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Voto de TOM REGAN:
7
2 de abril de 2022
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91/24(20/03/22) Sugestivo melodrama producido y dirigido por Elia Kazan, a partir de un guión escrito por William Inge (“Bus Stop” o “Picnic”), inspirándose este en gente que conoció mientras crecía en Kansas en la década de 1920. Le contó la historia al director Elia Kazan cuando estaban trabajando en una producción de la obra de Inge, “The Dark at the Top of the Stairs” en 1957, acordaron que sería una buena película y que querían trabajar juntos en ella, Inge lo escribió primero como novela, luego como guión. Siendo protagonizada por Natalie Wood y Warren Beatty (en su debut cinematográfico) como dos novios de la escuela secundaria, derivando la historia un análisis psicológico de las puritanas represiones sexuales, y como afectan a los adolescentes, abordando también el idealismo de los primeros amores, esos que creemos serán los últimos, y de soslayo ataca a la sociedad y su hipocresía, su culto a las falsas apariencias, reflejado esto en este universo (machista) en que los padres de cada uno de la pareja, ultra protectores, celosa de la virtud de ella (la madre) y precavido por si hubiera ‘penalti’ con él (el padre). Mostrando a cada uno de la pareja en una odisea existencial que los atormenta pro dentro por ser presas de los convencionalismos rígidos y pacatos de un microcosmo conservador que constriñe los impulsos sexuales. Pat Hingle, Audrey Christie, Barbara Loden, Zohra Lampert y Joanna Roos aparecen en papeles secundarios.
En 1928 Kansas, Wilma Dean "Deanie" Loomis (maravillosa Natalie Wood, todo un fulgor juvenil que emite todo el caudal de emociones que requiere su rol para que llegue al espectador sus traumas internos, además de una beldad sublime) es una adolescente virginal que sigue el consejo de su madre (excelente Audrey Christie) de resistir su deseo sexual con su novio Bud Stamper (un tanto manso Warren Beatty). La progenitora le ‘ensucia’ sus deseos sexuales, “Tu padre nunca me puso la mano encima hasta que nos casamos y luego cedí porque una esposa tiene que hacerlo. Una mujer no disfruta de estas cosas como lo hace un hombre. Ella simplemente deja que su esposo se acerque a ella para tener hijos”. Ello en un claro ejemplo de la educación reaccionario judeo-cristiana más cruda. Deannie intenta reprimirse, ama a Bud, pero la educación es para ella un corsé insalvable que la hace ser casta.
Un desarrollo bien urdido en su primera parte, exponiendo este sub mundo retrógrado que oprime la carnalidad, pero que desgraciadamente cuando la pareja por circunstancias (no hay que spoilear) se separan y dejan su pueblo baja peldaños en su intensidad hacia el psicoanálisis que añade densidad y con ello el espectador (o sea, yo) se aleja de la hasta entonces subyugante relato, aunque en su favor tiene un epílogo espléndido (spoiler), que da sentido a la narración. Historia donde se hace una alegoría hábil sobre la Belle Epoque de los años 20, y como el Crack del 29 sirve como metáfora del despertar de la inocencia, cual catarsis donde todo cambiara.
Esta ‘educación’ hace que ambos sufran, vivan en la insatisfacción, y llegan cada uno a un colapso diferente (ella reflejado cuando gruita desesperada ‘Yo no tengo orgullo!’), pero auspiciado por esos picores sexuales a los que no les dan salida con quien aman (él se busca a la chica fácil del Instituto para desahogarse).
Los padres de Bud están avergonzados de su hermana mayor Ginny (buena Barbara Loden), chica fiestera promiscua y a la moda que fuma, bebe y recientemente fue traída de Chicago, donde sus padres anularon un matrimonio con alguien que se casó con ella únicamente por su dinero; el rumor en la ciudad es que en realidad tuvo un aborto. Ella es el ejemplo de cuando te pasas de rosca puedes generar que un hijo tuyo haga todo lo contrario a lo que quieres, aunque se haga daño a sí misma, con tal de hacerte dolor a los padres, pierde la autoestima, pero deteriora sus progenitores.
Kazan expone con fuerza dramática como el poder de la educación familiar poder ser un lastre moral cual camisa de fuerza, ello a través de los padres, en este caso en cada lado hay uno que se convierte en ‘guardián de la virtud’. Por parte de Deanie, padres bienintencionados, pero castrantes en sus ansias de que sean solo como ellos pretenden, esto repercute en la infelicidad de sus vástagos, esta moral que intentan impregnarles termina por asfixiarles. La Sra Loomis cree que el matrimonio es el precio a pagar para poder estar con una joven virgen, cual si para el hombre sus únicos sentimientos sean sexuales y los de la mujer obtener un esposo y con ello la familia, como si fuera un ser sin apetencias sexuales. Kazan sabe no traspasar la línea hasta caricaturizar a la madre como mala intrínseca, le da motivaciones, aunque sean equivocadas, lo cual hace entendible su comportamiento, pues fue lo que ella aprendió de su madre. Frente a ella está el marido (buen Fred Stewart), tipo castrado por su mujer, apocado, siempre al fondo de marco, se nota no le gusta la actitud de su esposa, pero no hace nada, aunque al final tiene un rasgo de pundonor con su hija.
Y en el otro lado tenemos a Ace, padre de Bud (gran y carismático Pat Hingle), epítome del macho tóxico y alienante, quiere que su hijo sea lo que él quiere, que estudie donde él no pudo, que tenga las mujeres que deseé (muy bueno el tramo en que este cree que por proporcionarle a su retoño una joven similar físicamente a Deanie va a ser lo mismo, ejemplificando que para Ace los sentimientos no cuentan), y que luego se case con una mujer ‘decente’. Bud es hijo de una de las familias más prósperas del pueblo debido a la extracción de petróleo... (sigo en spoiler)
En 1928 Kansas, Wilma Dean "Deanie" Loomis (maravillosa Natalie Wood, todo un fulgor juvenil que emite todo el caudal de emociones que requiere su rol para que llegue al espectador sus traumas internos, además de una beldad sublime) es una adolescente virginal que sigue el consejo de su madre (excelente Audrey Christie) de resistir su deseo sexual con su novio Bud Stamper (un tanto manso Warren Beatty). La progenitora le ‘ensucia’ sus deseos sexuales, “Tu padre nunca me puso la mano encima hasta que nos casamos y luego cedí porque una esposa tiene que hacerlo. Una mujer no disfruta de estas cosas como lo hace un hombre. Ella simplemente deja que su esposo se acerque a ella para tener hijos”. Ello en un claro ejemplo de la educación reaccionario judeo-cristiana más cruda. Deannie intenta reprimirse, ama a Bud, pero la educación es para ella un corsé insalvable que la hace ser casta.
Un desarrollo bien urdido en su primera parte, exponiendo este sub mundo retrógrado que oprime la carnalidad, pero que desgraciadamente cuando la pareja por circunstancias (no hay que spoilear) se separan y dejan su pueblo baja peldaños en su intensidad hacia el psicoanálisis que añade densidad y con ello el espectador (o sea, yo) se aleja de la hasta entonces subyugante relato, aunque en su favor tiene un epílogo espléndido (spoiler), que da sentido a la narración. Historia donde se hace una alegoría hábil sobre la Belle Epoque de los años 20, y como el Crack del 29 sirve como metáfora del despertar de la inocencia, cual catarsis donde todo cambiara.
Esta ‘educación’ hace que ambos sufran, vivan en la insatisfacción, y llegan cada uno a un colapso diferente (ella reflejado cuando gruita desesperada ‘Yo no tengo orgullo!’), pero auspiciado por esos picores sexuales a los que no les dan salida con quien aman (él se busca a la chica fácil del Instituto para desahogarse).
Los padres de Bud están avergonzados de su hermana mayor Ginny (buena Barbara Loden), chica fiestera promiscua y a la moda que fuma, bebe y recientemente fue traída de Chicago, donde sus padres anularon un matrimonio con alguien que se casó con ella únicamente por su dinero; el rumor en la ciudad es que en realidad tuvo un aborto. Ella es el ejemplo de cuando te pasas de rosca puedes generar que un hijo tuyo haga todo lo contrario a lo que quieres, aunque se haga daño a sí misma, con tal de hacerte dolor a los padres, pierde la autoestima, pero deteriora sus progenitores.
Kazan expone con fuerza dramática como el poder de la educación familiar poder ser un lastre moral cual camisa de fuerza, ello a través de los padres, en este caso en cada lado hay uno que se convierte en ‘guardián de la virtud’. Por parte de Deanie, padres bienintencionados, pero castrantes en sus ansias de que sean solo como ellos pretenden, esto repercute en la infelicidad de sus vástagos, esta moral que intentan impregnarles termina por asfixiarles. La Sra Loomis cree que el matrimonio es el precio a pagar para poder estar con una joven virgen, cual si para el hombre sus únicos sentimientos sean sexuales y los de la mujer obtener un esposo y con ello la familia, como si fuera un ser sin apetencias sexuales. Kazan sabe no traspasar la línea hasta caricaturizar a la madre como mala intrínseca, le da motivaciones, aunque sean equivocadas, lo cual hace entendible su comportamiento, pues fue lo que ella aprendió de su madre. Frente a ella está el marido (buen Fred Stewart), tipo castrado por su mujer, apocado, siempre al fondo de marco, se nota no le gusta la actitud de su esposa, pero no hace nada, aunque al final tiene un rasgo de pundonor con su hija.
Y en el otro lado tenemos a Ace, padre de Bud (gran y carismático Pat Hingle), epítome del macho tóxico y alienante, quiere que su hijo sea lo que él quiere, que estudie donde él no pudo, que tenga las mujeres que deseé (muy bueno el tramo en que este cree que por proporcionarle a su retoño una joven similar físicamente a Deanie va a ser lo mismo, ejemplificando que para Ace los sentimientos no cuentan), y que luego se case con una mujer ‘decente’. Bud es hijo de una de las familias más prósperas del pueblo debido a la extracción de petróleo... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... A su vez, Bud sigue a regañadientes el consejo de su padre Ace de esperar para casarse con Deanie hasta después de la universidad (lo presionan para ir a la de Yale) y encontrar otro tipo de chica con quien satisfacer sus deseos, el progenitor le espeta que hay dos tipos de chicas, "buenas" y "malas", las "malas" son solo para desfogarse, pero no para casarse y tener una familia, por lo que Bud desea a Deanie, pero por imposición moral no quiere ir lejos sexualmente, para no verla como ‘mala’. Lo que deja traslucir como esta presión constante del padre hace que el hijo de tener voluntad y arrojo para hacer lo que desea realmente, se somete a los anhelos del padre.
La puesta en escena es estupenda en su función de establecer un estado de ánimo. Ya desde la fenomenal dirección artística del bi-oscarizado (por “”Quien teme a Virginia Woolf” y “Dick Tracy”) Richard Sylbert, con lugares tan bellos como las cataratas High Falls-Nueva York (donde Kazan tenía una casa de verano), en claro simbolismo de las aguas torrenciales con los sentimientos de la pareja protagónica; Como gran fotografía del polaco Boris Kaufman (“L’Atalante” o “La Ley del Silencio”), inundando de colorido los fotogramas, con profusión de verde esperanza, con destellos de rojo pasión, componiendo planos de gran belleza, aportando el cromatismo de la Belle Epoque, donde el sueño de la Utopia de la fiesta sin fin era infinito.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Cuando la pareja en casa de ella, estando la vivienda sin los padres los dos se frotan y besan, transmitiendo el fuegop sexual latente entre ambos, él de pie y la pone a ella agachada, en clara posición que antecede a una felación (no sé cómo la censura de entonces lo permitió), aunque la cosa se queda en interruptus por su moralismo; Cuando Deanie muestra su locura corriendo por el rio y cascada hasta tirarse al agua demente; Cuando Texas Guinan (Phyllis Diller) sobre un escenario hace una broma sobre el Crack del 29, de como para llegar al club ha tenido que sortear los cuerpos de los suicidas (por haberse arruinado) que se lanzaban por las ventanas de los rascacielos, esto provoca las risas entre los espectadores, entre ellos Ace, para a continuación ver lo mirando el cata-crack de sus acciones en su despacho, esto hace que él mismo se lance por la ventana.
Cuando Deanie llega a casa del hospital, su madre no quiere que vea a Bud, pero ella quiere (como le dijo el médico) superar este trauma viendo a Bud. El padre de Deanie le dice cómo encontrarlo y, con algunas amigas, Deanie conduce hasta la granja donde vive Bud con su esposa. Deanie no sabía está casado, sus amigas no tuvieron valor para decírselo, ella solo toma con flema, charla cariñosamente con Bud y su mujer, conoce al bebe de ambos, ella lo coge en brazos, en clara señal de haber superado el dolor y la angustia juvenil, clara metáfora del despertar a la madurez. Los dos se despiden sin amargura, pero con melancolía emergente, ha pasado demasiada agua bajo el puente. Deanie recuerda las palabras del poema que aprendió en la escuela: “Aunque nada puede traer de vuelta la hora/de esplendor en la hierba,/Gloria en la flor,/No nos afligiremos, sino que encontraremos/Fortaleza en lo que queda atrás”; Cuando habló sobre el final de la película, Kazan afirmó que era el "final más maduro" él había creado.
Tuvo dos nominaciones en los Oscar a Mejor Actriz (para Natalie Wood, perdió ante la Sophia Loren de “Dos mujeres”) y al Mejor Guión Original, ganando este último.
Drama incisivo, que te deja pensando sobre la educación que damos a nuestros hijos, aunque con un segundo tramo irregular. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2022/04/esplendor-en-la-hierba.html
La puesta en escena es estupenda en su función de establecer un estado de ánimo. Ya desde la fenomenal dirección artística del bi-oscarizado (por “”Quien teme a Virginia Woolf” y “Dick Tracy”) Richard Sylbert, con lugares tan bellos como las cataratas High Falls-Nueva York (donde Kazan tenía una casa de verano), en claro simbolismo de las aguas torrenciales con los sentimientos de la pareja protagónica; Como gran fotografía del polaco Boris Kaufman (“L’Atalante” o “La Ley del Silencio”), inundando de colorido los fotogramas, con profusión de verde esperanza, con destellos de rojo pasión, componiendo planos de gran belleza, aportando el cromatismo de la Belle Epoque, donde el sueño de la Utopia de la fiesta sin fin era infinito.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Cuando la pareja en casa de ella, estando la vivienda sin los padres los dos se frotan y besan, transmitiendo el fuegop sexual latente entre ambos, él de pie y la pone a ella agachada, en clara posición que antecede a una felación (no sé cómo la censura de entonces lo permitió), aunque la cosa se queda en interruptus por su moralismo; Cuando Deanie muestra su locura corriendo por el rio y cascada hasta tirarse al agua demente; Cuando Texas Guinan (Phyllis Diller) sobre un escenario hace una broma sobre el Crack del 29, de como para llegar al club ha tenido que sortear los cuerpos de los suicidas (por haberse arruinado) que se lanzaban por las ventanas de los rascacielos, esto provoca las risas entre los espectadores, entre ellos Ace, para a continuación ver lo mirando el cata-crack de sus acciones en su despacho, esto hace que él mismo se lance por la ventana.
Cuando Deanie llega a casa del hospital, su madre no quiere que vea a Bud, pero ella quiere (como le dijo el médico) superar este trauma viendo a Bud. El padre de Deanie le dice cómo encontrarlo y, con algunas amigas, Deanie conduce hasta la granja donde vive Bud con su esposa. Deanie no sabía está casado, sus amigas no tuvieron valor para decírselo, ella solo toma con flema, charla cariñosamente con Bud y su mujer, conoce al bebe de ambos, ella lo coge en brazos, en clara señal de haber superado el dolor y la angustia juvenil, clara metáfora del despertar a la madurez. Los dos se despiden sin amargura, pero con melancolía emergente, ha pasado demasiada agua bajo el puente. Deanie recuerda las palabras del poema que aprendió en la escuela: “Aunque nada puede traer de vuelta la hora/de esplendor en la hierba,/Gloria en la flor,/No nos afligiremos, sino que encontraremos/Fortaleza en lo que queda atrás”; Cuando habló sobre el final de la película, Kazan afirmó que era el "final más maduro" él había creado.
Tuvo dos nominaciones en los Oscar a Mejor Actriz (para Natalie Wood, perdió ante la Sophia Loren de “Dos mujeres”) y al Mejor Guión Original, ganando este último.
Drama incisivo, que te deja pensando sobre la educación que damos a nuestros hijos, aunque con un segundo tramo irregular. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2022/04/esplendor-en-la-hierba.html