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Voto de TOM REGAN:
6
7,0
13.957
Thriller. Drama. Intriga
En un instituto, el último día de clase, una profesora se despide de sus alumnos y, además de anunciarles que deja la escuela, les confiesa que su hija de cuatro años que, aparentemente, murió ahogada en la piscina de la escuela, fue en realidad asesinada por dos estudiantes de esa misma clase. También les hace saber que ya ha puesto en marcha su venganza contra ellos. (FILMAFFINITY)
28 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
154/12(21/07/18) Sugerente y atractivo drama japonés realizado por Tetsuya Nakashima, exitosa obra en lo comercial y crítico, basado en una novela homónima de 2008 de una debutante ama de casa convertida en escritora, Kanae Minato que ganó el premio Honya Taisho 2009 (Japan Booksellers Award). Es una cinta difícil de recomendar por ser un puzle complicado de seguir, que posee un arranque esplendido, un tremebundo monólogo de una profesora a sus bulliciosos alumnos en su último día de clase, de los que te sobrecoge y te hinca las garras en su desgarro emocional, de como va captando poco a poco la atención de sus pupilos hasta provocarles arcadas sus palabras, pero que a medida que avanza tras este inicio se hace más liosa y se va desinflando en un montaña rusa donde lo videoclipero termina por devorar las emociones, su estética fascinante en mucho del metraje acaba por resultar cansina cuando se excede acuciado esto por personajes excesivamente pasados de vueltas, tanto que rozan lo caricaturesco-anime, y es que tras su rascar (muy poco) se haya una sub lectura sobre como la adolescencia está ligada al narcisismo psicópata, algo nauseabundo. Se agradece el riesgo que toma el director al afrontar un relato de este modo tan singular, con tantas variados puntos de vista en la narración en off, recordando influencias a la también nipona “Rashomon” (la Obra Maestra de Kurosawa de 1950), pero el ser valiente no te asegura tener éxito, y es que en su desarrollo trepidante, sin descanso alguno, termina por saturar, por alargar, por redundar, y lo que es peor termina perdiendo fuelle al alargarse demasiado. Es estimable que este thriller psicológico nos haga reflexionar sobre temas tan candentes como el bulying escolar, la incomunicación, sobre la complicada educación escolar, sobre la inocencia pura, sobre la educación familiar, sobre la venganza, sobre las raíces del mal puro, o sobre las leyes a menores. Nakashima deja entrever influencias a otras cintas como a la trilogía del surcoreano de Park Chan-wook “Vengenace” (“Sympathy for Mr. Vengeance”, “Old Boy” & “Sympathy for Lady Vengeance”), o el film de Gus Van Saint “Elephant”. Al libro le falta la frase final que cierra la película y deja espacio para una interpretación diferente de los hechos, y que prstituye toda la película. Película galardonada con la Mejor Película en el 34 ° Premio de la Academia de Japón y 53 ° Premios Blue Ribbon, preseleccionado en los 83 ° Premios de la Academia a la Mejor Película en Lengua Extranjera, no llegó a la final.
Comienza con un discurso de despedida de la maestra Yuko Moriguchi (Takako Matsu) a una clase de alborotadores estudiantes de secundaria el día que se retira. Ella da una conferencia sobre el valor de la vida, pero avanza en revelaciones sobre su historia personal, que toma un giro cada vez más desgarrador. Ella acusa a dos estudiantes de su clase, a los que denomina A y B, se sabrá son el prodigio de la ciencia Shuya (Yukito Nishii) y al débil solitario Naoki (Kaoru Fujiwara), de asesinar a su hija Manami de 5 años. A los 14 años, están protegidos por la ley, pero Moriguchi establece cuentas a su manera. Un año después, aparecen un montón de confesiones: la madre de Naoki (Yoshino Kimura), el adolescente inadaptado Mizuki (Ai Hashimoto), Naoki y Shuya.
Durante se acerado inicio en el ya mencionado soliloquio deja algunas de las pautas sobre las que girará la historia, radiografiando un sub mundo de arrogantes mentes adolescentes, un micro universo plagado de nihilismo y de vacío existencial, sin referentes morales, para a continuación sumergirnos en un relato de resonancias pesadillescas, radiografiando una juventud desprovista de valores, caprichosos “onanistas” que se creen por encima del bien y del mal, una juventud inculta (su desconocimiento sangrante dela enfermedad SIDA), gobernada por la era de internet, surtida del aislamiento que las redes sociales paradójicamente provoca, donde los profesores resultan remedos débiles de aspirantes a colegas de sus alumnos. Ausculta la historia el germen de la violencia, de como esta se transforma pasado por el filtro escéptico de estos adolescentes en algo trivial, esto alimentado por la incomunicación, por el desencanto general, por la frustración anímica, donde las luchas generacionales resultan cortantes, ello en un fresco desalentador de la naturaleza humana donde nadie queda bien parado. Ello emanado de unos personajes retratados como fríos, calculadores, despiadados, con lo que lo se crea una barrera emocional entre ellos y el espectador.
La puesta en escena en un inicio resulta fascinante, cautivadora, de un preciosismo cuasi-hipnótico, pero el realizador no tiene mesura, se viene arriba, lo que en un principio es efectivo termina por efectista, donde al el slow contribuye a enfatizar sentimientos, por la híper-reiteración acaba por ser pesaroso y pierde su sentido, donde los cenitales ayudaban a dar un marco turbador por el sobreuso llegan a ser cargantes, donde las actuaciones excesivas remarcaban acciones, con su atomización quedan histriónicas y pasadas de vueltas (ejemplo claro es Shuya erigiéndose en un sucedáneo del endiosado Light Yagami del anime “Death Note”, esto claro con esa sonrisa burlona antes de ejercer de semi-dios), donde los movimientos de masas son modélicos en su función de enaltecer la individualidad, terminan por ser operísticamente burdos, los flash-backs ayudan a la comprensión, pero su multiplicación termina por ser un recurso que parece dárnoslo todo remasticado, a cada acción una secuencia del pasado, hay un montaje cuasi-epiléptico que vira de un lado a otro desconcertando, esto maximizado por la voz en off que no para de contarnos lo que ya estamos viendo, acaba esto por ser señal de debilidad en el director que teme no comprendamos lo que sus imágenes transmiten, termina por abusar de pretenciosidad,… (sigue en spoiler)
Comienza con un discurso de despedida de la maestra Yuko Moriguchi (Takako Matsu) a una clase de alborotadores estudiantes de secundaria el día que se retira. Ella da una conferencia sobre el valor de la vida, pero avanza en revelaciones sobre su historia personal, que toma un giro cada vez más desgarrador. Ella acusa a dos estudiantes de su clase, a los que denomina A y B, se sabrá son el prodigio de la ciencia Shuya (Yukito Nishii) y al débil solitario Naoki (Kaoru Fujiwara), de asesinar a su hija Manami de 5 años. A los 14 años, están protegidos por la ley, pero Moriguchi establece cuentas a su manera. Un año después, aparecen un montón de confesiones: la madre de Naoki (Yoshino Kimura), el adolescente inadaptado Mizuki (Ai Hashimoto), Naoki y Shuya.
Durante se acerado inicio en el ya mencionado soliloquio deja algunas de las pautas sobre las que girará la historia, radiografiando un sub mundo de arrogantes mentes adolescentes, un micro universo plagado de nihilismo y de vacío existencial, sin referentes morales, para a continuación sumergirnos en un relato de resonancias pesadillescas, radiografiando una juventud desprovista de valores, caprichosos “onanistas” que se creen por encima del bien y del mal, una juventud inculta (su desconocimiento sangrante dela enfermedad SIDA), gobernada por la era de internet, surtida del aislamiento que las redes sociales paradójicamente provoca, donde los profesores resultan remedos débiles de aspirantes a colegas de sus alumnos. Ausculta la historia el germen de la violencia, de como esta se transforma pasado por el filtro escéptico de estos adolescentes en algo trivial, esto alimentado por la incomunicación, por el desencanto general, por la frustración anímica, donde las luchas generacionales resultan cortantes, ello en un fresco desalentador de la naturaleza humana donde nadie queda bien parado. Ello emanado de unos personajes retratados como fríos, calculadores, despiadados, con lo que lo se crea una barrera emocional entre ellos y el espectador.
La puesta en escena en un inicio resulta fascinante, cautivadora, de un preciosismo cuasi-hipnótico, pero el realizador no tiene mesura, se viene arriba, lo que en un principio es efectivo termina por efectista, donde al el slow contribuye a enfatizar sentimientos, por la híper-reiteración acaba por ser pesaroso y pierde su sentido, donde los cenitales ayudaban a dar un marco turbador por el sobreuso llegan a ser cargantes, donde las actuaciones excesivas remarcaban acciones, con su atomización quedan histriónicas y pasadas de vueltas (ejemplo claro es Shuya erigiéndose en un sucedáneo del endiosado Light Yagami del anime “Death Note”, esto claro con esa sonrisa burlona antes de ejercer de semi-dios), donde los movimientos de masas son modélicos en su función de enaltecer la individualidad, terminan por ser operísticamente burdos, los flash-backs ayudan a la comprensión, pero su multiplicación termina por ser un recurso que parece dárnoslo todo remasticado, a cada acción una secuencia del pasado, hay un montaje cuasi-epiléptico que vira de un lado a otro desconcertando, esto maximizado por la voz en off que no para de contarnos lo que ya estamos viendo, acaba esto por ser señal de debilidad en el director que teme no comprendamos lo que sus imágenes transmiten, termina por abusar de pretenciosidad,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
… creyéndose el director un gran poeta visual, pero no sabe medir los tiempos, esto no es un spot publicitario o videoclip, esto aumentado por su banda sonora híper-machacona, que aunque crea algunos momentos estimables, acaba por maximizar la impresión de almibaramiento barato, llegando la sensación de vacuidad (por lo menos a mí), pues este “preciosista” modo de narrar no emite profundidad, se potencia el envoltorio por encima del contenido. No hay evolución de los personajes, quedando en arquetipos, superficiales y artificiosos (lo de los jóvenes que por afán de notoriedad se convierten en los más malos queda en meros tópicos con patas), con lo que el metraje deriva en alargarse en la misma proporción que el espectador (o sea yo) se separa de lo que ve; Todo esto además se ve torpedeado por continuos giros que ansían sorprender, que quieren dar la vuelta sobre nuestra percepción, pero terminan por socavar nuestra visión del conjunto, para no saber si es real o imaginación, con lo que la intensidad se destensa peligrosamente.
La epicúrea fotografía es obra de fotografía Shoichi Ato y Atsushi Ozawa, surtiendo de imágenes envueltas en gran poesía visual, jugando con los granulados, con los tonos apagados, con las penumbras, con los grises azulados gélidos, en contraste marcado con los flash-back de tonos cálidos, con mucho travelling, cenital y sobre todo (empalagosos) slow-motion; La banda sonora está plagada de temas new age en combinación heterogénea con temas de música clásica, destacando el momento Radiohead “Last flowers”.
Momentos recordables: “Sé cuál es mi deber como profesora: corregir a los alumnos cuando van por mal camino”, dice la profesora Takako Matsu durante su aleccionador discurso; El impactante leche infectada; Cuando nos enteramos de que el supuestamente compinche pasivo esconde a un asesino aún peor, cuando lo vemos mira a la niña abrir los ojos y fríamente decide lanzarla a la piscina para se ahogue; La alegoría visual de una pompa de jabón explotando en el oído de uno de los personajes como simbolización de la inocencia perdida; El asesinato de la chica con el perturbador tema Last Flowers de Radiohead escuchándose de fondo; El alambicado clímax final, cogido por los pelos, pero ingenioso, pero en sus ganas el director de sorprender una y otra vez se pega un tiro en el pie con la última frase del muchacho “Este es el primer paso para tu redención... Es todo una broma”.
En conjunto me queda una fallida película, aunque con alicientes para verla, no siendo una obra para todos los paladares cinéfilos, hay picos pero demasiados valles. Fuerza y honor!!!
La epicúrea fotografía es obra de fotografía Shoichi Ato y Atsushi Ozawa, surtiendo de imágenes envueltas en gran poesía visual, jugando con los granulados, con los tonos apagados, con las penumbras, con los grises azulados gélidos, en contraste marcado con los flash-back de tonos cálidos, con mucho travelling, cenital y sobre todo (empalagosos) slow-motion; La banda sonora está plagada de temas new age en combinación heterogénea con temas de música clásica, destacando el momento Radiohead “Last flowers”.
Momentos recordables: “Sé cuál es mi deber como profesora: corregir a los alumnos cuando van por mal camino”, dice la profesora Takako Matsu durante su aleccionador discurso; El impactante leche infectada; Cuando nos enteramos de que el supuestamente compinche pasivo esconde a un asesino aún peor, cuando lo vemos mira a la niña abrir los ojos y fríamente decide lanzarla a la piscina para se ahogue; La alegoría visual de una pompa de jabón explotando en el oído de uno de los personajes como simbolización de la inocencia perdida; El asesinato de la chica con el perturbador tema Last Flowers de Radiohead escuchándose de fondo; El alambicado clímax final, cogido por los pelos, pero ingenioso, pero en sus ganas el director de sorprender una y otra vez se pega un tiro en el pie con la última frase del muchacho “Este es el primer paso para tu redención... Es todo una broma”.
En conjunto me queda una fallida película, aunque con alicientes para verla, no siendo una obra para todos los paladares cinéfilos, hay picos pero demasiados valles. Fuerza y honor!!!