06/06(10/01/11- 21/10/20) Danny Boyle demuestra que ha alcanzado la madurez creativa, nos obsequia con un esplendoroso canto a la vida, una descomunal oda a las ganas de vivir, un poderoso homenaje a las ganas del ser humano por salir adelante en las situaciones más adversas. Con una cadencia narrativa trepidante, un montaje videoclipero frenético, una prodigiosa fotografía de Anthony Dod Mantle y Enrique Chediak (habituales del realizador), que saben retratar la majestuosidad del escenario, un bello Parque Nacional en Utah, remarcando los tonos color tierra y trasladándonos una sensación de épica, donde los primeros planos del protagonista son soberbios. La música del hindú Rahman (oscarizado por ‘Slumdog Millionaire’), junto con numerosas canciones son un protagonista más, es un elemento con el que Boyle inunda sus obras, le sirve como un inmenso catalizador de sentimientos, encaja los temas musicales maravillosamente. Danny demuestra un dominio del espacio extraordinario, consigue que una historia centrada en un muchacho inmovilizado por su mano en una grieta se haga dinámica, ágil, la dota de un halo de odisea vital adrenalítica fascinante, consigue conmovernos con su magnífica dirección, repleta de recursos visuales que hacen que nunca se haga plana, como transmite la sed con la vista interior de la botella, o el soberbio uso que se hace de la videocámara doméstica, es delicioso, creando una empatía con el personaje deliciosa, de ahí sale la enternecedora escena del ‘Morning Show’, todo un alarde de imaginación con el que nos llega su estado de ánimo, cercano a la locura, su delirio estremecedor, su desesperación, su miedo y sobre todo su soledad. El ritmo es de un increscendo brutal que desemboca en unos últimos 20 minutos enardecidos, turbadores, de los que te ponen entre la espada y la pared, se me puso la piel de gallina, una apoteosis de sensaciones mezcladas entre el rechazo, la angustia, el sufrimiento, la zozobra y por fin el éxtasis, un tramo final montado de modo descomunal, con una delicada música que te eleva y te hace casi levitar con Aron Ralshton. James Franco interpreta a este solitario héroe, sostiene el peso de la cinta con un sobresaliente carisma, no cae en la sobreactuación, no bordea el histrionismo simplón de los que todo lo basan en las muecas, sabe transmitir ternura, emite una evolución creíble, pasión, ilusión, energía, angustia, esperanza, dolor y sobre todo vitalidad, mantiene los complicados primeros planos brillantemente, consigue que suframos con él, que tomemos su drástica decisión con él, un actor desaprovechado en el cine, que o bien ha tenido papeles secundarios o cuando ha sido protagonista ha fracasado en taquilla, lo recuerdo en ‘Condenado’ con Robert De Niro donde estaba grandioso, ansío sea esta su plataforma de despegue. Recomendable a TODOS y sobre todo a los que crean que tienen problemas. Fuerza y honor!!!