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Voto de TOM REGAN:
6
7,3
6.242
Drama
Durante un viaje en tren, de Sevilla a Madrid, el otoñal caballero Mathieu cuenta a sus compañeros de vagón la historia de sus infortunios amorosos con la bailarina Conchita. A partir de su primer encuentro en París, Conchita juega con la obsesión de Mathieu, haciéndolo pasar del deseo a la frustración y del amor al odio más furibundo. (FILMAFFINITY)
11 de octubre de 2017
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
235/06(08/10/17) Último largometraje del maestro de Calanda, Luis Buñuel dirige una desequilibrada co-producción franco-española, co- guionizado por el realizador con Jean-Claude Carrière (colaborador de Buñuel desde los 60), durante una estancia en México (lugar de escritura de Buñuel), inspirado en una novela de Pierre Louÿs, “La Femme et le Pantin”, (1898), de Pierre Louys, filmada dos veces anteriormente, incluyendo una película muda en 1928 por Jacques de Baroncelli, incluyó el atrevido baile flamenco de Conchita que Buñuel recrea aquí, y en un vehículo para Marlene Dietrich, “El diablo es una mujer” (1935) de Josef von Sternberg, el título se toma de una cita de la novela, "…ese objeto pálido del deseo", Carrière y Buñuel adaptaron cambiando el adjetivo para dar Este obscuro objeto de deseo. Cinta de marcado sino surrealista bizarro marcado quizás porque el relato es narrado por de modo subjetivo por uno de los protagonistas, por lo que su filtro puede estar distorsionado, abordando desde el humor corrosivo (cuasi-absurdo) parte de sus mantras, ello desde una marcada misoginia habla de los amores no correspondidos, de las obsesiones, de la frustración por no alcanzar lo que se quiere, de la frigidez sexual, de la lujuria, de la pureza virginal, de la decadencia moral de los adinerados, y guardando sus envenenados dardos contra uno de sus objetivos predilectos (desde su arcaico comunismo), la superficial y esnobista burguesía, ello en un alambique donde la violencia está presente desde lo micro en la violencia machista (banalizar los malos tratos domésticos es repugnante) y desde lo macro en las varias apariciones de atentados terroristas. Uno de los aspectos más originales de Buñuel en esta película es el hecho de que escogiera para representar el papel de Conchita a dos actrices distintas, Carole Bouquet y Ángela Molina. En febrero de 1977, recién comenzado el rodaje, María Schneider contratada para desempeñar el papel principal, Buñuel la juzgó poco convincente y la despidió después de unos días de filmación. El productor, Serge Silberman, fue a Barcelona a tomar una copa con el director y tratar de salvar su inversión. Buñuel volvió a su idea de tomar dos actrices para interpretar el papel. Después de la negativa de Isabelle Adjani (temía bailar flamenco), se hicieron nuevos ensayos para el papel de Conchita; Carole Bouquet (debutante a los 19 años) y Angela Molina (21 años) elegidas y la película se reanudó en París 2 a 3 meses más tarde. Esta no atribución de un carácter a un solo actor (no identificación) nunca se había hecho en el cine mientras que era una práctica común en el teatro (este proceso se ha utilizado ya que en películas como “Palindromos” (2004), “I'm Not There” (2007) y “El Imaginarium del Doctor Parnassus” (2009). Esto al final se rebela como un elemento artificial que en realidad desvía la atención, solo es reseñable por el repaso que da Ángela Molina a la Bouquet, la gala sin alma, blandita, y la madrileña un torbellino de sensualidad y erotismo racial visceral, creando confusión pues el espectador al final puede solo estar atento a que personalidad encarna cada actriz, y en realidad no hay (desde mi modesta opinión) carácter asignada a cada uno, es algo arbitrario y caprichoso, y seguro que el director aragonés aún se remueve de risa en el Infierno (seguro que Buñuel lo encuentra más divertido que el Cielo) cuando escucha o le algunos exégetas que escudriñan las motivaciones de la alternancia de las actrices en el mismo rol.
Buñuel en su última obra, a sus 77 años, estaba ya de vuelta de todo, y decide no atarse a convencionalismos y se muestra como un perverso juguetón donde lo políticamente correcto se la trae al pairo, un artificio tramposo y con muy mala baba al referirse a las mujeres como manipuladoras de los hombres, materialistas caprichosas sin sentimientos, capaces de humillar al que más les ama, una visión puntual del realizador, más bien algo que ha dejado patente en su extensa filmografía. Decide intentar confundir y distraer al espectador con elementos extraños que descolocan y que sabe que harán las delicias de los expertos en desentrañar mensajes laberínticamente crípticos, empezando por ese cubo de agua vertido sobre una mujer, siguiendo por un enano psiquiatra, con dos actrices haciendo arbitrariamente un mismo rol, la aparición cada dos por tres de un saco con un contenido misterioso(símbolo de la carga que son las mujeres?), el ratón falso atrapado en la trampa, la mosca en el vaso de agua, el lechón que lleva una gitana cual bebe, o el goteado de violencia latente de un grupo terrorista con nombre religioso (con bombas, secuestros, tiroteos, …), todo en pos de desconcertar y hacer que el espectador se sienta ante un rompecabezas con piezas que por mucho que intenta no le encajan (por lo menos a mí), yo por mi parte me niego a hacerle el juego, me atengo a pasar un rato divertido asistiendo la galería de fetichismos y elementos singulares con los que el aragonés riega sus obras, hablándonos de la fragilidad de los sentimientos humanos, sobre la volubilidad del carácter, sobre el egoísmo, sobre la violencia inherente a nuestra sociedad, sobre la represión sexual, sobre el amor libre, sobre la infidelidad propia de las personas, sobre el masoquismo, sobre papanatismo de la religión, sobre una burguesía aburguesada en su hipocresía y en su microuniverso de falsas apariencias, fantasmas buñuelianos que el director trata con un bizarro humor corrosivo, en medio de situaciones que se hunden en la astracanada surrealista revestida del absurdo.
Buñuel habla de la obsesión sexual, de cómo este sentimiento es cercano a la violencia (física), nos habla de cómo esta emoción puede convertirse en tóxica y puede nublar nuestra mente para distorsionar la realidad, como puede derivar en la autodestrucción, y convertirse en una figura patética, donde la línea sadomasoquista se difumina entre am@ y esclav@, donde la autoestima se derrumba.
Buñuel en su última obra, a sus 77 años, estaba ya de vuelta de todo, y decide no atarse a convencionalismos y se muestra como un perverso juguetón donde lo políticamente correcto se la trae al pairo, un artificio tramposo y con muy mala baba al referirse a las mujeres como manipuladoras de los hombres, materialistas caprichosas sin sentimientos, capaces de humillar al que más les ama, una visión puntual del realizador, más bien algo que ha dejado patente en su extensa filmografía. Decide intentar confundir y distraer al espectador con elementos extraños que descolocan y que sabe que harán las delicias de los expertos en desentrañar mensajes laberínticamente crípticos, empezando por ese cubo de agua vertido sobre una mujer, siguiendo por un enano psiquiatra, con dos actrices haciendo arbitrariamente un mismo rol, la aparición cada dos por tres de un saco con un contenido misterioso(símbolo de la carga que son las mujeres?), el ratón falso atrapado en la trampa, la mosca en el vaso de agua, el lechón que lleva una gitana cual bebe, o el goteado de violencia latente de un grupo terrorista con nombre religioso (con bombas, secuestros, tiroteos, …), todo en pos de desconcertar y hacer que el espectador se sienta ante un rompecabezas con piezas que por mucho que intenta no le encajan (por lo menos a mí), yo por mi parte me niego a hacerle el juego, me atengo a pasar un rato divertido asistiendo la galería de fetichismos y elementos singulares con los que el aragonés riega sus obras, hablándonos de la fragilidad de los sentimientos humanos, sobre la volubilidad del carácter, sobre el egoísmo, sobre la violencia inherente a nuestra sociedad, sobre la represión sexual, sobre el amor libre, sobre la infidelidad propia de las personas, sobre el masoquismo, sobre papanatismo de la religión, sobre una burguesía aburguesada en su hipocresía y en su microuniverso de falsas apariencias, fantasmas buñuelianos que el director trata con un bizarro humor corrosivo, en medio de situaciones que se hunden en la astracanada surrealista revestida del absurdo.
Buñuel habla de la obsesión sexual, de cómo este sentimiento es cercano a la violencia (física), nos habla de cómo esta emoción puede convertirse en tóxica y puede nublar nuestra mente para distorsionar la realidad, como puede derivar en la autodestrucción, y convertirse en una figura patética, donde la línea sadomasoquista se difumina entre am@ y esclav@, donde la autoestima se derrumba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La sempiterna batalla buñueliana contra la Iglesia católica tiene su diana en la madre de Conchita, beata acérrima, no duda en “vender” a su hija al mejor postor, un ricachón caprichoso, esto lo alegoriza con el ratón atrapado en la trampa mientras negocia Mateo con Encarnación.
Buñuel intenta crear un halo omnipresente latente de violencia social mediante lo explícito de los ataques terroristas que vemos y sobre lo implícito, con noticias que oímos y vemos de estragos causados por un grupo terrorista. El realizador influenciado por el contexto geopolítico que reinaba en Europa en la década de los 70, con grupos izquierdistas (la Rote Armee Fraktion, las Brigadas Rojas en Italia, ETA, ...), rojo y pro-palestinos (ejemplo el secuestro a la delegación olímpica israelí en Múnich ’72) operando por el continente, esto lo amalgama y se ríe de ellos Buñuel, sobre todo por el nombre que da los terroristas, el GAREJ (Grupo Armado Revolucionario Del Niño Jesús). Esto ensamblado de modo superficial, a modo de pie de página al hacernos notar que la violencia en nuestra sociedad es algo intrincado a la raza humana.
A resaltar el machismo y misoginia del director, por muy de izquierdas que fuera, su vena atávica le revienta las venas, algo que hoy día sería seguramente boicoteado por su visión de la mujer: Esto queda patente en muchas situaciones, en el carácter manipulador pérfido de Conchita; En el modo que juega con su deseo por ella parta sacarle todo el dinero que pueda; En el modo que justifica la violencia machista contra ella, propinándole Mateo una paliza a Conchita en un momento dado, y encima haciéndonos ver que la paliza ella la ansiaba Mathieu, con la sangre en el rostro pero con gesto de satisfacción ella le espeta "Ahora, sé que me amas", en lo que es un enfoque enfermizo recriminable dela mujer, esto rematado por que Mateo lo cuenta a varias personas y todas parecen aceptar como algo normal que la violencia estaba justificada contra ella; Esta misoginia adornada con frases como "cuando vayas con una mujer no olvides el palo" (de Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”) o " la mujer es un saco de excrementos", dichas por el fiel mayordomo de Mateo; Todo esto es algo que el paso del tiempo no solo ha envejecido, si no que enmohecido y convertido en algo execrable.
Obra irregular, irreverente, que intenta impactar en base a momentos escabrosos, pero que en su narración queda orgánicamente redundante, reiterativa, y como la historia no da para mucho más, la adorna con situaciones que inquieten (la duplicidad de actrices para un mismo rol, la rata, la mosca, el lechón, los terroristas, el saco,…), en realidad intentando enmascarar lo poco que cuenta, un trilero avezado que relatando poco quiere hacernos ver que tiene mucho fondo, cuando todo es plano. No ayuda una puesta en escena austera y sin fuerza.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte delos ya mencionados): El momento divertido de la braga guarda-virtud; El sensual baile flamenco de Conchita desnuda con unas medias de seda únicamente; Cuando Conchita provoca a Mateo haciendo el amor (según ella no) con el Morenito con la reja de por medio; El críptico final en que el saco acaba en el escaparate de una tienda, allí una costurera arregla una tela blanca de encaje desgarrada manchada de sangre, esto ante la mirada de Mateo y Conchita, en lo que alegóricamente viene a decirnos que la virginidad de ella ha sido “mancillada”, entonces ella se separa de él, él va a cogerle el brazo a lo que ella se resiste, de pronto un fuera decampo y hay una gran bomba, final. Me recuerda al final de la brillante “El proceso” (1962) de Orson Welles, aunque el encaje de esta última es orgánicamente espléndido, yt en la de Buñuel se siente un fuego de artificio absurdo para provocar.
Al final me queda una interesante propuesta, que entretiene pero no fascina (ni de lejos), se nota falta de sustancia y sobrada de artificios triviales para despistar. Fuerza y honor!!!
Buñuel intenta crear un halo omnipresente latente de violencia social mediante lo explícito de los ataques terroristas que vemos y sobre lo implícito, con noticias que oímos y vemos de estragos causados por un grupo terrorista. El realizador influenciado por el contexto geopolítico que reinaba en Europa en la década de los 70, con grupos izquierdistas (la Rote Armee Fraktion, las Brigadas Rojas en Italia, ETA, ...), rojo y pro-palestinos (ejemplo el secuestro a la delegación olímpica israelí en Múnich ’72) operando por el continente, esto lo amalgama y se ríe de ellos Buñuel, sobre todo por el nombre que da los terroristas, el GAREJ (Grupo Armado Revolucionario Del Niño Jesús). Esto ensamblado de modo superficial, a modo de pie de página al hacernos notar que la violencia en nuestra sociedad es algo intrincado a la raza humana.
A resaltar el machismo y misoginia del director, por muy de izquierdas que fuera, su vena atávica le revienta las venas, algo que hoy día sería seguramente boicoteado por su visión de la mujer: Esto queda patente en muchas situaciones, en el carácter manipulador pérfido de Conchita; En el modo que juega con su deseo por ella parta sacarle todo el dinero que pueda; En el modo que justifica la violencia machista contra ella, propinándole Mateo una paliza a Conchita en un momento dado, y encima haciéndonos ver que la paliza ella la ansiaba Mathieu, con la sangre en el rostro pero con gesto de satisfacción ella le espeta "Ahora, sé que me amas", en lo que es un enfoque enfermizo recriminable dela mujer, esto rematado por que Mateo lo cuenta a varias personas y todas parecen aceptar como algo normal que la violencia estaba justificada contra ella; Esta misoginia adornada con frases como "cuando vayas con una mujer no olvides el palo" (de Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”) o " la mujer es un saco de excrementos", dichas por el fiel mayordomo de Mateo; Todo esto es algo que el paso del tiempo no solo ha envejecido, si no que enmohecido y convertido en algo execrable.
Obra irregular, irreverente, que intenta impactar en base a momentos escabrosos, pero que en su narración queda orgánicamente redundante, reiterativa, y como la historia no da para mucho más, la adorna con situaciones que inquieten (la duplicidad de actrices para un mismo rol, la rata, la mosca, el lechón, los terroristas, el saco,…), en realidad intentando enmascarar lo poco que cuenta, un trilero avezado que relatando poco quiere hacernos ver que tiene mucho fondo, cuando todo es plano. No ayuda una puesta en escena austera y sin fuerza.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte delos ya mencionados): El momento divertido de la braga guarda-virtud; El sensual baile flamenco de Conchita desnuda con unas medias de seda únicamente; Cuando Conchita provoca a Mateo haciendo el amor (según ella no) con el Morenito con la reja de por medio; El críptico final en que el saco acaba en el escaparate de una tienda, allí una costurera arregla una tela blanca de encaje desgarrada manchada de sangre, esto ante la mirada de Mateo y Conchita, en lo que alegóricamente viene a decirnos que la virginidad de ella ha sido “mancillada”, entonces ella se separa de él, él va a cogerle el brazo a lo que ella se resiste, de pronto un fuera decampo y hay una gran bomba, final. Me recuerda al final de la brillante “El proceso” (1962) de Orson Welles, aunque el encaje de esta última es orgánicamente espléndido, yt en la de Buñuel se siente un fuego de artificio absurdo para provocar.
Al final me queda una interesante propuesta, que entretiene pero no fascina (ni de lejos), se nota falta de sustancia y sobrada de artificios triviales para despistar. Fuerza y honor!!!