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España España · Asturias - Madrid
Voto de david:
6
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
23 de septiembre de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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Fue con Under de Skin, cuando comentamos el asunto de las influencias en el cine. Cuando estas son demasiado evidentes, la película no suele funcionar. En Ida pasa algo parecido. No quiero otro Bresson, otro Bergman ni otro Dreyer. Ya existen, no necesitamos más. Lo que necesita el cine son nuevas ideas, nuevas propuestas estéticas, asumir riesgos formales y narrativos. Eso es lo que yo busco en el cine. Y creo que es lo que una disciplina artística reclama constantemente: renovación, búsqueda, desafío.

Ida es atractiva desde el punto de vista formal, pero no impacta, no emociona. Veo Los comulgantes, La pasión de Juana de Arco, Dies Irae, etc. Y ya las he visto.

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Lo mejor de la cinta de Pawel Pawlikowski es su reflexión histórica. La búsqueda de los restos mortales de una familia de judíos asesinados en los albores de la II Guerra Mundial, sirve a Pawlikowski para investigar sobre la barbarie desde un punto de vista original. Los nazis no fueron los únicos culpables de aquella matanza. Tendemos a ver, de forma muy pueril y autoindulgente, que el Holocausto fue solo cosa de una decena de locos comandados por Hitler. Es lo más cómodo. Ellos eran la encarnación del diablo, y todos los demás solo fueron víctimas. Los que miraron para otro lado, los que se aprovecharon de la situación… Todos ellos fueron arrastrados por la barbarie. Nadie tuvo culpa de nada. ¿O no?

Situaciones críticas como las que se dieron durante la II Guerra Mundial saca lo peor de la naturaleza humana. Para sobrevivir el ser humano es capaz de muchas cosas. ¿Se puede justificar cualquier acción con tal de sobrevivir? No, no se puede.

Es con lo que nos quedamos de esta pequeña película llamada Ida, triunfadora el año pasado en diversos festivales europeos, incluyendo el galardón de mejor película en Gijón. Pero además de las influencias expuestas sin pudor, cuyo objetivo es, precisamente, contentar al espectador menos exigente y nostálgico (en este caso nostálgico de cine europeo clásico), la película no convence en la construcción de sus dos personajes principales. La monja y la fiscal. Las miro y no veo personas, sino personajes. Personajes creados para seducir al espectador. Cuando el truco es demasiado visible, la cosa no funciona.

Especialmente cansina resulta la fiscal bebedora, acumulación de tópicos un tanto aburridos. Tampoco la monja despierta mucho interés. Como decimos, es la infectada herida histórica, mostrada desde un prisma original, lo que eleva un poco la categoría de esta película. El desenlace, no obstante, es notable. Los dos personajes, se convierten en personas. Una se da por vencida (al estilo de uno de los personajes de La mejor juventud, aquella maravilla italiana de hace unos años) y la otra toma una decisión. “¿Y después?”, pregunta al saxofonista… No le convencen las respuestas. Prefiere buscarlas en otra parte…

Lo Mejor: la reflexión histórica. El final.

Lo Peor: las referencias formales y la construcción de los personajes principales.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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