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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Romance. Drama Un equipo de rodaje llega a un pueblo del norte de Irán, en la región de Koker, devastado por un temblor de tierra, para realizar una película. Hossein, un muchacho del lugar, es contratado como ayudante del equipo y, además, se le asigna la interpretación de un pequeño papel. Casualmente, también colabora en la película una muchacha del vecindario, de la que Hossein está locamente enamorado, pero los padres de ella lo rechazan porque ... [+]
18 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
29/29(30/01/18) Cinta no apta para todos los paladares cinéfilos, anclada en un estilo singular de hacer cine del iraní Abbas Kiarostami (guioniza y dirige), obra con muchos puntos atractivos y otros muchos tramos cansinos que me desconectan. Se considera esta la tercera parte de su trilogía rural persa, tras “Donde está la casa de mi amigo”” (1987), y “Y la vida continua” (1992), centrándose en la misma zona, en la región rural que rodea la ciudad de Koker (Guilán en el Noroeste de Irán), donde unas 35 mil personas murieron y 10 mil sufrieron heridas en el peor terremoto registrado en Irán en el último siglo, el sismo alcanzó una magnitud de 7.7 en la escala de Richter, devastando las regiones de Guilán y Zanjan, más de 500 mil personas se quedaron sin hogar. Es un ejercicio de metacine en que se cuenta el rodaje de una película en la zona (se supone que es la mencionada anterior, “Y la vida continua”), arranca rompiendo la cuarta pared con un hombre mayor con barba (el famoso actor iraní Mohamad Ali Keshavarz, alter ego de Abbas Kiarostami) hablando a cámara "Soy Mohamed Ali Keshavarz, el actor que interpreta al director. Los otros actores fueron contratados en el lugar”. Mediante la excusa de esta filmación se hace un retrato humanista de las gentes de la zona, de cómo intentan superar la tragedia del seísmo, siendo el centro el sensible romance entre dos de los amateurs actores del film,una relación enraizada en el costumbrismo iraní, donde el muchacho lo pone todo, y ella en la visión cerrada de la mujer hacia el hombre, ni le habla, ni le mira, pero el actor sabe exponer todo un mundo interior que hace creíble y enternecedor su amor desinteresado. Rodada de un modo naturalista, apegada al terreno, mediante viñetas en las que seguimos desde el casting hasta el rodaje con (muy excesiva) reiteración de repetición de secuencias, sintiéndose orgánicamente deslavazados e inconexo el desarrollo, pero en su favor hay que loar un plano-secuencia final sensacional, de os que queda para el recuerdo, el que da sentido al título.

Kiarostami como es norma en él evoluciona su relato de modo sereno, dejando espacio a la contemplación y reflexión sobre lo que vemos y oímos, bellas estampas rurales de paisajes machacados por la tragedia pero poblados de gentes que intentan reponerse, gentes no resignadas, si no mirando siempre hacia adelante con esperanza e ilusión (ejemplo as chicas con su chador yendo al casting; o los niños saltándose las clases para correr varias millas y ver el rodaje), con espíritu de la superación stajonovista, viviendo en casas decrépitas, lleno de caminos embarrados, cuando no en comunidades a la intemperie, todo esto reforzado por el carácter de que los actores son amateurs, gente de la zona, con lo que realidad y ficción se unen en muchas secuencias sin saber bien donde acaba una y empieza la otra. Aun siendo de personalidad local la historia, de ella manan temas universales y atemporales sobre las ganas de vivir, sobre la muerte, el amor, la pobreza, el clasismo. Contado todo en dientes de sierra, con momentos atractivos en los que el espectador se siente un voyeur, y otros agotadores en la repetición hasta el hartazgo de escenas.

El alter ego de Kiarostami proyecta un sentido cuasi demiurgo, de observador sabio, conduciendo pero sin avasallar, aconsejando, pero sin ordenar, mirada tierna a una sociedad cerrada en su modus vivendi ancestral. Se nos exhibe con sencillez este micromundo, a través de diálogos que fluyen con naturalidad y frescura, hablando de sus ilusiones, de sus miedos, de sus inseguridades, sirviendo la ranchera de la producción como improvisado púlpito en que varios lugareños vuelcan sus vivencias, sus pesares y visión del futuro.

El corazón del relato poliédrico está en el sutil romance (pero muy sutil), en lo que es un fresco de la juventud masculina bastante apocado. Primero el protagonista masculino de la película que se va a rodar resulta que sufre tartamudeo cuando tiene que interactuar con una mujer, y teniendo en cuenta que debe hacer de recién casado es letal para continuar, siendo sustituido por un joven albañil (Hossein Rezai), entonces surge una intrahistoria que viene de atrás, y es que el albañil tiene un pasado con la protagonista, (Tahereh Ladania), que hará de su mujer, Rezai trabajaba en casa de los padres de ella, allí se sintió atraído por ella, proponiéndole el matrimonio, fue rechazado por sus padres y despedido de su labor. Entonces se produjo el terremoto y los padres de Tahereh murieron, quedando ella tutelada por su abuela, que no tiene en consideración a Rezai por ser analfabeto, por ser pobre y sin casa, pero esto no echa atrás a Rezai, que aprovecha los impasse (producto de la cabezonería del protagonista obstinado en verter cambios referidos al carácter sociológico rural) en la filmación para mostrar su cariño y desmedidos sacrificios que hará por ella, a lo que ella responde con cortantes silencios y sin mirarle, pero él no ceja en su empeño, siendo clave y emocionante los argumentos que da al director en la ranchera de cómo cree él que debería ser el mundo, de cómo los ricos deberían casare con los pobres, los cultos con los analfabetos, y con esta forma de ser se destapa el humanismo de una película pequeñita pero con ansias de dar una lección de superación y fe en sí mismo, reflejado en ese bucólico final entre olivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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