235/08(17/09/10) Rob Reiner nos obsequio con un entrañable cuento de aventuras romántico, un homenaje a nuestra más tierna infancia, infancia en la que nuestra imaginación no tenía límites, donde aún nuestra inocencia era virgen, donde el bien y el mal estaba bien definido, un tributo a nuestros abuelos, al cariño con que nos leían un libro de aventuras, y por supuesto un alegato a favor de la lectura. Es esta una cinta sin pretensiones, que tampoco fue un éxito comercial pero que con el tiempo ha ganado una legión de seguidores que le han hecho ser eso que se suele llamar ‘film de culto’ y a fe que se lo merece. Es un vehículo de entretenimiento de principio a fin, no inventa algo, no tiene escenas espectaculares de acción, no tiene enormes actuaciones, los personajes son arquetipos, la historia es previsible, pero el gran guionista William Goldman (‘Dos hombres y un destino’, ‘Todos los hombres del presidente’ o ‘Misery’) adapta su novela de forma magnífica, ayudado por supuesto por una muy buena realización de Reiner que incrustan personajes entrañables, de una empatía prodigiosa, de los que emocionan, sin caer nunca en la cursilería, rebosante de humor sano, con unos diálogos memorables, creando unas situaciones que nos transportan a un pasado idealizado, donde el bien triunfa sobre el mal, en el cual el amor verdadero supera a la muerte, en el que los gigantes son bonachones trovadores, en el que hay un paladín español vengador que busca al hombre de los seis dedos para poder decirle <Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir>, en el que los piratas no son lo que parecen, donde hay incluso duelos a muerte filosófico-intelectuales. Otro de sus puntos fuertes es su excelente puesta en escena, de una elegancia excelsa, con unos paisajes bucólicos que evocan a la belleza, gracias al gran trabajo del fotógrafo Adrian Biddle que resalta la viveza de los colores para transmitir optimismo y alegría, así como la estupenda música creada por el ‘Dire Straits’ Mark Knofler, que además escribe la deliciosa canción que adorna toda la cinta ‘Storybook love’, cantada en estado de gracia por Willy DeVille. Robin Wright nunca ha estado más bella, en su caso es complicado pues preciosa, Cary Elwes está fascinante, irradia hidalguía, de un bien parecido que da envidia, derrocha simpatía, un encanto para las mujeres, lástima que una carrera que debería haber despegado con este trabajo nunca ha despuntado, se ha quedado en el camino, los secundarios tienen todos un gran trabajo, destacando Wallace Shawn (Vizzini) con su mítica palabra <Inconcebible>, o el adorable André Roussimoff (Fezzik), pero me quedo con Mandy Patinkin dando vida a Iñigo Montoya, un rol de leyenda, un secundario que ensombrece a los protagonista con su poderoso carisma. Recomendable a los que gusten de viajar a un pasado deliciosamente idealizado, don de nuestra más tierna imaginación estaba aún sin maldad. Fuerza y honor!!!