director más comercialmente reconocido de las últimas décadas, prepara su particular versión del segundo libro de la Biblia en Exodus, donde se cuenta la diáspora del pueblo judío encabezado por el jerarca Moisés. Veremos si es solo el principio de la revisión completa del Antiguo Testamento o supone la consumación definitiva para un subgénero que unas décadas atrás gozó los favores del gran público.
Hace tres años el director neoyorquino Darren Aranosfky nos sorprendió con una historia de tintes enfermizos titulada Cisne negro; utilizando versátiles recursos descriptivos, la cámara introducía al espectador en las emociones esquizofrénicas de su frágil protagonista, una atormentada Natalie Portman. Su versión de un personaje como Noé, que personifica el antepasado común de la raza humana en la mayoría de las referencias religiosas, resulta más discutible. Por su deriva hacia el cine fantástico de inspiración en la Tierra Media, especialmente marcada en la iconografía y en el predominio de los efectos especiales, aunque en claro retroceso, pues los ángeles guardianes de piedra que los guionistas se han sacado de la manga para justificar la imposible hazaña culminada por un hombre solo, adolecen de imaginación icónica y de la necesaria credibilidad, deudora de la propia naturaleza del relato, al que se ha añadido una partitura musical, a ratos estridente, de cuestionable funcionalidad. Los dos principales lastres de este Noé que, por otra parte, consigue el logro notable de no resultar pesado en sus dos horas y veinte minutos de metraje.
Lo mejor de la película, que por otra parte entronca con la corriente posapocalíptica tan presente en el cine actual, se sustenta fundamentalmente en la poderosa presencia de Russell Crowe. El actor de origen neozelandés es capaz de sostener la cámara en primerísimos planos para expresar en la fuerza de la mirada las contradicciones por las tribulaciones con el mandamiento del Creador. Sin duda, en ese drama personal y familiar reside la gran baza de Noé, y en el ingenioso giro argumental para dar cumplimiento al designio divino que aparece recogido en el Libro del Génesis desde hace varios siglos, y que constituye uno de los escasos puntos de encuentro con la referencia literaria, según la cual el Arca de Noé permitió a ocho personas sobrevivir al Diluvio Universal. Ni una más ni una menos.
En cualquier caso, la última imagen del film, con el arca de Noé fragmentada sobre el Monte Ararat, donde se había posado el decimoséptimo día del séptimo mes (Génesis 8:4), es la parábola perfecta (por emplear un término muy adecuado al caso) para representar el propio naufragio de la película de Darren Aranosfky.
Terminamos con una buena noticia: la promoción “Miércoles de Cine”, que permite acceder a las salas por un módico precio inferior a los cuatro euros, ha sido prorrogada hasta el mes de julio. Además, los cines Ábaco suman numerosas promociones, que permiten comprar una entrada, si regresas en dos semanas, por cinco euros cualquier día de la semana, sábados y domingos incluidos. Definitivamente, hay que acabar con la desconsideración de que el cine es caro.
Pepe Alfaro
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