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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Drama Esta película no tiene argumento. Es más bien un aguafuerte o, quizá, uno de aquellos retratos al minuto que hacían los pintores sin talento en las calles de Madrid en torno a 1950. La capital era entonces más que nunca el rompeolas de España. Un rompeolas gris, de cartillas de racionamiento, tierno y cruel a la vez, pobre hasta en sus alegrías, convaleciente (siempre con décimas al atardecer), pero también pícaro, festivo y ... [+]
1 de noviembre de 2020
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
361/31(31/10/20) Empezaré diciendo que me considero aficionado al cine del madrileño José Luis Garci (con guión propio con su inseparable Horacio Valcárcel), pero este intento nostálgico coral de recoger los efluvios de la España de 1950 me ha resultado naif, un mosaico indefinido y difuso de situaciones que parecen descartes de guión de otras cintas, obra muy fragmentaria donde caben tanto algunas situaciones medio hiladas, como otras en que los personajes apenas hacen una escena, ello inspirándose claramente en la novela de 1951 Camilo José Cela “La colmena”, llevada al cine por Mario Camus en 1982, en este caso enmarcada en la más cercana post-guerra de 1942. Un alargadísimo metraje para lo poco (que ya es decir mucho) que cuenta, donde Garci, eso sí, vuelve a hacer gala de su cinefilia y mantras constantes (clásicos del cine, futbol, toros,...). Pero todo esto narrado desde un sentido plúmbeo, donde combina situaciones que si pueden tener que ver con el año en cuestión con otras de lo más rebuscado. Y eso que tenía puestas muchas esperanzas en la cinta, pero al final (por destacar) lo bueno son algunas actuaciones de legendarios intérpretes hispanos como Fernando Fernán Gómez (de los de una sola escena, aunque erigiéndose en gurú de las clásicas tertulias de café) Agustín González, Alfredo Landa, Carlos Larrañaga, Aurora Bautista, con otros muy buenos como Santiago Ramos, Antonio Dechent, Fernando Guillén Cuervo, Manuel Galiana, Luis Varela, Ana Fernández, José María Pou, Andrés Pajares, Miguel Rellán, con otros famoso por la tele de entonces y que nunca han demostrado demasiado. Pero lo importante que es una historia (o micro-historias) que te calen se queda en algo superficial, buenista y que apenas rasca, tanto que se olvida tan pronto como se termina. Tampoco ayuda una puesta en escena muy estática, solo de interiores (ya sé que quiere reflejar el microuniverso de entonces de pensiones, cafés añejos, timbas, bancos,...), que aunque estén creados los decorados por el bi-oscarizado Gil Parrondo (“Patton” y “Nicolás y Alejandra”), estos se notan falsetes cartón piedra. Hay un desarrollo que nunca termina de hincar el diente, se queda en un esbozo, apuntes a pie de página, con diálogos poco sustanciosos, donde todo se recoge in media res y acaba en coitus interruptus (ósea, sin finalizar nada), esto se podría entender si en medio hubiera algo de chicha. Y es que llega a parecer que como ninguna de las ideas para las diferentes subtramas tiene peso alguna, te quieren arrollar por acumulación, y esto me resulta poco estimulante, pues la sensación de vacío al terminar me ha resultado notoria, tanto que me preguntaría a Garci: “Si no tienes nada que contar, porque lo cuentas?”.

Combina varios géneros de modo plano, como el drama, la comedia, el romanticismo, o la denuncia sociopolítica, todo ello con aire de pellizquito de ursulina liviano. Se habla de la censura intelectual, de los (peligrosos) avances tecnológicos, las detenciones políticas, del clero, de la avaricia, se insinúa el lesbianismo, pero todo ello sin llegar a emocionarte en momento alguno. Tiene sub tramas que nos e saben a qué viene, como la de los empleados del taller, como la de los toreros de salón (como alguien podía emocionarse viendo a un tipo torear a otro, no me lo creo), los de la academia de baile, la rancia (sacada de “Dama por un día”) del bedel del banco que se hace pasar por director, sin ningún punch, el director del banco metido a censor de guiones, metiéndole a Beatriz Rico de esposa (adornando esto con un vergonzoso momento de vergüenza ajena cuando enseña los pechos [eso sí, preciosos] de modo gratuito y chirriante), o esa que no va a lado alguno de la taquillera del metro. Por comentar algo positivo, está su bonito epílogo con la pareja que lleva la academia de baile disfrutando ambos solos danzando el número ‘Cheek to Cheek’ del film clásico “Sombrero de copa” (1935).

Me queda una decepción de película, sin ser mala, pero es que esperaba algo que me rozara cuando menos y no lo ha conseguido con sus microhistorias caleidoscópicas. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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