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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama En un país regido por una corrupta democracia, donde el gobierno utiliza a la Policía y al Ejército para erradicar cualquier amenaza izquierdista, un diputado de la oposición es asesinado en plena calle cuando acababa de presidir un mitin de carácter pacifista. De la investigación del caso se encarga un joven magistrado, consciente de que se trata de un crimen político cometido por dos sicarios a sueldo. Al mismo tiempo, un ambicioso ... [+]
1 de noviembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
355/32(30/10/22) Aclamado y muy popular film agit-prop dirigido por el combativo políticamente heleno afincado en Francia Constantin Costa-Gavras, con la perspectiva del más de medio siglo desde su estreno me ha resultado demasiado ansioso por mandar su mensaje contra los totalitarismos, loable en este aspecto, pero en este afán han cercenado la sutilidad o complejidad, las cosas no son nunca tan simples como blanco y negro, hay grises, y en esta historia es inexistente, buenos muy buenos y malos horribles. Guionizan los activistas de izquierdas Gavras y el madrileño exiliado en la Galia Jorge Semprún, basándose en la novela homónima de 1966 de Vassilis Vassilikos, relato apenas ficticio (no se dice el país en el que sucede la acción, ni nombre del asesinado [alter ego de Lambrakis] es el Doctor, ni de muchos de los personajes, como los militares) de los eventos rodearon el asesinato del político griego demócrata Grigoris Lambrakis en 1963, diputado griego de izquierdas, y que investigó el juez de instrucción, Christos Sartzetakis (presidente griego de 1985 a 1990). Al no poder recaudar fondos en Francia, ya que el tema se consideró demasiado político, Costa-Gavras y el productor Jacques Perrin (desempeña papel como fotoperiodista, en un papel con mucha presencia, pero nula expresividad, muy frio) finalmente llegaron a un acuerdo con los patrocinadores argelinos y decidieron filmar la película en el país norteafricano. Fue la primera película y una de las pocas nominadas a los Premios de la Academia tanto a la Mejor Película como a la Mejor Película en Lengua Extranjera. Ganó este último (también el de edición).

Costa-Gavras utiliza las ‘armas’ de cineasta para atacar el gobierno derechista de entonces en Grecia, pero esto me queda liviano, pues nunca sabemos que defienden aquí un bando y el otro (escuchamos al ‘Doctor’ soltar unas soflamas supuestamente pacifistas sobre los males de la OTAN (no nos engañemos, cuando habla contra las armas Nucleares se refiere a estas organización], pero ni esto no se sabe el porqué). Desde el principio estamos inmersos en un polvorín geopolítico inestable, escuchamos a unos y a otros como manejan la atmósfera amenazante, todo muy binario y tribal, pero sin que sepamos que son los unos y los otros. Aunque esto puede ser bueno, pues hace que el componente de izquierda vs derecha quede difuso, y nos atengamos a los abusos del poder contra quien pone en entredicho su status. Explota en el clímax de la noche de marras, con el asesinato ante una multitud del líder político encarnado con temple y carisma en un papel pequeño, pero al que le sabe dar impronta de mártir Yves Montand, con que orgullo camina hacia la multitud. Y tras ello entramos en el grueso de la trama que será la procedimental con la entrada en escena de este juez “Caballero sin espada” que es este juez (sin nombre) encarnado con flema absoluta por Jean-Louis Trintignant (alter ego de Sartzetakis), al que da vida el actor tras unas gruesas gafas de cristal oscuro, nos e posiciona políticamente, es un asceta de la verdad, no se deja mangonear, recto hacia adelante (Enardecedor cuando al final se sale de su sentido del deber y se posiciona llamando al ‘Incidente’, ‘Asesinato’). Pero esta investigación me resulta muy simplista, todo muy plano en la forma que se quieren lanzar los dardos, con unos malos que además de serlo resultan tan tontos como caricaturescos. Siéndome lo que sonsaco, como si algunas personas buenas no se dejan violentar por los ‘malos’, y no me refiero solo al magistrado, también a los testigos, la Verdad puede prevalecer, pero si nos dejamos someter por miedo el mal puede vencer.

Aunque para lo bueno están los recursos de cine para hacerlo atractivo, donde no hay descanso, dando sensación de contrarreloj, no hay pausas, ni siquiera para dar algo de fondo a los protagonistas, estos se definen en escasos trazos, no tiene más vida que sus actos en pos del centro de los hechos. Elementos visuales agiles como son su gran labor en el oscarizado montaje de Françoise Bonnot (“El quimérico inquilino” o “Missing”), que dota de dinamismo constante al relato, jugando con los tiempos, con los flash-backs para narrar desde diferentes ángulos el asesinato; sustentado por una luminosa cinematografía de Raoul Coutard (“Lemmy contra Alphaville” o “Jules & Jim”), creando tomas muy descriptivas, haciendo diáfanas las secuencias, manejando con soltura dramática los zooms, los travellings, incluso las tomas a mano para dar sensación de reportero de guerra; Todo esto adornado por la partitura étnica de Mikis Theodorakis (enemigo político de la dictadura gobernante, estaba bajo arresto domiciliario en Grecia), de resonancias turbadoramente alegres para lo que se cuenta.

Si conseguimos obviar que es izquierdismo, podemos extraer su ensalzable ataque a las dictaduras, a la corrupción del poder, a los abusos del poder, al uso espurio de los medios de comunicación, a como oprimen con las fuerzas policiales y militares los que ostentan el poder tras las bambalinas, a las manipulaciones de los medios en contubernio con los fantasmas del poder, ello para hacer creer que lo blanco es negro y viceversa, algo que incluso en las democracias ocurre cuando los gobiernos se vician y se retuercen para seguir en la poltrona, no hay más que ver nuestro país con este gobierno sanchista hediondo que en campaña soltaba unas soflamas que al día siguiente de elecciones giró 180 grados, se alió con aquellos que un día antes repudiaba, y encima los palmeros mediáticos que durante la campaña lo enaltecían por esta dignidad e integridad, luego hacían contorsiones para decir lo gran hombre de estado que era Pedrito por hacer justo lo contrario de lo que voceaba. Pararé, que me caliento. Así que esta película la veo como un canto a la integridad que representa este juez que no se deja amedrentar, una persona justa que defiende la verdad, defiende los derechos humanos, algo tan novedoso como un juez que quiere justicia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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