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Voto de TOM REGAN:
7
6,8
313
Drama
Adaptación de la obra teatral homónima de Arthur Miller. Joe Keller es un exitoso hombre de negocios con un pasado que le atormenta: durante la II Guerra Mundial se benefició de un lucrativo contrato con el ejército. Pero, en una ocasión, acuciado por las prisas, entregó un avión, a sabiendas de que tenía algunas piezas defectuosas, que acabó estrellándose con 21 hombres a bordo. (FILMAFFINITY)
14 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
173/08(12/10/15) Interesante film de Irving Reiss que adapta la obra teatral homónima del dramaturgo Arthur Miller, un relato que explora las relaciones de confianza paterno-filiales en un contexto de clara crítica al capitalismo como símbolo de enriquecimiento a toda costa. Se apoya en un buen guión de Chester Erskine, hábil en el increscendo dramático, y en una pareja protagonista bastante sugerente, Edward G. Robinson y Burt Lancaster. En 1987 la obra fue llevada a la televisión dirigida por Jack O'Brien.
El escenario es un pueblo del medio oeste americano, Joe Keller (Edward G. Robinson) tiene una exitosa fábrica de material militar que se ha lucrado con contratos con el gobierno durante la WWII, su hijo Chris (Burt Lancaster) regresa de la recién terminada guerra para unirse a la empresa paterna, este planea casarse con Ann Deever (Louisa Horton), que fue novia del hermano de Chris, Larry, desaparecido tres años atrás durante la guerra, ella es hija de Herbert (Frank Conroy), ex-socio de Joe, que ahora está en prisión por estar condenado por una negligencia en un envío de material defectuoso de aviones que provocó 21 pilotos estadounidenses muertos. Ann residía en Chicago con su hermano abogado George (Howard Duff), va a visitar a la familia Keller y reabre viejas heridas, en todo esto está presente Kate (Mady Christians), la madre atormentada de Larry, al que se4 niega a dar por muerto.
Sugestivo drama al que le cuesta arrancar, todo se siente confuso y envuelto en una nebulosa, hasta que aparece el personaje George, hijo de Herbert, entonces las emociones se desatan, con unos diálogos incisivos, que tienen su zenit en la cena explosiva, y entonces la madeja se empieza a desenredar y se comienzan a reflexionar temas como la ambición desmedida, la amoralidad, la amistad, los valores familiares, el sentido de la responsabilidad, el tormento por la culpa ajena, el desengaño, la hipocresía, la mentira o la redención. Ello abordado con intensidad dramática, dosificando la información para el espectador sepa lo mismo que el desconcertado y angustiado Chris. La obra resulta una metáfora sobre el capitalismo en su peor versión, en su vertiente de avaricia descontrolada, donde todo vale para obtener más y más plata, adquiriendo dimensión de un retrato deprimente de la Condición Humana, donde pisotear al que sea es posible para tener más y más, autoengañándose falazmente sobre un supuesto patrioterismo torticero, pues la familia Keller se ha enriquecido por la Guerra, incluso llevándose vidas por delante, autoengañándose en que es por el bien de los hijos, es una denuncia a una sociedad que retuerce unos valores éticos a su antojo, una sociedad egoísta, despreocupada, arrogante, que pretendía lanzarse a la felicidad artificiosa sin mirar atrás a sus errores.
La puesta en escena resulta harto sobria, sin ningún tipo de alarde, con una correcta dirección artística de Hilyard M. Brown (“La noche del cazador”) y Bernard Herzbrun (“Harvey”), con una fotografía de Russell Metty (“Spartacus”) en glorioso b/n moviéndose con soltura, jugando en algunos momentos con el expresionismo, son sombras y claroscuros, aunque con todo esto no deja el aire a obra de teatro televisada.
Edward G. Robinson es el alma del film, con una actuación sobresaliente, con carisma, fuerza, ímpetu, garra, derrochando empatía, con un lenguaje gestual soberbio, con esa media sonrisa descriptiva, pero dejando entrever grietas, maravilloso. Burt Lancaster queda muy ensombrecido por el Titán Robinson, aún así deja traslucir en algunos tramos su brío y personalidad, en su filmografía le llegarían momentos mejores. Mady Christians borda su rol de madre hastiada, que intenta vivir una artificiosa felicidad familiar. Louisa Horton resulta algo blandita en su crucial papel de navegar entre dos aguas. (sigue en spoiler)
El escenario es un pueblo del medio oeste americano, Joe Keller (Edward G. Robinson) tiene una exitosa fábrica de material militar que se ha lucrado con contratos con el gobierno durante la WWII, su hijo Chris (Burt Lancaster) regresa de la recién terminada guerra para unirse a la empresa paterna, este planea casarse con Ann Deever (Louisa Horton), que fue novia del hermano de Chris, Larry, desaparecido tres años atrás durante la guerra, ella es hija de Herbert (Frank Conroy), ex-socio de Joe, que ahora está en prisión por estar condenado por una negligencia en un envío de material defectuoso de aviones que provocó 21 pilotos estadounidenses muertos. Ann residía en Chicago con su hermano abogado George (Howard Duff), va a visitar a la familia Keller y reabre viejas heridas, en todo esto está presente Kate (Mady Christians), la madre atormentada de Larry, al que se4 niega a dar por muerto.
Sugestivo drama al que le cuesta arrancar, todo se siente confuso y envuelto en una nebulosa, hasta que aparece el personaje George, hijo de Herbert, entonces las emociones se desatan, con unos diálogos incisivos, que tienen su zenit en la cena explosiva, y entonces la madeja se empieza a desenredar y se comienzan a reflexionar temas como la ambición desmedida, la amoralidad, la amistad, los valores familiares, el sentido de la responsabilidad, el tormento por la culpa ajena, el desengaño, la hipocresía, la mentira o la redención. Ello abordado con intensidad dramática, dosificando la información para el espectador sepa lo mismo que el desconcertado y angustiado Chris. La obra resulta una metáfora sobre el capitalismo en su peor versión, en su vertiente de avaricia descontrolada, donde todo vale para obtener más y más plata, adquiriendo dimensión de un retrato deprimente de la Condición Humana, donde pisotear al que sea es posible para tener más y más, autoengañándose falazmente sobre un supuesto patrioterismo torticero, pues la familia Keller se ha enriquecido por la Guerra, incluso llevándose vidas por delante, autoengañándose en que es por el bien de los hijos, es una denuncia a una sociedad que retuerce unos valores éticos a su antojo, una sociedad egoísta, despreocupada, arrogante, que pretendía lanzarse a la felicidad artificiosa sin mirar atrás a sus errores.
La puesta en escena resulta harto sobria, sin ningún tipo de alarde, con una correcta dirección artística de Hilyard M. Brown (“La noche del cazador”) y Bernard Herzbrun (“Harvey”), con una fotografía de Russell Metty (“Spartacus”) en glorioso b/n moviéndose con soltura, jugando en algunos momentos con el expresionismo, son sombras y claroscuros, aunque con todo esto no deja el aire a obra de teatro televisada.
Edward G. Robinson es el alma del film, con una actuación sobresaliente, con carisma, fuerza, ímpetu, garra, derrochando empatía, con un lenguaje gestual soberbio, con esa media sonrisa descriptiva, pero dejando entrever grietas, maravilloso. Burt Lancaster queda muy ensombrecido por el Titán Robinson, aún así deja traslucir en algunos tramos su brío y personalidad, en su filmografía le llegarían momentos mejores. Mady Christians borda su rol de madre hastiada, que intenta vivir una artificiosa felicidad familiar. Louisa Horton resulta algo blandita en su crucial papel de navegar entre dos aguas. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Momentos recordables: La cena con George y los Keller donde las dudas le asaltan a Chris tras un desliz-lapsus de su padre; La charla fuera de plano de Joe y Kate, enfocando la cámara a la cortina ondulante de su dormitorio; La entrevista de Chris con Herbert en la cárcel, donde mediante flash-back se destapa la verdad; La virulenta discusión de Joe con Chris donde el padre cuenta por que hizo lo que hizo; El clímax final, en que Chris hace ver con la carta de Larry el daño en primera persona que hizo, parece como si antes al no conocer a las víctimas no le afectara, la madre reprende a Chris, pero Joe mientras sube alicaído las escaleras (la cámara le sigue de modo alegórico redentor) dice que ha hecho bien y que la carta le ha hecho ver que “Todos eran mis hijo> (los muertos), tras esto se oye un disparo.
Hay un cambio importante con respecto a la obra teatral ideada por Arthur Miller, el dramaturgo extiende el pecado a toda la industria de Defensa, con lo que la crítica a los estamentos estatales es sangrante, debió ser demasiado y decidieron acotar los culpables a los dueños de una fábrica.
Es una modesta propuesta, que sin muchas pretensiones te hace reflexionar sobre el comportamiento de las personas. Fuerza y honor!!!
Hay un cambio importante con respecto a la obra teatral ideada por Arthur Miller, el dramaturgo extiende el pecado a toda la industria de Defensa, con lo que la crítica a los estamentos estatales es sangrante, debió ser demasiado y decidieron acotar los culpables a los dueños de una fábrica.
Es una modesta propuesta, que sin muchas pretensiones te hace reflexionar sobre el comportamiento de las personas. Fuerza y honor!!!