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Críticas de Pepe Alfaro
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
6
14 de marzo de 2018
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) es un guionista y director que ha sabido radiografiar como pocos la realidad social española durante las dos últimas décadas, gracias sobre todo a su capacidad de introspección en los personajes a través de unos diálogos cargados de veracidad y sentido. Sin salir de nuestro país, su cámara ha retratado las emociones tóxicas que produce la soledad ("Familia"), la pérdida de identidad de una juventud suburbial sin futuro ("Barrio") o los zombis obreros creados por la reconversión industrial ("Los lunes al sol"), por citar sus mejores trabajos. Cuando se ha embarcado en proyectos más ambiciosos, como ese acercamiento a la guerra de los Balcanes en "Un día perfecto" (con una escena filmada cerca de Alarcón, en un hotel abandonado en la antigua N-III) el mensaje se difumina en la propia historia.
"Loving Pablo" nos acerca a la figura del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, personaje que desde su desaparición hace un cuarto de siglo se ha convertido, gracias al cine y la televisión, en un foco equidistante entre la fascinación del poder y la repugnancia del criminal monstruoso, como intenta transmitir el título del libro que ha inspirado el guion firmado por el propio director, “Amando a Pablo, odiando a Escobar”, escrito por Virginia Vallejo, famosa presentadora de televisión procedente de la alta sociedad colombiana que fue su amante durante casi un lustro, configurando la verdadera dimensión del mito de la Bella y la Bestia alejado de los cuentos infantiles.
La película de León de Aranoa se sirve de los aspectos más conocidos de la biografía del líder del cártel de Medellín para ilustrar de manera realista los perfiles del monstruo, sirviéndose de la capacidad de otro monstruo (de la interpretación en este caso) llamado Javier Bardem, el principal soporte de la historia, intentando alejar al personaje de cualquier tufillo de glamur, lo que deriva en que la composición que hace Penélope Cruz de la amante resulta un poco más impostada, quizás también en parte debido al doblaje.
Lo mejor de "Loving Pablo" es la capacidad para recrear, ambientar e ilustrar los momentos claves en la vida del “Rey del Narcotráfico”, su breve carrera política, el inmenso poder de su fortuna, sus lujos frente al estercolero, la maldad ilimitada ejercida desde el despacho de sus negocios desde una cárcel exclusiva y segura, capítulos que se siguen con interés pero sin pálpitos. Pinceladas que nos aproximan al rostro de aquel perverso asesino, completados con otros pequeños detalles de su biografía, como el que le tocó vivir a José Luis Perales de gira por Sudamérica: cuando en una de las fiestas para las que había sido contratado, el cantautor conquense se vio obligado a interpretar quince veces “¿Y cómo es el?”, cuando tras una decena de bises se negó a repetir de nuevo aquella balada, Escobar se limitó a sacar una pistola y colocarla sobre la mesa, a Perales no le quedó otra que seguir con la misma canción. La anécdota aparece recogida en el libro de memorias de Pablo Carbonell “El mundo de la tarántula”.
Pepe Alfaro
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6
21 de febrero de 2019
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La rivalidad entre dos reinas de fuerte carácter, gobernando un mundo de hombres, rivalizando tanto por su adscripción religiosa como por sus derechos reales sobre la corona de Inglaterra, lo que llevará a una de ellas a condenar a la otra al patíbulo, conforma un argumento histórico de ilimitadas posibilidades cinematográficas. De hecho son varios los títulos que han intentado recrear determinados aspectos biográficos tanto de Elizabeth I, reina de Inglaterra e Irlanda, que ha pasado a la Historia con el apelativo de Reina Virgen, como a su prima María Tudor, reina de Escocia. Es preciso recordar una película coincidente en el título, dirigida en 1971 por Charles Jarrott, con un duelo interpretativo entre las grandes damas de la escena y el cine británicos Vanessa Redgrave y Glenda Jackson, que refleja la pugna real femenina desde una perspectiva y planteamiento diferentes, por lo que en realidad no se puede considerar en puridad un remake; solo los personajes y el desenlace coinciden.
En esta ocasión es la prestigiosa directora teatral Josie Rourke quien, partiendo de la biografía publicada por John Guy, aborda un nuevo acercamiento a la figura de María, centrándose en la breve etapa que ejerció efectivamente el reinado, entre 1561 y 1567, momentos intensos marcados por las tensiones políticas y religiosas, con los embajadores de la corte ejerciendo de auténticos espías. Lo mejor que se puede decir del film es que presenta una impecable factura en la recreación de ambientes, escenarios y personajes, algo que es casi una seña de identidad consustancial al cine histórico británico. Otra cosa es engranar los elementos del relato hasta articular la historia a la gramática cinematográfica. En este sentido es significativo que los reconocimientos, materializados en nominaciones y premios diversos, le han llegado en los apartados de vestuario, maquillaje y peluquería, a los que cabría quizás añadir la mención a la actriz de origen australiano Margot Robbie, que en el papel de Elizabeth le gana doblemente la partida a la protagonista Saoirse Ronan.
"María, Reina de Escocia" congrega suficientes atributos para trascender, en general, una obra interesante, aunque su mejor baza deriva del retrato de unos personajes de carácter histórico, con un resultado algo lastrado en la traslación del relato a la pantalla, probablemente por el bagaje teatral de su autora, que por otra parte acierta tanto en la puesta en escena como en la excelente dramaturgia, mediante la buena caracterización física y psicológica de los personajes. Sin embargo, algunos pasajes relacionados con temas como el tratamiento estético y moral de la homosexualidad o la diversidad étnica en una corte europea del siglo XVI resultan poco convincentes, cuando no directamente inverosímiles, y parecen un peaje hacia los condicionamientos de una producción al componer el casting y los elementos de ficción de una película que pretende convertirse en una manufactura de perspectiva global. Al menos la magnífica partitura compuesta por Max Richter sirve para articular el relato, sobrepasando las simples acotaciones a los retratos personales.
Pepe Alfaro
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5
31 de octubre de 2017
23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine comercial actual, tanto procedente de la gran industria norteamericana o de la mucho más modesta producción española, es consciente del género predilecto por los espectadores, consistente en una mezcolanza de terror psicológico, drama y romance, todo ello aderezado con ciertas dosis de lirismo y envuelto en una melodía que se empeña en amplificar los puntos de emoción narrativa de forma un tanto artificiosa, pero que funciona como un diapasón bien sincronizado.
Este es el contexto elegido por Sergio G. Sánchez, guionista de "El orfanato" y "Lo imposible", dos de los mayores éxitos del cine español, para debutar detrás de la cámara. De alguna manera, Juan Antonio Bayona le devuelve el favor produciendo "El secreto de Marrowbone", una historia ambientada en una solitaria casona en medio de la América rural y profunda hace casi cincuenta años. Hasta ese ignoto lugar llegan una madre y sus cuatro hijos huyendo de un pasado familiar que se intuye especialmente desventurado y trágico. Desde los primeros compases la acción se gangrena y apenas desarrolla poco más de una notas superfluas desprovistas de emoción, de lirismo o de simple efectividad narrativa. Además le falta atmósfera, un aura especial y característico para disfrazar y definir el tono y el ambiente. El film carece de alma, se torna puro artificio y los personajes se transforman en sombras sin vida, nunca mejor dicho. Lo que podría haber sido una morbosa historia sobre los lazos familiares y la imposibilidad de romper las raíces con el pasado y el legado de nuestros ancestros, se convierte en una secuencia de escenas que se suceden con desigual interés. Si uno no se cuestiona mínimamente la coherencia del relato, al menos puede llegar a la pólvora final de la última parte con revividos ánimos para descubrir los giros de un guion falto de credibilidad, y desentrañar "El secreto de Marrobowne", a cuyos efectos se supedita todo el soporte argumental de la película, que por cierto guarda más de un paralelismo con el film de Amenábar "Los otros". Aunque el desenlace resulte más o menos previsible, al menos son los momentos más entretenidos y consigue recuperar la atención de los espectadores desde el limbo de la sala, aunque el epílogo añadido para aclarar, y sobre todo dulcificar, el final nos retrotraiga de nuevo hacia el encefalograma grama plano. Una pena, porque, en general, la propuesta reúne no pocos focos de interés.
La película se ha filmado en inglés en localizaciones asturianas, con la clara intencionalidad de no limitar sus posibilidades comerciales en el mercado angloparlante, especialmente Estados Unidos. Circunstancia que impide identificar a ningún intérprete nacional, pues todos los personajes son interpretados por actores británicos mayoritariamente, que cumplen su cometido con eficacia en unos casos y toscamente en otros, aunque en este caso probablemente se deba más a efectos secundarios causados por el doblaje. En el aspecto técnico, la dirección artística al menos resulta bastante funcional, aun sin contar con la gran parafernalia propia de las producciones americanas en la recreación de ambientes del pasado, que les permite presumir de planos generales de poblaciones enteras para situar al público.
Pepe Alfaro
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6
9 de octubre de 2017
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine dentro del cine, es decir, aquellas películas que desde las perspectivas más dispares han retratado el mundillo que se mueve entre las bambalinas y los despachos alrededor de las cámaras, constituye un subgénero en sí mismo, aunque el cine español prácticamente ha tratado el tema de forma accidental, y solo Fernando Trueba ha explorado el negocio, con desigual fortuna, a través del díptico formado por La niña de tus ojos (1998) y La reina de España (2016).
El acierto de Operación Concha es combinar en tono de comedia el mundo del cine “made in Spain” con la idiosincrasia picaresca hispana. Un grupo de cineastas fracasados, capitaneados por un productor arruinado, personifican la cara más patética de la industria cinematográfica patria, y al mismo tiempo modernizan Los tramposos retratados por Pedro Lazaga hace casi seis décadas. La acción se localiza en San Sebastián, convertida en un personaje más de la película, para un engranaje que centra su foco en el Festival de Cine más importante de nuestra geografía. Con una realización funcional, Antonio Cuadri consigue mantener la atención en las peripecias del equipo protagonista gracias, fundamentalmente, a las magníficas creaciones de los actores, que saben dotar a sus personajes de la dosis de humanidad (también de cinismo) necesaria, y tanto Karra Elejalde como Jordi Mollá sobresalen entre un casting que consigue hacer funcionar la historia; al menos que resulte graciosa y entretenida, sin mayores pretensiones.
Desde su mismo título, la película coquetea con muchos de los iconos que se esconden tras las estrellas de cine, las imágenes mediáticas que ofrecen los medios de comunicación a unos espectadores ávidos por compartir las aventuras de sus ídolos dentro y fuera de la pantalla, en este caso a través de un gran Festival como el de San Sebastián, donde se premia la trayectoria de un imaginario actor de origen cubano llamado Ray Silvela (Mollá), que ha conseguido triunfar en la gran industria americana. Al recoger el premio, en un Kursaal a rebosar, se ofrece un compendio de su filmografía a través de las imágenes más emblemáticas de su exitosa filmografía, conformando un divertido ejercicio de sátira meta-cinematográfica. Pero hay más, vidas rotas por el cine que solo pueden suturar con más películas, y películas que solo se pueden hacer con más dinero; ahí está la clave.
En resumen, una comedia que no supondrá una contribución especialmente significativa al cine, pero que, con sus altibajos (la descripción y ambientación de los personajes mafiosos peca de simplista) y todo resulta agradable y amena. No nos descubrirá las miserias reales de la industria del cine ni las servidumbres de la gente que la sustenta, pero al menos estaremos pendientes para ver cómo se resuelve el timo articulado por el guionista Patxo Tellería, con alguna sorpresa y algún imaginativo giro incluidos, y que como resulta evidente aquí no podemos desvelar.
Pepe Alfaro
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7
29 de enero de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de la reputación alcanzada por el británico Martin McDonagh como dramaturgo y director, su tercera película supone la tarjeta de presentación para el público conquense, ya que sus anteriores trabajos, "Escondidos en Brujas" (2008) y "Siete psicópatas" (2012), no llegaron a nuestras pantallas y tampoco las adaptaciones de sus obras de teatro estrenadas en España se han visto por aquí.
"Tres anuncios en las afueras" llegaba precedida por un aura de prestigio respaldada en una importante campaña publicitaria, con un efecto amplificador sobre las expectativas de los espectadores. En cualquier caso se trata de una propuesta original no exenta de riesgo, que se ha visto respaldada con un reconocimiento a todos los niveles, coronado con la guinda de siete nominaciones a los premios óscar, probablemente uno de ellos con el nombre de Frances McDormand rotulado ya en la peana. Como intencionadamente refleja el título original, el realizador sitúa la historia en Ebbing, un pueblo probablemente imaginario del estado de Missouri, que de alguna forma representa una especie de prontuario de la sociedad actual norteamericana, y por ende mundial, aunque en menor medida.
La película se sustenta sobre el personaje de Mildred, inconmensurable McDormand, que ante la pasividad de la policía decide tomar la iniciativa para que se investigue la violación y el asesinato de su hija adolescente, contratando tres desvencijadas vallas publicitarias junto a una carretera prácticamente abandonada cerca del pueblo, provocando la irritación de la comunidad, lo que no arredra a esta madre-coraje en su lucha personal para desenmascarar al asesino.
Se trata más bien de una disculpa argumental que McDonagh utiliza para radiografiar la sociedad actual desde un punto de vista que combina los toques de comedia negra con el relato policiaco y el drama social, un panorama nada halagüeño por el que desfilan una serie de personajes perfectamente integrados en la estructura social, al contrario de lo que sucede con la figura del inadaptado, que no tiene cabida y es apartado por el resto de miembros de la comunidad, estos policías racistas, enanos seductores, exmaridos pederastas y violadores presumidos representan los valores de una sociedad tarada y enfermiza que ha naturalizado la violencia como una parte consustancial de los habitantes de Estados Unidos.
El gran acierto de "Tres anuncios en las afueras" reside en un nivel de lectura escondido tras páginas de esta crónica de un pueblo norteamericano habitado por personajes todos irredimibles; si el espectador accede a esa línea de lectura cinematográfica le espera una experiencia complaciente, si no, sólo podrá advertir una trama interesante, pero con menos sustancia.
Pepe Alfaro
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