Joseph L. Mankiewicz empezó su carrera con mucho ímpetu. Nada menos que cuatro películas dirigidas entre los años 1946 y 1947. Eran los comienzos de su carrera y en algunas de estas películas no estuvo tan fino como lo estuvo en muchas otras ocasiones posteriores. Fue precisamente con El fantasma y la señora Muir donde por primera vez se vio el auténtico genio del director. Lo que aparentemente resulta una comedia romántica ligera con toques fantásticos sin demasiada trascendencia, Joseph L. Mankievicz lo convierte en un delicioso divertimento lleno de buen gusto, y las dosis justas de emoción e ironía.
La historia comienza cuando la señora Muir del título decide abandonar la casa en la que convive con la madre y la hermana de su difunto marido para empezar una nueva vida en una casa junto al mar. Tiene suerte y encuentra la casa perfecta en un idílico lugar de la costa. El problema es que la casa viene con inclino incluido, y es que el fantasma de su antiguo dueño, un antigua marinero, sigue apareciendo por los rincones. Lejos de sentirse asustada, la señora Muir entabla con él una relación llena de ingenio, un vibrante toma y daca en el que saltan las chispas. Hasta que un hombre de carne y hueso se cruza en la vida de la señora Muir y las cosas ya no volverán a ser igual nunca más. Aunque hablando de fantasmas nunca se sabe.
El principal mérito de El Fantasma y la señora Muir es hacer que una historia que en otras manos no pasaría de ser simplemente frívola, se vea como algo profundo y conmovedor detrás de esa apariencia ligera y divertida. Partiendo de un guión sencillamente perfecto, Joseph L. Mankievicz consigue darle un encanto especial en su paso del papel a la imagen. En una localización idílica, la historia de la relación entre el fantasma y señora Muir transcurre con una naturalidad y una fluidez absolutamente cristalinas y el tono en el que se desarrolla la acción siempre es el más adecuado para cada situación.
Además del excelente trabajo del director, la película no seria la misma sin la presencia de sus dos protagonistas principales. Por un lado la deslumbrante Gene Tierney, que además de un rostro único consigue hacer de la señora Muir una mujer decidida y con carácter pero manteniendo siempre un punto de vulnerabilidad que la hacen definitivamente adorable. Frente a ella un portentoso Rex Harrison, que hace del capitán Gregg un fantasma lleno de energía, cuyos trepidantes combates verbales con la señora Muir hacen vibrar la pantalla.
Quizás le falte a la historia ese punto de profundidad para hacer de ella algo grande a la altura de la posterior Eva al desnudo, por poner un ejemplo, pero es sin duda un buena muestra del enorme talento de Joseph L. Mankievicz.