Ryan Murphy llega al cine y a @netflixlat rodeado de una constelación de estrellas con el objetivo de recuperar un poco ese espíritu que había transmitido allá en 2009 con el estreno de Glee. El inconveniente para el productor norteamericano es que ya no estamos en 2009, y conforme a como se mueve el discurso social, hasta la ideas mejor intencionadas corren el riesgo de quedar demodé. Y es que a pesar de un mensaje valorable, The Prom no deja de ser una película bastante ñoña, que no logra aportar demasiado al mundo cinematográfico.
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Para precisar un poco el argumento de este musical, diríamos que la trama arranca desde dos ejes para acabar confluyendo en uno solo. El primero y central es el que concierne a Emma, adolescente declarada abiertamente lesbiana que se ve impedida de participar en el baile escolar por su orientación sexual. El segundo hace referencia a una compañía de comedia musical encabezada por Dee Dee (Meryl Streep), quienes viajan a ayudar a Emma para lavar su imagen, tras duras críticas de la prensa.
A pesar de algunos números musicales de alto nivel, The Prom es una película que nunca logra establecerse con solidez, aduciendo grandes problemas de guión a la hora de conectar las subtramas.
Nada se vuelve excesivamente interesante, ni demasiado importante. La atención girará en torno a si nos gusta o no el número musical que prosigue. Demasiado endeble para 130 minutos de duración, donde los baches pueden volverse interminables.
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Todo mensaje de respeto, inclusión y tolerancia es bienvenido, sin dudas. Eso The Prom lo tiene. Pero con tantas estrellas en pista y tanto por decir, da la sensación que Ryan Murphy se ha quedado en un lugar de comodidad, filmando una película terriblemente sosa.