307/17(12/09/20) Una deliciosa película argentina dirigida Carlos Sorín, guionizada por él mismo junto a Santiago Calori y Salvador Roselli, enmarcando la historia en el escenario mantra del realizador, la inmensa Patagonia, con reminiscencias claras al árido medio oeste estadounidense, para un relato donde se habla sobre todo de modo sereno de la dignidad humana, en una historia donde predominan los perdedores, pero manteniendo su orgullo y esperanza en encontrar su lugar en el mundo. Ello en un relato que discurre de modo tranquilo para que nos calen las miradas, las medias sonrisas, los gestos, los silencios, y sobre todo la soledad del protagonista en medio. Historia de amistades disfuncionales, donde se deja una ácida al capitalismo capaz de desechar personas de mediana edad por viejas (el protagonista trabajó en una estación de servicio 20 años, pero al cambiar de dueño fue despedido, y con más de 50 años se encuentra en el paro y sin perspectivas), donde un amable ‘loser’ encuentra su ilusión en una segunda oportunidad algo tan inesperado como un perro, con el que se siente empatizado. Sorín da el protagonismo a actores no profesionales, en este caso a Juan Villegas (en el rol homónimo), que borda su papel de modo sutil, junto a él otro amateur como Walter Donado irradiando un poderío sensacional, entre los dos se da una espléndida química, en el modo en que se compenetran lo introvertido de Juan y lo visceral de Walter, destaca entre los secundarios Rosa Valsecchi como una cantante añeja a la que se le nota mundo interior.

Una narración que sin pretensiones profundas destila humanidad, entrelazando momentos emocionantes, con humor, ello con diálogos que desprenden realismo. En un desarrollo en que se alternan alegrías y decepciones (ejemplo esa crítica al trato de los hijos a los padres), donde se dan cita personajes en unos lares que proyectan soledad, con carreteras infinitas sin poblaciones apenas, ello en consonancia con el protagonista, donde se deja constancia de una región pobre. Como tara le puede sacar que la relación entre el dogo Lechain/Bombón (en realidad Gregorio) me resulta fría, solo vemos la imagen del can en el asiento del copiloto, pero practica mente no tienen momento en que surja calor entre ellos, esto se da por imperativo del guión.