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Voto de TOM REGAN:
8
6,9
3.386
Comedia
Adaptación de la popular obra homónima de Don Pedro Muñoz Seca. Cuando Don Mendo, marqués de Cabra, galante y audaz caballero medieval, escala un torreón para llegar a los aposentos de la bella Magdalena, es sorprendido por Don Nuño Manso de Jarama, el padre de la dama, que ha concedido la mano de su hija al Duque de Toro. Para proteger el honor de su amada, Don Mendo asegura que ha subido al torreón para robar, por lo que es condenado ... [+]
24 de septiembre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
181/20(25/08/18) Notable comedia realizada por el genial polifacético artista Fernando Fernán Gómez (dirige, escribe y protagoniza), astracanada adelantada a su tiempo, visionario del humor aquí desparrama originalidad riéndose de tanto con buen estilo bufo, hace burla del honor, del cine épico péplum tan en boga entonces (Ben-Hur, Spartacus, El Cid,…), del romanticismo, de la venganza, de la infidelidad, de la ninfomanía, del belicismo (riéndose de tácticas militares cuando se hace desaparecer y aparecer un ejército al antojo del que los dirige), del striptease (lo hace la espectacular Paloma Valdés con su media inexistente), de los dogmáticos estilos narrativos (gente hablando a cámara, se hiere al apuntador, caen nubes colgadas del cielo,…), festival de la risa hace burla incluso de los suicidios. Fernando Fernán Gómez acometió el encargo de adaptar al cine la pieza teatral de Pedro Muñoz Seca, obteniendo uno de sus mayores éxitos comerciales. Pedro Muñoz Seca, el creador, en este país, de nuevo género teatral, el astracán, género que utilizaba el chiste y el humor en todos los aspectos de la obra teatral, desde los diálogos, narrados en verso, pero llenos de chistes y anacronismos, hasta los decorados, totalmente de cartón y las declamaciones exageradas y las acciones ridículas. La Venganza de Don Mendo se convierte en un festival del absurdo al servicio de la risa, ejercicio surrealista metalingüístico, meta-teatral, meta-cinéfilo, comienza como teatro filmado en escenario pintado, para saltar a exteriores, y de allí de nuevo a un teatro de subrayado cartón piedra, para acabar con el telón cayendo y volviendo a subir para los actores saluden a la platea, que les dedica un cerrado aplauso, baja de nuevo el telón y sobre este un sobreimpresionado FIN, todo un Totum Revolutum. Fernán Gómez pensó en principio construir modestos decorados, similares a utilizados por modestas compañías ambulantes, injerencias de producción le obligaron a montar otros más complejos, delatando su procedencia teatral (en juego similar al manejado por Laurence Olivier en su “Henry V” en 1944). Todo un juego artificioso que nada se toma en serio, astracanada descaradamente satírica, con anacronismos, ruptura de la cuarta pared, esperpénticos de inventos (el mega-imán), una aquelarre de trampantojos (decorados, antorchas falsas, gente que pica piedra sin hacerlo, torturas en duchas anacrónicas, ejército de cuatro hombres marchando en círculo, fuentes de agua falsas, sangre que brota de cuerpos como geiseres,…), ello discurriendo en una narrativo en verso que añora el estilo medieval, pero en un tono de parodia burlesca. De alabar es el fenomenal elenco actoral encabezado por un carismático Fernán Gómez, seguido los siempre maravillosos Juanjo Menéndez, Antonio Garisa, Joaquín Roa y Lina Canalejas, pero sobre una memorable Paloma Valdés que desborda la pantalla con esos magnéticos ojos azules.
El realizador pone el foco en hacer parodia de las pujantes superproducciones péplums hollywoodienses, pero realizadas mayormente entre Italia y España, esto se ve reflejado sobre todo en las secuencias bélicas, como en el modo que se hace ver a un supuesto gran ejército, desfilando unos pocos soldados en círculo, con ese dantesco invento del imán (“… es carísimo y de importación”), haciendo chanzas de los grandes medios para contratar extras a tutiplén (por el modo de representar un ejército con unos pocos soldados), haciendo burlas de los hermoso escenarios con castillos notoriamente pintados en decorados con nubes dibujadas, se pitorrean de los lujosos interiores (con ridículos cartón piedra o con esas lámpara iluminadas por luz eléctrica, de la que incluso cuelgan los cables; esos árboles de atrezo; una flecha corta el hilo de una nube que cuelga del ficticio cielo), satirizando las peleas a espada con coreografías de chiste (épico como en el colmo Don Mendo no es capaz de romper su espada en señal de rendimiento), se rien de mecanismos narrativos cinematográficos como la voz en off narrativa (exuberante cuando Clodulfo narra la llegada de Pero para su boda, poniendo voz a los personajes, en un juego incisivo de ventriloquía); se ríe de las transiciones teatrales cuando para para hacer una elipsis los personajes parecen congelarse unos instantes para dar lugar a un fundido a negro; burlándose de las dramáticas muertes componiendo cuadros que rocen lo gore-camp en su ridiculez sangrante, se acude a humor absurdo-anacrónico, ejemplo, el tratamiento de los juegos de cartas, vemos en partidas que juegan con naipes enormes (Heraclio Fournier, marca vitoriana de 1870), una con número tipo dominó, otra con siete y media (delirante), referencias claras a la sota de bastos en el séquito del Rey, con referencias con dobles sentidos mordaces (aún más para la época en plena censura), o referencias al ajedrez como cuando se dice “Este rey es un caballo”, en clara alusión a un semental que va saltando (cual equino de tablero) de mujer en mujer, esto también acentuado cuando un escudero con un casco en punta (cual alfil de tablero) se coloca parado en un suelo en mosaico (cual tablero de ajedrez). Hay incluso tiempo para hacer guasas sobre la publicidad, ello cuando se habla de los señores de Pravia, dispuestos a luchar “Para lavar el baldón, la mancha que nos agravia, Conde Nuño, henos de Pravia”, Fernán Gómez añade de su cosecha (por supuesto no incluido originalmente en la obra de 1918) “Señores, menudo jabón” (al espectador metido en más de la cuarentena sabe de qué va el chiste).
El director añade motu proprio (no está en la obra original) una escena carga de cinismo, me refiero a la de la sal de torturas, apareciendo con un travelling vemos a un tipo quejándose mientras está siendo fustigado a cámara lenta pero con los latigazos en la pared, con sangre que salta a la vista es pintura, vemos a dos tipos que gritan mientras pasan frente a una pared de púas, aunque estas ni les rozan,… (sigue en spoiler)
El realizador pone el foco en hacer parodia de las pujantes superproducciones péplums hollywoodienses, pero realizadas mayormente entre Italia y España, esto se ve reflejado sobre todo en las secuencias bélicas, como en el modo que se hace ver a un supuesto gran ejército, desfilando unos pocos soldados en círculo, con ese dantesco invento del imán (“… es carísimo y de importación”), haciendo chanzas de los grandes medios para contratar extras a tutiplén (por el modo de representar un ejército con unos pocos soldados), haciendo burlas de los hermoso escenarios con castillos notoriamente pintados en decorados con nubes dibujadas, se pitorrean de los lujosos interiores (con ridículos cartón piedra o con esas lámpara iluminadas por luz eléctrica, de la que incluso cuelgan los cables; esos árboles de atrezo; una flecha corta el hilo de una nube que cuelga del ficticio cielo), satirizando las peleas a espada con coreografías de chiste (épico como en el colmo Don Mendo no es capaz de romper su espada en señal de rendimiento), se rien de mecanismos narrativos cinematográficos como la voz en off narrativa (exuberante cuando Clodulfo narra la llegada de Pero para su boda, poniendo voz a los personajes, en un juego incisivo de ventriloquía); se ríe de las transiciones teatrales cuando para para hacer una elipsis los personajes parecen congelarse unos instantes para dar lugar a un fundido a negro; burlándose de las dramáticas muertes componiendo cuadros que rocen lo gore-camp en su ridiculez sangrante, se acude a humor absurdo-anacrónico, ejemplo, el tratamiento de los juegos de cartas, vemos en partidas que juegan con naipes enormes (Heraclio Fournier, marca vitoriana de 1870), una con número tipo dominó, otra con siete y media (delirante), referencias claras a la sota de bastos en el séquito del Rey, con referencias con dobles sentidos mordaces (aún más para la época en plena censura), o referencias al ajedrez como cuando se dice “Este rey es un caballo”, en clara alusión a un semental que va saltando (cual equino de tablero) de mujer en mujer, esto también acentuado cuando un escudero con un casco en punta (cual alfil de tablero) se coloca parado en un suelo en mosaico (cual tablero de ajedrez). Hay incluso tiempo para hacer guasas sobre la publicidad, ello cuando se habla de los señores de Pravia, dispuestos a luchar “Para lavar el baldón, la mancha que nos agravia, Conde Nuño, henos de Pravia”, Fernán Gómez añade de su cosecha (por supuesto no incluido originalmente en la obra de 1918) “Señores, menudo jabón” (al espectador metido en más de la cuarentena sabe de qué va el chiste).
El director añade motu proprio (no está en la obra original) una escena carga de cinismo, me refiero a la de la sal de torturas, apareciendo con un travelling vemos a un tipo quejándose mientras está siendo fustigado a cámara lenta pero con los latigazos en la pared, con sangre que salta a la vista es pintura, vemos a dos tipos que gritan mientras pasan frente a una pared de púas, aunque estas ni les rozan,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
…, en el suelo otros dos riendo (se supone que de dolor) a los que “atormentan” con una rueda de plumas en la planta de los pies, al final vemos a otro encadenado a una bañera del SXX mientras chilla pro el dolor del agua de ducha, una viñeta de quilates riéndose del cine gore; se hacen también bromas sobre los etnicismos lingüísticos patrios, chanzas sobre los apellidos impronunciables vascos, verdugos Mendigundinchía u Otalaorreta, y una de las damas de la Reina, La Marquesa de Terrasa habla en marcado acento catalán, esto otra lanza más que sorteo la censura imperante, toda una explosión de valentía, dejando entrever que Españas hay varias y no una monolítica.
Se hacen continuas “coñas” sobre el adulterio e infidelidad (no sé cómo se lo saltó la censura, quizás porque con la comedia todo parece más trivial), haciendo gracietas visuales con el símbolo reconocible de los cuernos, Don Pero (Juanjo Menéndez) es Duque de Toro, su escudo lleva cuerno y peral, especialmente cuando habla con Don Nuño de su venganza, se sienta ante escudos con cuernos, la cámara consigue ponerle cuernos en lugar justo, teatralmente complicado, dada múltiple situación de los espectadores, además, en determinado momento suena un pasodoble torero. Don Nuño es Manso de Jarama y Don Mendo Marqués de Cabra, a la cual lleva dibujada en su baldón.
Sin dejar títere con cabeza, se ríen de otro género, como el musical, desde que vemos a ese juglar cantando, o ese número musical con ínfulas cabareteras, donde Magdalena comienza un striptease quitándose el calzado con ayuda de su dama, mientras se oye una anacrónica música, cerrándose una cortinilla justo en el momento en que se empieza a quietar el vestido; o Don Mendo cantando cual juglar al pie de la torre, “El relicario”, ello con el laúd, pero sorprendentemente se oye de fondo una orquesta acompañándole; o cuando Renato/Don Mendo trova a la corte su propia historia, a modo de resumen, condensa la práctica totalidad de lo visto hasta el momento;
Las interpretaciones resultan acertadamente sobreactuadas, propias del cine mudo, con mucho de aspavientos, de histrionismo, quedándole magnífico este teatral tono, con monólogos solemnes enfatizados por la realización, potenciando la astracanada: Fernando Fernán Gómez está delirante en su rol de juglar vengativo con apariencia bufa del Príncipe de Bekelar, ridiculizando con mucho veneno a las obras en verso, soberbio; Antonio Garisa en papel del frívolo monarca Alfonso VII, lo borda con mucho cinismo y ambigüedad moral; Juanjo Menéndez como Don Pero (el cornudo) está divertidísimo, demostrando su gran vena cómica; María Luisa Ponte como la dama de Magdalena, Doña Ramírez, tremenda con ese maquillaje grotesco, con una gran nariz y sobre ella una gran verruga, seguramente riéndose de como se suele poner al lado de una bella a una no agraciada, la actriz borda su papel; Paloma Valdés es para mí el sol que lo ilumina todo, su belleza superlativa es un insulto para quien le rodea, la luz azul que brillan sus ojos te imantan poderosamente, imposible no caer rendido a sus pies, un primor que borda su rol de femme fatale manipuladora.
Como defectillo su infinita rima en que se desenvuelven los personajes termina por agobiar, por algunos momentos desviar la aplicación, prestar demasiado oído y pensar en lo que dicen, esto resta capacidad de atención.
Fernán Gómez hace humor de lo artificioso, se regodea en ello, en contraste con las superproducciones que intentan trasladar realismo verité, subrayando lo falso (como esa mano del emparedado Don Mendo que sobresale de su “tumba” y es en realidad de un pelele), ello respetando el espíritu burlesco de la obra original. Una obra con mucho de los Monty Python, de Mel Brooks, de los ZAZ (Zucker; Abrahams; Zucker), pero siendo esta muy anterior. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/la-venganza-de-donmendo.html
Se hacen continuas “coñas” sobre el adulterio e infidelidad (no sé cómo se lo saltó la censura, quizás porque con la comedia todo parece más trivial), haciendo gracietas visuales con el símbolo reconocible de los cuernos, Don Pero (Juanjo Menéndez) es Duque de Toro, su escudo lleva cuerno y peral, especialmente cuando habla con Don Nuño de su venganza, se sienta ante escudos con cuernos, la cámara consigue ponerle cuernos en lugar justo, teatralmente complicado, dada múltiple situación de los espectadores, además, en determinado momento suena un pasodoble torero. Don Nuño es Manso de Jarama y Don Mendo Marqués de Cabra, a la cual lleva dibujada en su baldón.
Sin dejar títere con cabeza, se ríen de otro género, como el musical, desde que vemos a ese juglar cantando, o ese número musical con ínfulas cabareteras, donde Magdalena comienza un striptease quitándose el calzado con ayuda de su dama, mientras se oye una anacrónica música, cerrándose una cortinilla justo en el momento en que se empieza a quietar el vestido; o Don Mendo cantando cual juglar al pie de la torre, “El relicario”, ello con el laúd, pero sorprendentemente se oye de fondo una orquesta acompañándole; o cuando Renato/Don Mendo trova a la corte su propia historia, a modo de resumen, condensa la práctica totalidad de lo visto hasta el momento;
Las interpretaciones resultan acertadamente sobreactuadas, propias del cine mudo, con mucho de aspavientos, de histrionismo, quedándole magnífico este teatral tono, con monólogos solemnes enfatizados por la realización, potenciando la astracanada: Fernando Fernán Gómez está delirante en su rol de juglar vengativo con apariencia bufa del Príncipe de Bekelar, ridiculizando con mucho veneno a las obras en verso, soberbio; Antonio Garisa en papel del frívolo monarca Alfonso VII, lo borda con mucho cinismo y ambigüedad moral; Juanjo Menéndez como Don Pero (el cornudo) está divertidísimo, demostrando su gran vena cómica; María Luisa Ponte como la dama de Magdalena, Doña Ramírez, tremenda con ese maquillaje grotesco, con una gran nariz y sobre ella una gran verruga, seguramente riéndose de como se suele poner al lado de una bella a una no agraciada, la actriz borda su papel; Paloma Valdés es para mí el sol que lo ilumina todo, su belleza superlativa es un insulto para quien le rodea, la luz azul que brillan sus ojos te imantan poderosamente, imposible no caer rendido a sus pies, un primor que borda su rol de femme fatale manipuladora.
Como defectillo su infinita rima en que se desenvuelven los personajes termina por agobiar, por algunos momentos desviar la aplicación, prestar demasiado oído y pensar en lo que dicen, esto resta capacidad de atención.
Fernán Gómez hace humor de lo artificioso, se regodea en ello, en contraste con las superproducciones que intentan trasladar realismo verité, subrayando lo falso (como esa mano del emparedado Don Mendo que sobresale de su “tumba” y es en realidad de un pelele), ello respetando el espíritu burlesco de la obra original. Una obra con mucho de los Monty Python, de Mel Brooks, de los ZAZ (Zucker; Abrahams; Zucker), pero siendo esta muy anterior. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/la-venganza-de-donmendo.html