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Voto de Francesca:
6
Comedia Érase una vez una joven de 24 años que creía en el gran amor, en los signos, y en el destino; una mujer que soñaba con ser actriz y esperaba conseguirlo algún día; un joven que creía en su talento de compositor pero que no creía mucho en sí mismo. Érase una vez una niña que creía en Dios. Érase una vez un hombre que no creía en nada hasta el día en que una vidente le dio la fecha de su muerte y entonces, a su pesar, se puso a creer en eso. (FILMAFFINITY) [+]
23 de julio de 2014
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Realidad y cuento de hadas se mezclan en una comedia a veces leve, a veces dramática, a veces ácida. Las alusiones a algunos cuentos clásicos aparecen de vez en cuando: la casa de la aspirante a actriz –el personaje de Agnès Jaoui– tiene enanos en el jardín, elementos de cuentos de hadas y, de hecho, la Bella durmiente es la obra que está preparando con los niños de un colegio. El violinista tartamudo pierde un zapato cuando tiene que abandonar de manera intempestiva una fiesta, apenas sonada la medianoche.

El guapo/antipático, el malo del cuento, lo representa Benjamin Biolay, interpretando a un personaje sobrado de sí mismo, que no renuncia a correr detrás de cualquier falda.

El violinista es un joven tartamudo, pero en realidad, la mayoría de los personajes tartamudean porque pocos (empezando por Agnès Jaoui) consiguen terminar una frase de corrido. La madre de Agathe vive pegada a un espejo como la mala de la Bella durmiente; de hecho, en otro momento de la película no faltan las manzanas, devoradas por Agathe y su nuevo novio (aunque al poco tiempo rompen).

El padre del violinista es un triste, descreído, deprimido y deprimente personaje que no cree en el amor ni en nada, hasta que al final (oh, casualidad) es tocado por la varita mágica del amor.

En fin, toda esta crónica es algo, bastante desordenada. ¡Pero es que la película es así! Los personajes pretenden ser variados como la vida misma, pero tienen algo de acartonado y en este decorado de verdad/ficción no consiguen evolucionar con naturalidad. Es como si los autores (Jaoui/Bacri) hubiesen querido a toda costa colocarles cualidades para darle un toque gracioso, pero que se ve demasiado forzado. O quizás la cuestión es que resulta poco creíble que se crucen en la vida o por lo menos, de esa manera. No se entiende por qué Agathe se siente atraída por el músico (se intuye, ¡pero no se vive!), por qué el personaje de Jaoui es tan irremediablemente torpe, por qué la hija está tan impregnada de religión (una vez más, se intuye, se menciona que es por el trauma de la separación de sus padres, pero hay algo artificial), por qué el pequeño príncipe de la obra que los críos están preparando no quiere ser besado por la bella…

Muchas vías abiertas, con cabos sueltos que un Deus ex machina (¡los guionistas!) atan al final (como no podía ser de otra manera), pero de una manera algo torpe.

Diálogos que a veces provocan sonrisa, pero no la risa que (creo) pretenden provocar.

En conclusión: agradable, diferente, original… sin embargo, no queda redonda (en mi humilde opinión).
Francesca
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