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Voto de TOM REGAN:
7
20 de diciembre de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
231/15(16/12/19) Potente drama cuasi-teatral dirigido por el polaco Roman Polanski, que analiza con bisturí envenenado la fina línea que separa la barbarie de la venganza. El dramaturgo bonaerense Ariel Dorfman se basa en su propia obra teatral guionizada junto a Rafael Yglesias, donde la acción transcurre en una sola noche en una pequeña casa aislada junto a un acantilado, con solo tres personajes encarnados por Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson, representando cada uno una visión moral sobre lo que va a suceder. Tomando el título de un cuarteto de cuerda de Schubert, que un torturador obligaba a su víctima durante las vejaciones, siendo esta música comienzo y fin de la cinta. Su tema de fondo es algo muy conocido durante dictaduras militares sudamericanas, el sistema de torturas contra los disidentes, no mencionándose el país donde transcurre es epítome de todos (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, Venezuela, …). En este relato claustrofóbico se juega hábilmente con la ambigüedad de no saberse la verdad, donde se tocan temas como la justicia vs justicieros, la redención, los fantasmas del pasado, el castigo vs venganza. Ello en un desarrollo que te atrapa en sus incógnitas, en sus reflexiones y dilemas morales, ello sustentado en un argumento inteligente, con diálogos y ententes intensos, siendo su trío de actuaciones brillantes. Derivando en un thriller psicológico apasionante, donde Polanski construye de forma sinuosa un clima asfixiante que se proyecta en el espectador, dejando huella los enfrentamientos virulentos, la rabia de la torturada, el dolor complejo (no sabemos si es cierto lo que se dice de él) del reo, un relato turbador donde nunca se sabe que va a ocurrir, la volubilidad de los personajes es una constante, generando preguntas en el espectador sobre cuál es el castigo para un torturador, y si nos podemos erigir en verdugos por venganza, o sobre si somos infalibles Dioses en nuestros juicios o nuestros pensamientos pueden estar distorsionados por el sufrimiento padecido queriendo ver chivos expiatorios a nuestro dolor. Todo esto sin que Polanski se se situe del lado de nadie, tomando al espectador como persona adulta capaz de juzgar por su cuenta, y con ello haciendo nos involucremos en que haríamos nosotros en el rol de cada uno de los protagonistas.
La Paulina encarnada por Sigurney Weaver es la gran protagonista del film, por encima de los dos restantes, se atormentada desde el inicio, cuando la vemos actuar en la casa de modo virulento, como corta la carne, cómo reacciona a las palabras de su marido tirándole la cena a la basura, es una persona que emite gran sufrimiento interno. Explotándolo cuando encuentra (eso cree ella) al culpable de su males, entonces su ira se torna en colocarse en posición de tomar el rol de ser superior con poder sobre la vida de él, como este (cree ella) lo fue en el pasado. Creando con ello la reflexión sobre si esto es aceptable a ojos del espectador, la eterna Ley del Talión del ojo por ojo (y todos ciegos). La actriz neoyorkina despliega un poderío actual sensacional, trasluciendo su convulso mundo interior, el infierno encerrado en sí mismo deseando ser exhortado encontrado en quien proyectar su ira, su lenguaje físico, su mirada, su oralidad, transmitiendo heridas psíquicas, maravillosa en los enfrentamientos, en una rara mezcla de fragilidad e impulsividad. Siendo aterradora cuando describe con lujo de detalles como fue humillada durante las torturas, consiguiendo en su descripción entreverse el fotograma subliminal de lo sucedido; Miranda es encarnado por el actor de origen hindú Ben Kingsley, representa la ambivalencia ante el espectador, ante los ojos de Paulina es un torturador, el brazo podrido de las cloacas de las dictaduras para amedrentar y acallar a las voces disonantes. Es humillado por Paulina ya desde que le roba el coche, luego lo aturde de un golpe, lo ata y lo amordaza con sus propias bragas que lleva puestas. Creando con ello preguntas en nosotros, sobre si incluso fuera cierto lo que ella dice que hizo, si es justificable lo que ella le hace? Kingsley le da vida con gran carisma, a pesar de estar preso la mayor parte del tiempo lo vemos como a un tipo de fuerte carácter, haciendo que el espectador se sienta empatizado con él, no sabiendo nunca si es inocente o culpable de lo que se le acusa juega con pericia con sus cartas para mantener tensión y suspense en sus maneras. Dejando al final un monólogo aterrador junto al acantilado, donde de nuevo el espectador queda ante la reflexión de si la tortura es menos por hacerse sin salvajismo, si se puede perdonar a aquel que fue inducido a la tortura por el ambiente de locura imperante, o de si se puede ser tolerante con las personas que dicen haberse arrepentido delos actos viles realizados, e incluso si dándole la vuelta no se ha convertido Paulina en aquello de lo que quiere vengarse?; El tercer vértice es Gerardo, encarnado por el inglés Stuart Wilson, representa nuestros ojos desconcertados en este tour de forcé, no sabe de qué lado estar, tiene como nosotros argumentos en las dos direcciones, no sabe si todo puede ser fruto de la mentalidad voluble de Paulina, o tiene la certeza de su lado. Intenta jugar a dos barajas, ser flexible intentando salir indemne, quiere a su esposa, a la que ve como una mártir que le salvó la vida y le debe todo, pero también es firme defensor del estado de derecho, intenta saber la verdad, pero esta le es esquiva. El actor tiene la complicada papeleta de estar en medio, de ser cuasi-un convidado de piedra en esta juego del gato y el ratón, lo interpreta con expresividad de incertidumbre, de temor, de desorientación al intentar manipular una situación que se le va de las manos por el ímpetu vengativo de su mujer.
La Paulina encarnada por Sigurney Weaver es la gran protagonista del film, por encima de los dos restantes, se atormentada desde el inicio, cuando la vemos actuar en la casa de modo virulento, como corta la carne, cómo reacciona a las palabras de su marido tirándole la cena a la basura, es una persona que emite gran sufrimiento interno. Explotándolo cuando encuentra (eso cree ella) al culpable de su males, entonces su ira se torna en colocarse en posición de tomar el rol de ser superior con poder sobre la vida de él, como este (cree ella) lo fue en el pasado. Creando con ello la reflexión sobre si esto es aceptable a ojos del espectador, la eterna Ley del Talión del ojo por ojo (y todos ciegos). La actriz neoyorkina despliega un poderío actual sensacional, trasluciendo su convulso mundo interior, el infierno encerrado en sí mismo deseando ser exhortado encontrado en quien proyectar su ira, su lenguaje físico, su mirada, su oralidad, transmitiendo heridas psíquicas, maravillosa en los enfrentamientos, en una rara mezcla de fragilidad e impulsividad. Siendo aterradora cuando describe con lujo de detalles como fue humillada durante las torturas, consiguiendo en su descripción entreverse el fotograma subliminal de lo sucedido; Miranda es encarnado por el actor de origen hindú Ben Kingsley, representa la ambivalencia ante el espectador, ante los ojos de Paulina es un torturador, el brazo podrido de las cloacas de las dictaduras para amedrentar y acallar a las voces disonantes. Es humillado por Paulina ya desde que le roba el coche, luego lo aturde de un golpe, lo ata y lo amordaza con sus propias bragas que lleva puestas. Creando con ello preguntas en nosotros, sobre si incluso fuera cierto lo que ella dice que hizo, si es justificable lo que ella le hace? Kingsley le da vida con gran carisma, a pesar de estar preso la mayor parte del tiempo lo vemos como a un tipo de fuerte carácter, haciendo que el espectador se sienta empatizado con él, no sabiendo nunca si es inocente o culpable de lo que se le acusa juega con pericia con sus cartas para mantener tensión y suspense en sus maneras. Dejando al final un monólogo aterrador junto al acantilado, donde de nuevo el espectador queda ante la reflexión de si la tortura es menos por hacerse sin salvajismo, si se puede perdonar a aquel que fue inducido a la tortura por el ambiente de locura imperante, o de si se puede ser tolerante con las personas que dicen haberse arrepentido delos actos viles realizados, e incluso si dándole la vuelta no se ha convertido Paulina en aquello de lo que quiere vengarse?; El tercer vértice es Gerardo, encarnado por el inglés Stuart Wilson, representa nuestros ojos desconcertados en este tour de forcé, no sabe de qué lado estar, tiene como nosotros argumentos en las dos direcciones, no sabe si todo puede ser fruto de la mentalidad voluble de Paulina, o tiene la certeza de su lado. Intenta jugar a dos barajas, ser flexible intentando salir indemne, quiere a su esposa, a la que ve como una mártir que le salvó la vida y le debe todo, pero también es firme defensor del estado de derecho, intenta saber la verdad, pero esta le es esquiva. El actor tiene la complicada papeleta de estar en medio, de ser cuasi-un convidado de piedra en esta juego del gato y el ratón, lo interpreta con expresividad de incertidumbre, de temor, de desorientación al intentar manipular una situación que se le va de las manos por el ímpetu vengativo de su mujer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Se le puede achacar cierta redundancia, estancamiento en varios tramos, en los que le cuesta avanzar; Tampoco su final me resulta satisfactorio, poco valiente, quedando en tierra de nadie, queriendo dar una impresión bastante acomodaticia.
La puesta en escena dentro de su frugalidad resulta notable para emitir el estado de ánimo de opresión ambiental, empezando por el meritorio diseñó de producción del oscarizado (por “Tess”) Pierre Guffroy, recreando en los exteriores gallegos de Meiras-Ferrol y Valdoviño-A Coruña, con esas cuasi-apocalíptico escenarios tormentosos de los acantilados con las olas rompiendo violentamente contra las rocas, y en interiores se recrea la casa en los Paris Studios Cinéma- Billancourt; Todo esto enaltecido por la fenomenal cinematografía del romano Tonino delli Colli (“El verdugo” o “El nombre de la rosa”), haciendo proyectar el lugar como anclado en medio de la nada, con un gran uso expresionista de las luces de velas, creando composiciones en espacios naturales de gran poder evocador, como la escena climática al nborde del acantilado con Mirando de rodillas, con el cielo grisáceo de nubes, con el mar oleando contra el acantilado, haciendo que el espectador sienta lo agitado de la situación con una espléndida alegoría visual; La música es orquestada por el ucranio Vojcieh Kilar (“Drácula de Bram Stoker” o “El pianista”), predominando el opus para cuarteto de cuerdas de Schubert "La muerte y la doncella" (1817), añadiendo melodías marciales en sintonía con la historia.
Spoiler:
Lo del epílogo en un teatro escuchando “La muerte y la doncella”, con la platea llena de espectadores abajo está el matrimonio Escobar, y arriba está la familia Miranda, con Roberto y sus hijos, de arriba abajo intercambian miradas y continúan oyendo el concierto y fin. Me queda esta conclusión bastante poco incisiva, pues que nos quieren decir? Que al final hay que continuar con nuestras vidas y aceptar lo malo de la vida? Me resulta grimante.
En conjunto me queda una buena película de las que te hace pensar y colocarte en el papel de los protagonistas, haciendo tener que tomar partido. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena dentro de su frugalidad resulta notable para emitir el estado de ánimo de opresión ambiental, empezando por el meritorio diseñó de producción del oscarizado (por “Tess”) Pierre Guffroy, recreando en los exteriores gallegos de Meiras-Ferrol y Valdoviño-A Coruña, con esas cuasi-apocalíptico escenarios tormentosos de los acantilados con las olas rompiendo violentamente contra las rocas, y en interiores se recrea la casa en los Paris Studios Cinéma- Billancourt; Todo esto enaltecido por la fenomenal cinematografía del romano Tonino delli Colli (“El verdugo” o “El nombre de la rosa”), haciendo proyectar el lugar como anclado en medio de la nada, con un gran uso expresionista de las luces de velas, creando composiciones en espacios naturales de gran poder evocador, como la escena climática al nborde del acantilado con Mirando de rodillas, con el cielo grisáceo de nubes, con el mar oleando contra el acantilado, haciendo que el espectador sienta lo agitado de la situación con una espléndida alegoría visual; La música es orquestada por el ucranio Vojcieh Kilar (“Drácula de Bram Stoker” o “El pianista”), predominando el opus para cuarteto de cuerdas de Schubert "La muerte y la doncella" (1817), añadiendo melodías marciales en sintonía con la historia.
Spoiler:
Lo del epílogo en un teatro escuchando “La muerte y la doncella”, con la platea llena de espectadores abajo está el matrimonio Escobar, y arriba está la familia Miranda, con Roberto y sus hijos, de arriba abajo intercambian miradas y continúan oyendo el concierto y fin. Me queda esta conclusión bastante poco incisiva, pues que nos quieren decir? Que al final hay que continuar con nuestras vidas y aceptar lo malo de la vida? Me resulta grimante.
En conjunto me queda una buena película de las que te hace pensar y colocarte en el papel de los protagonistas, haciendo tener que tomar partido. Fuerza y honor!!!