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Voto de Pepe Alfaro:
8
Drama. Thriller La vida de Ted Kennedy y su carrera política se descarrilaron después de un fatal accidente automovilístico en 1969, en el que el coche que él conducía se precipitó desde un puente a un lago y en el que perdió la vida su joven secretaria de campaña, Mary Jo Kopechne. (FILMAFFINITY)
2 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la primera imagen del film, presentando una fotografía real de la numerosa prole del clan Kennedy, capitaneado por la influyente y artera figura del patriarca, y que en un imperceptible acercamiento termina centrando la cámara sobre el rostro del hermano pequeño, diferentes cortes de noticiarios van desgranando el trágico destino de los tres hijos mayores: el primogénito muere en acción durante la II GM, Jack es asesinado en 1963 durante su mandato presidencial, la misma suerte que correría Bobby un lustro después en su carrera por heredar el despacho de su hermano en la Casa Blanca. Desaparecidos “el favorito, el encantador y el brillante” (según le recrimina el hijo menor a su padre) las esperanzas de la poderosa familia se concentran en Edward, el menos carismático de los hermanos. Hasta que un accidente en la isla de Chappaquiddick (título original de la película) remachó la “maldición” del apellido Kennedy.
Si "13 días" (dirigida en 2000 por Roger Donaldson) bastaron para agigantar las figuras políticas de sus hermanos mayores en el momento más tenso y crucial dela Guerra Fría, una semana (espacio temporal que abarca "El escándalo Ted Kennedy") es suficiente para mostrar la cara ominosa de la política. El acierto de la película, tras recrear las circunstancias del accidente sin concesiones a la supuesta crónica rosa aireada por la prensa sensacionalista, es mostrar el proceso para “limpiar un marrón”, casi lo mismo que hacía el Sr. Lobo en la mítica "Pulp Fiction", pero en este caso a cargo de un grupo de eminencias de la nación capaces de controlar y manejar todos los resortes del poder según sus intereses, desde la policía a la judicatura, pasando por los medios de comunicación, sin el menor remordimiento ni consideración legal o moral. Las lecturas actuales aplicadas a nuestra clase dirigente son más que evidentes. Y todo contado al ritmo de un thriller político que avanza hasta culminar en ese final demoledor, frente a las cámaras de las tres cadenas de televisión que entonces residían en los hogares norteamericanos; el único personaje con cierta altura ética acaba sosteniendo el mensaje de un mentiroso, convirtiendo la imagen en la metáfora perfecta de una ciudadanía cómplice que se deja engañar por una sonrisa y un apellido.
Es necesario reseñar la labor de un actor que fue elegido por compartir algunas líneas en el perfil aguileño. No es que Jason Clark se parezca mucho a Edward Kennedy, pero la nariz y una pequeña prótesis de maquillaje en la barbilla para subrayar el incipiente prognatismo del personaje le han ayudado a meterse en el papel de manera harto creíble. Sobrecogedora la interpretación del veterano Bruce Dern en el rol de Joseph Kennedy, viendo desvanecerse la última posibilidad en los postreros momentos de su vida.
Pepe Alfaro
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