Por esas fechas no solo se hacía buena música, había gente que hacía muy buen cine, a vuela pluma, casi todas las adaptaciones sobre clásicos que se llevaron al cine rondando los setenta me resultan bastante más interesantes que los del resto de la corta historia del celuloide.
En el caso de Robin Hood por partida doble, porque la de Disney es la caña.
Aquí no lleva peluca ni hace filigranas, este no es robin peterpanesco, es más hippie y quijotesco. Artrósico y desaliñado. Un Robin Hood de barba, plano largo y de escaso pelo, tan mundano como cómico.
Sean Connery lo borda y el resto también. Y tiene pinta de que se lo pasaron como enanos rodándola, a lo mejor por eso salió buena. Hay tomas en la que aguantan como pueden la risa (rescate de monjas en el rio).