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España España · Asturias - Madrid
Críticas de david
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de diciembre de 2015
358 de 450 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Langosta es la mejor película de Lanthimos. O es la primera película “buena” de Lanthimos. Ha conseguido depurar y afianzar su estilo. Su mensaje es más diáfano, sin esconderse en la espesura de un guión cifrado, como tal vez hizo en sus anteriores aportaciones. En Alps y Canino la anécdota parecía tener más peso que el fondo. El espectador solía quedar impactado por el contexto y los planteamientos de sus historias, pero al final no conseguía sacar muchas conclusiones. “Lanthimos es un tipo raro, y poco más”, podían pensar muchos espectadores.

Pero en esta depuración de su estilo se encuentra también el final de una etapa. Considero que Lanthimos ha tocado techo con su propuesta. Por eso no me gustaría estar en su pellejo a la hora de preparar su siguiente película. Parece un tipo inteligente y a buen seguro que se habrá dado cuenta de que hay un cruce de caminos tras salir de Langosta: o repetir el patrón y caer en le reiteración o tomar la esencia de su cine para explorar otras posibilidades. Esperemos que tome el segundo camino.

Y digo todo esto, porque la crítica de pedigrí española ha valorado negativamente a Langosta. Y entiendo algunas de las puyitas que le meten al griego. Pero no las comparto. Y diría más: si los críticos pro dan la espalda a Lanthimos es buena señal. Es que ha dejado de “molar”, y eso es casi imprescindible para crecer artísticamente de forma libre, al menos en una industria como la del cine en la que casi importa más cómo te vendas que la calidad del producto que vendes. Y luego está Boyero, que como Homer siempre rompe lo que no entiende. Qué tierno. Qué hombre.

Dicen que Langosta es una comedia. Lo es, y muy buena. Se me ocurren más de una decena de gags brillantes. Pero esta película es también, como acostumbran Lanthimos y Fillippou, una reflexión sobre las relaciones humanas contemporáneas. O dicho de forma menos trillada y pedante, sobre lo patéticos que somos, así en general. Si Canino ironizaba sobre la educación, Langosta apuñala nuestro modo de afrontar las relaciones sentimentales.

Con Lanthimos no hay refugio. Solmena a todos. El griego disfruta de lo lindo retorciendo nuestras debilidades. La densa sustancia que destila Langosta procede de exprimir el jugo de nuestras vergüenzas, esas que tapamos con mentiras y auto indulgencia.

Porque sí, tú también lo haces. Buscar desesperadamente una pareja para que haga la maniobra de Heimlich a tus frustraciones, darte golpes en la mesa para reforzar el mito del alma gemela. O celebrar la divina soltería bailando música electrónica mientras nos repetimos mantras autodefensivos del tipo “porque yo lo valgo” para ocultar el “fracaso” de no tener pareja. Solteros contra casados. Todos molamos mucho, pero los del equipo contrario, siempre menos.

Langosta muestra la mayúscula ridiculez de nuestros tiempos. Probablemente de cualquier tiempo en realidad, pero que la sociedad contemporánea ha llevado al límite movida por una incansable necesidad de patentar la felicidad, la mayor mentira de todos los tiempos. No es tanto que necesitemos ser felices, sino que necesitamos decirnos a nosotros mismos (y al vecino) lo felices que somos.

Lanthimos exagera y deforma los rituales cotidianos de las relaciones sociales. Unas relaciones desnaturalizadas, culturales, que no dejan de ser un juego en el que solo participan ególatras y parásitos.

A todos los personajes de Langosta les faltan varios hervores, actúan y hablan de forma mecánica. Al principio te ríes, luego sonríes. Y al final te enfrías (tiraba aire en la sala, pero aparte). El mensaje cala, hasta los huesos. De forma más incisiva que en Alps y Canino. Tal vez Lanthimos está proponiendo que aceptemos nuestra ridiculez y nuestras debilidades como paso previo para avanzar, para naturalizar unas relaciones sentimentales (y de cualquier tipo) que hace tiempo son solo construcciones culturales. O tal vez no está proponiendo nada de nada, que sería todavía mejor.

Langosta es muy buena, de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Es la confirmación de Lanthimos como el mejor director europeo (en mi opinión, claro). En el fondo, me da igual que sea el mejor o no, que los críticos le den una palmadita o un sopapo. Lo que yo disfruté en el cine con Langosta hacía siglos que no sucedía. A todos los niveles. Y eso es mucho… para mí. En cuanto a Boyero, que se ponga una de Scorsese.

Lo mejor: el reparto, especialmente Farrell, está excepcional. El sentido del humor es magistral con algunas situaciones muy brillantes. Azuza la reflexión sobre la mecanización y desnaturalización de las relaciones sentimentales. Buen final.

Lo peor: probablemente sea (debe ser) el final de una etapa para Lanthimos.

[Escrito por david rubio para alucine (bolsamania.com/cine)]
david
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3
20 de agosto de 2014
209 de 278 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Pero no solo vale con poner a la Johansson en pantalla, como no valía con poner a Ava Gardner. Under the skin, es una película errada. Curiosa, enigmática, pero errada. Floja. La anécdota que constituye el eje de la historia se repite unas cuántas veces. Le tensión crece en un principio, luego llega la impaciencia cuando la historia deja de evolucionar. Y en el cierre no hay impacto. Under the skin es de esas películas cuyo desenlace se percibe fundamental.

Supongo que a muchos nos ha pasado que una película que no acaba de arrancar explota con un final adecuado. Confiaba en que Under the Skin fuese de esas, pero no. Si toda la película es abstracta y de calma tensa, el desenlace es previsible y vulgar. Una decepción, vaya.

Bien es cierto que a esa fase de la película no llegamos demasiado motivados. Glazer sabe crear atmósfera. Con la música, la imagen y el escenario. El director británico extrae del paisaje escocés todo su potencial. El objetivo es construir un clima de amenaza, de turbia decadencia. El personaje de Johansson vaga por la ciudad buscando presas. El impacto inicial es notable. Luego, los sujetos cambian, pero el concepto es el mismo. Under the Skin nos va perdiendo, o somos nosotros los que no encontramos nada bajo la piel.

Se han citado numerosas influencias en la gestación de esta película: desde Tarkovski a Kubrick, pasando por Bresson. Las influencias no hacen una buena película. Hacen que el director se crea más culto y lo que es peor, provocan que el espectador se sienta más satisfecho de sí mismo. Pero la nutrición del ego no es el objetivo del cine. ¿Cuál es el objetivo del cine? No sé, el propio Tarkovski decía que el arte no requiere de entendimiento, sino de espíritu, de alma. El cine, para Tarkovski, se debe interpretar emocionalmente, no intelectualmente, ese momento de la empatía emocional -decía- surge en la oscuridad intelectual.

Tal vez Tarkovski era demasiado ambicioso, llegar a ese punto del que habla está solo al alcance de los poetas, sean poetas cinematográficos, literarios o musicales. Él lo consiguió con El espejo, pero en mi opinión el cine también puede ofrecer una reflexión intelectual. La conmoción espiritual y la satisfacción intelectual pueden combinarse en una propuesta artística. No sé si esta combianción es la que busca Glazer en su película, pero a pesar de sus intentos, hierra por partida doble.

Pero sigo con Tarkovski: “la gente que no tiene cultura, está mucho más dispuesta a interpretar espiritualmente el arte, porque carece de pretensiones, porque alguien que es culto está lleno de pretensiones“, o dicho de otra forma, el espectador intelectual tiene la necesidad de intelectualizarlo todo, de entenderlo todo, de rastrear influencias y atar cabos.

Volviendo de los cerros de Úbeda, ¿hay influencias de esos cineastas citados más arriba en Under the Skin? Es muy discutible, pero no es importante. Lo importante es que la película no logra empatizar con el espectador porque carece de alma y, además, le falta profundidad más allá de su bello armazón estético. Obviamente, el espectador soy yo, y es mi opinión.

Por todo ello, Under the Skin es una decepción, una película de atmósferas, por momentos inquietante, pero huera, sin profundidad. El final es el que marca la diferencia, el que pone las cartas boca arriba. Era un farol, Glazer no llevaba un full.

Lo Mejor: La atmósfera, el ritmo tenso.

Lo Peor: El contenido no satisface al mismo nivel que su continente. El final.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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3
19 de febrero de 2014
154 de 191 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ser George Clooney no debe ser fácil. No, no es broma. Bueno, un poco. El riesgo que se corre siendo alguien como George Clooney, respetado actor, guaperas incontrovertible, y director en fase de consolidación, es alto. Puede que llegue un día en que estés demasiado contento de haberte conocido. Y salgan cosas como Monuments Men. Con Los Idus de Marzo, Clooney apuntaba maneras como cineasta, especialmente al ofrecer una crónica descarnada de lo que se cuece entre bambalinas durante el patético espectáculo de unas elecciones políticas. Los Idus olía a colonia cara, a puro, a sonrisa de atril y a sexo jugoso de becaria. Olía bien.

Monuments Men huele mal. Apesta a banderita americana, a edulcorante artificial, a historia real maqueada y envuelta con un lazo de barras y estrellas. Monuments Men arrastra desde el minuto 1 un tufo a lección moral (y de arte) by George Clooney. The man. The American. No, thanks.

“Por nuestra cultura, por nuestro modo de vida…” What? ¿Qué modo de vida, George? ¿Qué modo de vida defendéis, valientes rescatadores de obras de arte? A lo largo de la película, el jefe de la expedición aprovecha para soltar dos o tres peroratas sobre el valor de su misión. Pero no cuela. No hay misión desinteresada en una guerra. Ya somos mayores.

Los nazis son el enemigo ideal. El diablo hecho carne. Una bendición –y que Dios nos perdone – para los guionistas de Hollywood faltos de inspiración. Es ver una esvástica en una película y ya sabemos que ellos son los que escupen en “nuestro estilo de vida”, nuestra libertad y nuestra cultura. Los nazis expoliaron obras de arte, y muchas fueron quemadas, especialmente aquellas conocidas como “arte degenerado”. Pero no fueron los primeros. Ingleses, franceses, españoles, norteamericanos, chinos… Todos los pueblos, aprovechando las guerras o las expediciones “civilizadoras”, cogieron lo que no era suyo. Y destruyeron lo que no entendían. Hitler quiso abrir un museo con todo lo robado. No pudo. Otros sí han podido.

Muchos de los museos más prestigiosos del mundo están erigidos sobre cimientos robados. ¿De quién son las obras de la Antigua Grecia que llenan el Museo Británico? ¿Y si pagas por una obra, sacándola de su contexto para llevartela al Met de Nueva York? ¿Eso es defender la cultura? ¿O es trapicheo? Un museo es cultura, pero mejor si la cultura está en nuestro país. Así nos sacamos unos cuartos defendiendo la cultura. Clooney y los suyos se envuelven en la bandera estadounidense para contar una verdad a medias. El resultado es una película hipócrita.

Monuments Men edulcora hasta el empacho un asunto mucho más complejo. Ese el fondo de la historia. El que nos molesta, nos repele. Pero hay más. Y no todo es cinismo. También hay buenas intenciones. Clooney pretende convertir su cinta en una peli de aventuras de cuño clásico. Un grupo de personajes variopinto (arquitectos, conservadores, expertos en arte) se calza las botas militares y se pone el fusil al hombro. Bill Murray, Matt Damon, John Goodman, Bob Balaban y el apoyo de Cate Blanchett. Todo hace indicar que los mejores momentos de la película serán las situaciones humorísticas que vivirán esos personajes en un contexto extraño para ellos. Clooney y su equipo lo tenía a huevo. Pero ni eso. Ni con Murray y Balaban como la extraña pareja encargada de hacernos sonreír.

¿Y la aventura? Predecible y escasa de tensión. Llega el final de Monuments Men que huyen despavoridos al grito de “Que vienen los rusos, los robacuadros, los asaltavírgenes, los comebebes“. Y banderita de barras y estrellas al viento.

Concluyendo e intentando sintetizar. Monuments Men es una mediocre cinta de aventuras y drama con toques de humor que deja tibio. Y si escarbamos en su mensaje y trasfondo moral e histórico hasta podemos pasar del blanco tibio al rojo crispado. No queremos otro Robert Redford, señor Clooney. Ya es agotador tener uno.

Lo Mejor: la ambientación.

Lo Peor: no funciona bien ninguna de sus facetas: ni el humor, ni el drama, ni la aventura, ni, sobre todo, el trasfondo ético que roza el cinismo. Reparto desaprovechado. La música épica en una película así, sonroja.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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4
28 de noviembre de 2013
90 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...) Y mientras tanto, llega a la cartelera española El Consejero, un proyecto que partía con todos los ingredientes para el éxito. Un reparto formidable, al menos en lo que a fama se refiere: Michael Fassbender, Brad Pitt, Cameron Diaz, Javier Bardem, Penélope Cruz, Bruno Ganz, Rubén Blades, Rosie Perez… Pero sobre todo era la presencia de Cormac McCarthy la que aumentaba las expectativas.

El veterano escritor norteamericano, famoso por sus novelas La carretera y No es país para viejos, adaptadas con bastante éxito al cine, se ponía por primera vez delante de la máquina de escribir para crear un guión exclusivo para el cine. Y debemos empezar por ahí. El Consejero es una película confusa, con una estructura narrativa ineficaz que impide al espectador acomodarse. Faltan puntos de referencia y sobran diálogos con ínfulas trascendentes. Se podría decir que El Consejero es una acumulación de diálogos, demasiado inconexos en su mayoría.

¿Aburrida? No. El problema no es ese. Abordar el mundo del tráfico de drogas en la frontera entre México y Estados Unidos desde una óptica más reflexiva, con menos tiros y personajes tarantinianos es una buena idea. Al menos original en el cine actual, afectado por un exceso de velocidad. Cormac McCarthy apuesta por parar y hablar un poco, que nunca viene mal. El problema es que los personajes no quedan bien definidos a través de sus propias palabras, porque los diálogos son un tanto amanerados.

¿Qué pasa entonces? No sabemos muy bien de qué va la cosa y no empatizamos con ningún personaje, especialmente con su protagonista. Sabemos que es bueno con el cunnilingus. Un sofoco de Penélope Cruz al inicio de la historia da fe de ello. Al parecer, están enamorados. Pero su relación, apenas dibujada, carece de peso narrativo.

¿Tráfico de drogas? ¿Amor? ¿Sexo? ¿Traición? ¿No te metas donde no debes? El Consejero pica un poco de aquí y de allá sin concretar nada. Y de repente, el bueno de Fassbender se pone a llorar a lágrima viva. Y no sentimos pena por él, porque no hemos entrado en la historia en ningún momento.

Sí, hay actores de prestigio. Bardem es un seguro, Cameron Diaz, muy perdida desde hace años, sorprende agradablemente. Por su parte, Brad Pitt, correcto en esta película, sigue con su metamorfosis brandoniana (alguien le debería decir algo al respecto, porque a veces hace el ridículo) y Fassbender tiene una dicción estupenda, algo poco común en el cine. Y también hay un buen trabajo de puesta en escena, creando atmósfera a través del diseño de producción y con la interesante banda sonora. Pero el guión y el montaje fallan. Y El Consejero termina convirtiéndose en otra decepción. Una decepción en este caso cuya responsabilidad debe ser compartida por Scott y McCarthy.

Lo Mejor: La atmósfera, Cameron Diaz, el ritmo pausado.

Lo Peor: La trama queda enterrada bajo una losa formada por una sucesión de diálogos inconexos, en general pedantes o absurdos, y algunas escenas surrealistas que sonrojan más que otra cosa. El collage de McCarthy no convence.

[crítica extraída de alucine.es]
david
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5
27 de agosto de 2014
77 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evolución que tiene El congreso es la que hemos visto en cientos de películas. La secuencia de pensamiento puede ser más o menos así:

“Buen inicio, qué original, buenas interpretaciones, la chavala (Sami Gayle) lo hace bien, ¡Harvey Keitel! Bien, bien. Además trata sobre el cine y sus perspectivas de futuro. Interesante. De lo mejor y más original que he visto últimamente”.

A mitad de metraje:

“Se les está yendo un poco la pinza con las animaciones, pero no va mal. Bueno, la verdad es que empiezo a perder el hilo. ¿Qué me está contando? ¿Y la química esa cómo funciona? ¿La controlamos nosotros o nos controla ella? ¿Lo que vivimos lo produce nuestro subconsciente o nuestro consciente? Es decir, ¿elegimos dónde queremos estar y cómo? A veces parece que sí, a veces parece que no. Bueno, vamos a dejar que fluya y tal… Si hay oscuridad es que queremos que haya oscuridad ¿no?”.

Al final:

“Vaya por Dios, otra historia desaprovechada. Abarcaba tanto en un principio, que al final tiró por la calle de en medio. Moraleja sobre la verdad verdadera, las drogas y la familia y melodrama para cerrar. Bah!”

Otro director que no sabe cómo terminar de forma eficaz una buena historia. La primera mitad de metraje, incluyendo la introducción de Robin en el mundo animado es notable. Se plantean diversas cuestiones sobre el mundo del cine, la febril búsqueda de satisfacciones sensoriales, la huida de la realidad, los miedos que quiebran una carrera artística o laboral, las frustraciones vitales que convierten nuestra cotidianidad en una mecedora de melancolía y nostalgia. Sobre todo ello y más reflexiona la primera parte de El Congreso. Un gran acierto.

El punto que más destaca es el que se ocupa del futuro del cine y de los actores. ¿Cuál es la verdadera importancia de un intérprete de cine en la industria del entretenimiento?

(...)

En la película de Ari Folman, la industria del cine o del entretenimiento se come a los actores, a los directores de fotografía, se come la creación. Robin Wright firma un contrato y entrega su cuerpo a la productora. Más tarde descubrirá que los miles dólares que acompañan a ese contrato no son suficientes para pagar su sed creativa, su anhelo de reconocimiento. ¿Y si, de repente, un día, a Brad Pitt le dejasen de reconocer y pedir autógrafos por la calle? Al principio, sería la gloria, pero luego se preguntaría: “¿Qué ha pasado? ¿La gente ya no me quiere?” Robin decide volver a sentirse querida, decide volver a sentirse una estrella. Y se va al congreso. Otro contrato le espera.

Además, El congreso reflexiona sobre el futuro del entretenimiento de masas. El personaje de Danny Huston, el magnate de Miramount, indica el camino que puede seguir el cine. Las películas serán cómo sueños controlados por nosotros. Ese es el ámbito que todo el mundo quiere explotar: los sueños, los anhelos y las ilusiones. Pero hay que despertar, ¿o no?

Nosotros, como espectadores, despertamos cuando la segunda fase de la película empieza a resbalar. Nos olvidamos de esas poderosas e interesantes reflexiones y llega la moraleja y el melodrama. La droga, la química, el hijo enfermo… El congreso pierde originalidad y enjundia mientras llega el desenlace. Ari Folman abarcó mucho con el planteamiento de El congreso y al final, no supo muy bien qué hacer con tanto material.

Lo Mejor: la primera parte de la película. Las animaciones.

Lo Peor: la segunda parte de la película y el final.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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