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Voto de TOM REGAN:
7
6,6
4.882
Thriller. Drama
John es un hombre sin recursos que vive en Reno. Un día, un misterioso individuo llamado Sydney, lo invita a desayunar y le ofrece la oportunidad de ganar dinero acompañándolo por los casinos. Todo les va muy bien, pero John se enamora de una camarera que está dispuesta a hacer lo que sea por conseguir dinero. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
274/18(23/11/17) Prometedor debut en la realización de un largometraje del californiano Paul Thomas Anderson (también guioniza), sin cumplir aún los 26 años, con experiencia extraída de sus cortometrajes y un curso que le brindó el taller de realización del Sundance Institute, propone un film de bajo presupuesto, pequeño e intimista en un estimable y sugerente cruce de géneros entre el drama y thriller neo-noir, es una ampliación de la idea principal del cortometraje de Anderson, “Cigarettes & Coffee” (1993). Obra que en su minimalismo posee las marcas de identidad que han elevado al director y guionista al estatus de grande con films como “Boogie Nights”, “Magnolia” o “There will be blood”, como son sus planos secuencia potentes expresivamente, los sugestivos travellings, los fuera de plano inquietantes, el apreciable gusto por los diálogos trabajados con sustancia, las dosis de humor seco-negro, la elegancia en la ambientación, y todo esto enaltecido por una fabulosa dirección de intérpretes, aquí con un majestuoso Philip Baker Hall (actor fetiche suyo), un conmovedor John C. Reilly (otro de su fetiches), la femme fatale Gwyneth Paltrow, y un volcánico motor-mouth Samuel L. Jackson, con cameo de un cuasi-desconocido Philip Seymour Hoffman (otro excelente intérprete fetiche de Anderson en su filmografía posterior). Un relato enfocado a las relaciones humanas, a los sentimientos ocultos, a la redención, a las esperanzas, todo contado con sencillez y dejando entrever un mundo interior efervescente en los personajes. La película, originalmente titulada “Sydney”, fue la primera película de Anderson; Hall, Reilly, Ridgely, Hoffman y Walters aparecieron regularmente en sus películas posteriores.
Sydney (Philip Baker Hall), un misterioso apostador sexagenario, encuentra a un joven, John (John C. Reilly), sentado cerca de un restaurante y le ofrece un cigarrillo y un café. Cuando Sydney se da cuenta de que John está tratando de conseguir dinero suficiente para el entierro de su madre, le ofrece llevarlo con él y hacer dinero en los casinos. Escéptico al principio, John termina aceptando. Tendrá importancia en el relato Clementine (Gwyneth Paltrow), una camarera y ocasional prostituta dispuesta a hacer cualquier cosa por dinero, y Jimmy (Samuel L. Jackson), en visceral encargado de seguridad de un casino.
Historia de perdedores que intentan escapar su sino, seres desorientados que buscan una brújula a la que asirse, sobre la soledad y como escapar de ella, sobre el dolor y cómo afrontarlo, sobre los fantasmas del pasado y como redimirse de ellos, sobre la melancolía y los sueños, esto lo narra Anderson con solidez expositiva, con trazas de ternura (no sensiblera), entrelazando una trémula química paterno-filial entre los dos protagonistas. Modesta película que sabe hacer virtud de sus limitaciones, escasos escenarios, pocos actores, y todo muy bien sintetizado, con tramos de tensión que cala en el espectador, potenciando los silencios a través de las miradas y gestos, haciendo te identifiques con su pesadumbre fatalista, enmarcando el argumento en un escenario tan volátil sobre el Sueño Americano como es los casinos, donde todos los vicios se dan cita, micromundo artificioso de felicidad impostada (ruletas, dados, black-jack, moteles patéticos, etc.) donde las luces de neón reflejan a seres marginales en busca de dinero fácil y amores idealizados.
Anderson coloca su epicentro en el enigmático Sydney, tipo lacónico, serio, siempre fumando, sosegado, vestido elegantemente con traje, no se sabe porque actúa de buen samaritano para John, con el que establece un fuerte vínculo de mentor, tipo educado y amable, al que hasta el tramo final no nos enteramos de su modo de actuar (aunque dejando un halo de misterio: spoiler), y de quien ha sido en realidad, de su fuerte autodeterminación y de que tiene sentimientos tras esa pétrea coraza de flema. Todo esto atomizado por la fascinante actuación de Philip Baker Hal, arrollador en su carisma, en su fuerte carácter, en su naturalidad, en el modo en que fuma, en el modo fresco en que habla, en su fría y a la vez incisiva mirada, tipo flemático que rebosa fantasmas en el armario, subyugante su expresividad sutil; A su lado está un fenomenal John Christopher Reilly, encarnación entrañable de un perdedor que no puede escapar a serlo, manteniendo una compenetración enternecedora con Hall, emitiendo soledad y búsqueda de la felicidad; Gwyneth Paltrow resulta magnífica en un rol de mujer fatal, una alma trágica a la deriva, jamás la he visto más conmovedora, transmite la pusilanimidad de una chica baja de autoestima que navega sin rumbo hacia la nada, excelente; Samuel L. Jackson está sensacional como un papel hecho a su medida, antítesis de Baker hall, una fuerza de la naturaleza, impulsivo, iracundo, violento, de verborrea fluida abrasante, estupendo; Philip Seymour Hoffman en una sola escena cuasi-cameo deja constancia de su proverbial raza actoral, demostrando que no hay papeles pequeños, si no malos y buenos actores (como él).
Sydney (Philip Baker Hall), un misterioso apostador sexagenario, encuentra a un joven, John (John C. Reilly), sentado cerca de un restaurante y le ofrece un cigarrillo y un café. Cuando Sydney se da cuenta de que John está tratando de conseguir dinero suficiente para el entierro de su madre, le ofrece llevarlo con él y hacer dinero en los casinos. Escéptico al principio, John termina aceptando. Tendrá importancia en el relato Clementine (Gwyneth Paltrow), una camarera y ocasional prostituta dispuesta a hacer cualquier cosa por dinero, y Jimmy (Samuel L. Jackson), en visceral encargado de seguridad de un casino.
Historia de perdedores que intentan escapar su sino, seres desorientados que buscan una brújula a la que asirse, sobre la soledad y como escapar de ella, sobre el dolor y cómo afrontarlo, sobre los fantasmas del pasado y como redimirse de ellos, sobre la melancolía y los sueños, esto lo narra Anderson con solidez expositiva, con trazas de ternura (no sensiblera), entrelazando una trémula química paterno-filial entre los dos protagonistas. Modesta película que sabe hacer virtud de sus limitaciones, escasos escenarios, pocos actores, y todo muy bien sintetizado, con tramos de tensión que cala en el espectador, potenciando los silencios a través de las miradas y gestos, haciendo te identifiques con su pesadumbre fatalista, enmarcando el argumento en un escenario tan volátil sobre el Sueño Americano como es los casinos, donde todos los vicios se dan cita, micromundo artificioso de felicidad impostada (ruletas, dados, black-jack, moteles patéticos, etc.) donde las luces de neón reflejan a seres marginales en busca de dinero fácil y amores idealizados.
Anderson coloca su epicentro en el enigmático Sydney, tipo lacónico, serio, siempre fumando, sosegado, vestido elegantemente con traje, no se sabe porque actúa de buen samaritano para John, con el que establece un fuerte vínculo de mentor, tipo educado y amable, al que hasta el tramo final no nos enteramos de su modo de actuar (aunque dejando un halo de misterio: spoiler), y de quien ha sido en realidad, de su fuerte autodeterminación y de que tiene sentimientos tras esa pétrea coraza de flema. Todo esto atomizado por la fascinante actuación de Philip Baker Hal, arrollador en su carisma, en su fuerte carácter, en su naturalidad, en el modo en que fuma, en el modo fresco en que habla, en su fría y a la vez incisiva mirada, tipo flemático que rebosa fantasmas en el armario, subyugante su expresividad sutil; A su lado está un fenomenal John Christopher Reilly, encarnación entrañable de un perdedor que no puede escapar a serlo, manteniendo una compenetración enternecedora con Hall, emitiendo soledad y búsqueda de la felicidad; Gwyneth Paltrow resulta magnífica en un rol de mujer fatal, una alma trágica a la deriva, jamás la he visto más conmovedora, transmite la pusilanimidad de una chica baja de autoestima que navega sin rumbo hacia la nada, excelente; Samuel L. Jackson está sensacional como un papel hecho a su medida, antítesis de Baker hall, una fuerza de la naturaleza, impulsivo, iracundo, violento, de verborrea fluida abrasante, estupendo; Philip Seymour Hoffman en una sola escena cuasi-cameo deja constancia de su proverbial raza actoral, demostrando que no hay papeles pequeños, si no malos y buenos actores (como él).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La puesta en escena rezuma el clasicismo y sofisticación de la que el cineasta ha demostrado en obras ulteriores, empezando por un opresivo diseño de producción Nancy Deren (“Ocean’s eleven” o “Transformers”), rodando en exteriores de Nevada-USA (Sparks: John Ascuaga's Nugget Casino Resort; Jack’s Café/ Reno: Peppermill Resort Spa Casino; El Dorado Hotel Casino; Horseshoe Club; Sands Regency Hotel and Casino; Sundowner Hotel Casino; Ace Motor Lodge), casi siempre en lugares cerrados o nocturnos, emitiendo asfixia existencial, lares dominados por el sempiterno humo de tabaco, esto potenciado por la espléndida fotografía de Robert Elswit (habitual de PTA: “Magnolia” o “There will be blood”), jugando con artificios puestos al servicio del relato, con los ya mencionados plano-secuencias, travellings, tomas a media luz, los fuera de campo, las luces de neón, la luz artificial, con encuadres cuidados con mimo, todo enfocado a resaltar lo mejor de las brillantes actuaciones. La música es obra de Jon Brion (“Magnolia” u “Olvídate de mí!”) y el cantautor Michael Penn (“Magnolia” o “El último beso”), mezclando sonidos blues con new-age, no siendo intrusiva.
Spoiler:
Momentos recordables: El intenso tramo en la habitación de motel, exquisitamente llevada, primero en fuera de campo vemos la charla entre Sydney y John, y luego nos enteramos que allí está Clementine, tremebunda; La charla entre Sydney y Jimmy en el parking, primero en el auto del segundo, este pidiéndole a Sydney apague el cigarro, luego acabando de modo impactante en el coche de Sydney; El modo cruento en que Sydney elimina los cabos sueltos de su pasado asesinando de modo frío y brutal a Jimmy en su casa; La charla por teléfono entre John y Sydney, estremecedora; Esa última secuencia con Sydney mirando el video de la boda de John con Clementine.
Sabemos al final que Sydney mató al padre de John, y que por ello se siente en el deber de ayudarlo, pero no nos enteraremos en qué contexto fue, esto dando cancha al espectador Anderson se lo deja a que elucubre y de este modo el relato cobre vida distinta en cada uno, modo inteligente de hacernos partícipes.
En conjunto me queda una buena ópera prima que da muchas de las marcas que han hecho del realizador un claro exponente del cine de vanguardia estadounidense, entretenida, con momentos de hondura, teniendo de protagonista a un coloso en estado de gracia como Philip Baker Hall. Recomendable además para los que gusten de la antropología de directores especiales. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Momentos recordables: El intenso tramo en la habitación de motel, exquisitamente llevada, primero en fuera de campo vemos la charla entre Sydney y John, y luego nos enteramos que allí está Clementine, tremebunda; La charla entre Sydney y Jimmy en el parking, primero en el auto del segundo, este pidiéndole a Sydney apague el cigarro, luego acabando de modo impactante en el coche de Sydney; El modo cruento en que Sydney elimina los cabos sueltos de su pasado asesinando de modo frío y brutal a Jimmy en su casa; La charla por teléfono entre John y Sydney, estremecedora; Esa última secuencia con Sydney mirando el video de la boda de John con Clementine.
Sabemos al final que Sydney mató al padre de John, y que por ello se siente en el deber de ayudarlo, pero no nos enteraremos en qué contexto fue, esto dando cancha al espectador Anderson se lo deja a que elucubre y de este modo el relato cobre vida distinta en cada uno, modo inteligente de hacernos partícipes.
En conjunto me queda una buena ópera prima que da muchas de las marcas que han hecho del realizador un claro exponente del cine de vanguardia estadounidense, entretenida, con momentos de hondura, teniendo de protagonista a un coloso en estado de gracia como Philip Baker Hall. Recomendable además para los que gusten de la antropología de directores especiales. Fuerza y honor!!!