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Voto de TOM REGAN:
8
7,5
3.817
Drama
Cuando a Alexander, un escritor griego, le quedan pocos días de vida, necesita resolver un dilema: morir como alguien ajeno a los demás o aprender a amarlos y a comprometerse con ellos. Elegida la segunda vía, lee las cartas de Anna, su esposa fallecida, y cierra su casa en la playa. Un día lluvioso, encuentra a alguien que le ofrece la oportunidad de cumplir su compromiso: un niño albanés al que ayuda a pasar la frontera mientras le ... [+]
20 de mayo de 2019
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78/08(13/05/19) Sugerente film griego realizado por Theo Angelopoulos, obra embestido de un turbador lirismo que radiografía de modo poético el ocaso de la vida de un escritor (por una dolencia no especificada, según Angelopoulos, podría ser un cáncer existencial que amenaza con matarlo suavemente) en las que pueden ser sus últimas horas, el análisis de una vida en el crepúsculo de la misma, de la nación helena, el peso del tiempo, , ello con un protagonista superlativo en la figura de Bruno Ganz (originalmente destinado a Marcello Mastroianni, quien enfermó antes del rodaje, tomando el papel el actor suizo, que lo interpreta en alemán, siendo doblado al griego), al que dedico esta crítica por su reciente fallecimiento). Escrito por Angelopoulos, Tonino Guerra (“Blow-up” o “Amarcord”), Petros Markaris (“El paso suspendido de la cigüeña” o “Eleni”) y Giorgio Silvagni (“La mirada de Ulises” o “Eleni”), supuso el reconocimiento mundial para un cineasta críptico y de difícil digestión en muchos casos, aquí hace probablemente su cinta más abierta con este homenaje a la vida vivida, a su tempus fugit, a los recuerdos que nos marcan, a la familia, al amor, a la niñez, al dolor de la pérdida, todo un compendio de elementos que remueven conciencias y te hacen reflexionar sobre lo que has dejado atrás, una historia con profundas raíces existenciales, con momentos conmovedores, que introspecciona con sentido onírico la memoria, proyectándola con una estética visual sugerente. La idea de La eternidad y un día se remonta al fallecimiento de dos personas importantes en la vida de Theo Angelopoulos, según la confesión del realizador, la de Mikes Karapiperis, el jefe decorador de las primeras películas del cineasta, y la del actor italiano Gian Maria Volonté, muerto en 1994 durante el rodaje de “La mirada de Ulises”, de estas dos desapariciones fluyen las ganas de saber lo que estas personas habrían hecho si hubieran tenido un día más de vida. La Eternidad y un día cierra una trilogía comenzada con El paso suspendido de la cigüeña (1991) y continuada por La mirada de Ulises (1995). Tres películas que evocan cada una a su manera «la noción de límite o de frontera en la comunicación entre los seres, en el amor, en el paso de la vida a la muerte» como explica Theo Angelopoulos. La película ganó la Palma de Oro y el Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Cine de Cannes de 1998. Seleccionada como entrada griega al Oscar Película en Lengua Extranjera, pero no fue aceptada como nominada.
Es una reflexión serena marcada por la melancolía sobre el sentido de la vida, sobre escudriñar nuestro pasado buscando las personas y momentos claves que se quedan por siempre, ello con una narrativa nostálgica, derrochando alegorías de todo tipo, buscando las esencias que nos ha dejado lo vivido, en un desarrollo en el que se salta las líneas temporales y de espacio, aparece rejuvenecida y esplendorosa su esposa (fallecida) con un hermoso vestido blanco a lunares negros, aparece su madre (también muerta) rememorando la infancia del protagonista, asistimos con él a una fiesta en la playa, fiesta que fue en el pasado, un universo paralelo de recuerdos que no son más que el subconsciente de un hombre repasando sus existencia ante la inminente mortalidad. Esto lo enfrenta el protagonista Alexander que es un tipo que siempre dejó las cosas a medias, para ello el epítome es como escritor su última novela sin terminar, ser que ha decidido su propio fin, renegando del frío y triste reciclaje del hospital, en una huida hacia adelante. Alexander es un espíritu meditabundo que ante el anochecer de la vida su mundo se agrieta, su hija (Iris Chatziantoniou) le comunica que ha vendido la casa de la playa y que al día siguiente las excavadoras la destruirán, dejando constancia del enfrentamiento generacional, de cómo las nuevas generaciones no comulgan con los recuerdos, son más partidarios del materialismo, y con esta residencia Alexander sentirá su pasado se desmorona, ejemplificado en el lugar donde vivió tiempos felices con su mujer. También la hija le entrega una carta de su esposa antigua, donde todo junto le provoca un coctel mental de nostalgia. Angelopoulos lo escenifica con mucha metáfora simbólica, identificando al protagonista con un poeta antiguo que volvió a su Grecia natal, creando un hálito de felicidad con la recurrente secuencia en la playa, viajando por la nación y su costumbrismo en una bucólica boda, o con sus miserias de la frontera con gente deseando escapar de la miseria albanesa al país heleno, ello en una imagen desgarradora de en medio de un paisaje nevado decenas de personas pegada contra la valla.
Hay recursos con el que Angelopoulos juega con habilidad alegórica, me refiero a la aparición de un rubio niño albanés (Achileas Skevis) que lo vemos por primera vez limpiando el parabrisas, y que Alexander ayuda a escapar primero de la policía y luego de los traficantes de personas, con el que el escritor crea un fuerte vínculo afectivo, que trasciende cual relevo generacional, en el que el protagonista vuelca la icónica historia del poeta comprador de palabras griegas, relación de gran sensibilidad, viéndose reflejado Alexander en sus ganas de vivir, uniendo circularmente el fin de la vida con el inicio de la misma, haciéndole rememorar su infancia. Asimismo este niño sirve para criticar nuestro mundo occidental actual, con las mafias que comercian y explotan la desesperación de los inmigrantes, además de no empatizar las sociedades acomodadas con el sufrimiento de pueblos vecinos, esto reflejado en esa valla fronteriza plagada de seres abatidos y deseando entrar en nuestro primer mundo;... (sigo en spoiler)
Es una reflexión serena marcada por la melancolía sobre el sentido de la vida, sobre escudriñar nuestro pasado buscando las personas y momentos claves que se quedan por siempre, ello con una narrativa nostálgica, derrochando alegorías de todo tipo, buscando las esencias que nos ha dejado lo vivido, en un desarrollo en el que se salta las líneas temporales y de espacio, aparece rejuvenecida y esplendorosa su esposa (fallecida) con un hermoso vestido blanco a lunares negros, aparece su madre (también muerta) rememorando la infancia del protagonista, asistimos con él a una fiesta en la playa, fiesta que fue en el pasado, un universo paralelo de recuerdos que no son más que el subconsciente de un hombre repasando sus existencia ante la inminente mortalidad. Esto lo enfrenta el protagonista Alexander que es un tipo que siempre dejó las cosas a medias, para ello el epítome es como escritor su última novela sin terminar, ser que ha decidido su propio fin, renegando del frío y triste reciclaje del hospital, en una huida hacia adelante. Alexander es un espíritu meditabundo que ante el anochecer de la vida su mundo se agrieta, su hija (Iris Chatziantoniou) le comunica que ha vendido la casa de la playa y que al día siguiente las excavadoras la destruirán, dejando constancia del enfrentamiento generacional, de cómo las nuevas generaciones no comulgan con los recuerdos, son más partidarios del materialismo, y con esta residencia Alexander sentirá su pasado se desmorona, ejemplificado en el lugar donde vivió tiempos felices con su mujer. También la hija le entrega una carta de su esposa antigua, donde todo junto le provoca un coctel mental de nostalgia. Angelopoulos lo escenifica con mucha metáfora simbólica, identificando al protagonista con un poeta antiguo que volvió a su Grecia natal, creando un hálito de felicidad con la recurrente secuencia en la playa, viajando por la nación y su costumbrismo en una bucólica boda, o con sus miserias de la frontera con gente deseando escapar de la miseria albanesa al país heleno, ello en una imagen desgarradora de en medio de un paisaje nevado decenas de personas pegada contra la valla.
Hay recursos con el que Angelopoulos juega con habilidad alegórica, me refiero a la aparición de un rubio niño albanés (Achileas Skevis) que lo vemos por primera vez limpiando el parabrisas, y que Alexander ayuda a escapar primero de la policía y luego de los traficantes de personas, con el que el escritor crea un fuerte vínculo afectivo, que trasciende cual relevo generacional, en el que el protagonista vuelca la icónica historia del poeta comprador de palabras griegas, relación de gran sensibilidad, viéndose reflejado Alexander en sus ganas de vivir, uniendo circularmente el fin de la vida con el inicio de la misma, haciéndole rememorar su infancia. Asimismo este niño sirve para criticar nuestro mundo occidental actual, con las mafias que comercian y explotan la desesperación de los inmigrantes, además de no empatizar las sociedades acomodadas con el sufrimiento de pueblos vecinos, esto reflejado en esa valla fronteriza plagada de seres abatidos y deseando entrar en nuestro primer mundo;... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
…Otro es la visita que Alexander hace a su madree senil en el hospital, entrelazando como con el niño, el pasado, el presente y el futuro, mostrando no solo el reflejo de un hijo en su progenitora, sin exponiendo la frialdad de los hospitales donde el protagonista no quiere ir a parar como un cementerio de elefantes; Otro brillante recurso es el ómnibus como contenedor de cruce de generaciones, de contraste de caracteres, con músicos melenudos tocando melodías clásicas, activistas políticos comunistas, una pareja de estudiantes enamorados y discutiendo (probablemente el Alexander y su esposa del pasado), o un poeta de finales de SXIX recitando un poema. Es una cinta que tiene algunas taras, como por ejemplo que le cuesta arrancar, teniendo su primer cuarto de metraje algo pesaroso y disperso, cuesta de enfocar de qué va.
Bruno Ganz es el alma del film, demostrando sutileza expresiva, con un rostro expectante que parece disfrutar de sus recuerdos, en una extraña mezcla de nostalgia y alegría vital, de sonrisa tenue pero incisiva, de mirada reflexiva, es la viva aceptación de lo que el futuro le depare, emite un turbador y efervescente mundo interior donde conviven pesares y felicidades, muy bueno (aunque doblado al heleno); Achileas Skevis como el niño albano sin nombre, desprende ternura.
La puesta en escena resulta muy bueno en su sentido de transmitir emociones, rodándose en Tesalónica y alrededores, esto filtrado por la cinematografía de Giorgos Arvanitis y Andreas Sinanos, con planos secuencia constantes, con movimiento a suaves que mecen las imágenes cruzando ventanas, acercándose emocionalmente a los personajes en travellings deliciosos, creando cuadros de enrome belleza, con coreografías estudiadas para el dramatismo, con profundidades de campo para aislar, jugando con la percepción del ojo humano con espejos o cristales difusos, con paisajes urbanos feistas que contrastan con la belleza etérea de la playa, ello en paisajes donde nunca aparece el sol, los cielos nublados grisáceamente. Eleni Karaindrou (“Paisaje en la niebla” o “La mirada de Ulises”) cvompone la bella música que acompasa las secuencias, con melodías de piano hermosas.
Spoiler:
Queda un lindo tramo final. Tras dejar Alexander al niño para que suba en un barco con destino se supone a la felicidad, el escritor parece ya pleno, sin rumbo, ello escenificado con él en su auto frente a un semáforo en verde y parado, mientras todos los coches a su alrededor le adelantan; Y ya se supone líricamente fallecido y se une en la playa a un baile con su querida esposa, y él le pregunta a ella:
Alexander: -Una vez te pregunté: Cuánto dura el mañana?
Anna: -La eternidad y un día.ar cual inmensidad infinita tras la vida.
... terminando mirando Alexander mirtando al mar, con la cámara cogiéndolo de espaldas.
En conjunto me queda una notable película sobre algo tan “nimio” como la VIDA que dejamos atrás. Fuerza y honor!!!
Bruno Ganz es el alma del film, demostrando sutileza expresiva, con un rostro expectante que parece disfrutar de sus recuerdos, en una extraña mezcla de nostalgia y alegría vital, de sonrisa tenue pero incisiva, de mirada reflexiva, es la viva aceptación de lo que el futuro le depare, emite un turbador y efervescente mundo interior donde conviven pesares y felicidades, muy bueno (aunque doblado al heleno); Achileas Skevis como el niño albano sin nombre, desprende ternura.
La puesta en escena resulta muy bueno en su sentido de transmitir emociones, rodándose en Tesalónica y alrededores, esto filtrado por la cinematografía de Giorgos Arvanitis y Andreas Sinanos, con planos secuencia constantes, con movimiento a suaves que mecen las imágenes cruzando ventanas, acercándose emocionalmente a los personajes en travellings deliciosos, creando cuadros de enrome belleza, con coreografías estudiadas para el dramatismo, con profundidades de campo para aislar, jugando con la percepción del ojo humano con espejos o cristales difusos, con paisajes urbanos feistas que contrastan con la belleza etérea de la playa, ello en paisajes donde nunca aparece el sol, los cielos nublados grisáceamente. Eleni Karaindrou (“Paisaje en la niebla” o “La mirada de Ulises”) cvompone la bella música que acompasa las secuencias, con melodías de piano hermosas.
Spoiler:
Queda un lindo tramo final. Tras dejar Alexander al niño para que suba en un barco con destino se supone a la felicidad, el escritor parece ya pleno, sin rumbo, ello escenificado con él en su auto frente a un semáforo en verde y parado, mientras todos los coches a su alrededor le adelantan; Y ya se supone líricamente fallecido y se une en la playa a un baile con su querida esposa, y él le pregunta a ella:
Alexander: -Una vez te pregunté: Cuánto dura el mañana?
Anna: -La eternidad y un día.ar cual inmensidad infinita tras la vida.
... terminando mirando Alexander mirtando al mar, con la cámara cogiéndolo de espaldas.
En conjunto me queda una notable película sobre algo tan “nimio” como la VIDA que dejamos atrás. Fuerza y honor!!!