75/19(20/03/23) Decepcionante thriller de acción, una copia barata sin acreditar de la gran “Le llaman Bodhi” dirigida por Kathryn Bigelow en 1991, cambiando el surf por las carreras de autos deportivos tuneados, esto donde la única emoción es ver como le dan aun botón para inyectar oxido nitroso que lanza los coches como cohetes, y donde no hay comparación entre los protagonistas, Patrick Swayze resulta cautivador y místico como el Macho Alfa Bodhi, frente a este impostado malote Toretto con filosofía de vida que cabe en un mini sello encarnado por un estreñido constantemente Vin Diesel, que por mucho que se le dar fondo con un monólogo sobre la relación con su padre, esto resulta artificioso y superficial (como la película), y con un Keanu Reeves vigoroso que lo vemos evolucionar y quedar seducido por el gurú, aquí el alter ego es un blandengue Paul Walker, sin nada de alma, le asigna un romance pasteloso sin chicha alguna. Dirigida por Rob Cohen (Rob Cohen hace un pequeño cameo como repartidor de pizzas obstaculizado por la primera carrera callejera ilegal del film), con guión de Gary Scott Thompson (“88 minutos”), Erik Bergquist y David Ayer (“Sin tregua”), a partir de una historia de Thompson. Una taquillera película que fue el origen de la franquicia Fast & Furious, siendo la plataforma para ser estrellas de Hollywood para Vin Diesel y el malogrado Paul Walker (curiosamente fallecido en un accidente de coches). Entró en desarrollo a finales de 1998, después de que Cohen y el productor Neal H. Moritz leyeran un artículo de Vibe sobre las carreras callejeras ilegales en la ciudad de Nueva York (aquí se cambió por Los Ángeles), Thompson y Bergquist escribieron el guión original ese año, y Ayer fue contratado poco después. El título de la película está tomado de la película del mismo nombre de Roger Corman de 1954.

Es un producto escapista del montón, que incomprensiblemente supuso el arranque de una saga que ha ido multiplicando el presupuesto (esta original no era una super producción, sus $38 millones de presupuesto terminaron haciendo una taquilla mundial de $207 millones), hasta ir ya por la décima entrega, siendo unas producciones de cientos de millones de costo, siendo rentabilizado con que algunas entregas posteriores llegaron a traspasar la barrera de los $1000 millones de recaudación. Ni siquiera es que las escenas de acción, o sea de carreras o persecuciones automovilísticas sean fuera de lo común, me resultan como mucho resultonas con ese efecto estroboscópico propio de “2001” de Kubrick con el viaje estelar del astronauta en el final. Nada se sale de lo esperado. Los diálogos resultan entre inanes y vergonzosos, ejemplo de lo segundo es el mantra ridículo del supuestamente carismático Toretto, "Vivo mi vida un cuarto de milla a la vez. Por esos 10 segundos, soy libre".

Aquí se quiere transmitir un estilo de vida al límite, el disfrute de la velocidad, de la adrenalina que se emana, todo muy fruto de la testosterona, la comunión del macho con la prolongación freudiana de su sexo con el motor de su buga, es el orgasmo de pisar el acelerador, o en este caso de pulsar el botoncito. Ah, y donde las mujeres no pasan de ser bonitos floreros, cuando no se exhiben en las más húmedas fantasías machistas de ver a dos jóvenes bonitas besándose. En los parones en que los personajes deben delinearse es algo tosco y abrupta la forma en que se describen unos seres cartón piedra, sin carácter alguno, desde el minuto uno miran a cámara y ya sabes lo que pasará, y lo peor es que aciertas. Es un compendio de elementos teennagers, coches tuneados para carreras, vida al límite, tipos duros, chicas bonitas con ropa sexy, asaltos audaces, amistades inquebrantables, estética MTV, una banda sonora que mezcla hip hop con techno, etc.

El argumento no hay por donde cogerlo, es un despropósito de principio a fin, retratando a la poli más incompetente de la historia, Mortadelo & Filemón son Sherlock & el Dr Watson a su lado, pero es que estos pretendidamente valientes y arrojados ladrones tiene el método de atraco de camiones más estúpido que se haya visto, solo propio de un circo, sin pies ni cabeza la forma suicida en que abordan camiones. Porque no esperan a que reposten para robarlo parado? Porque no disparan a las ruedas del camión para que pare? Porque llevan humvee militares en vez de endebles Honda Civics? Porque el camionero no llama a la poli cuando ve que va a ser asaltado? Y ya el colmo es que no haya más vehículos por la carreta cuando asaltan trailers. A que viene lo de la comisaria improvisada en una casa de Hollywood ("Eddie Fisher construyó esta casa para Elizabeth Taylor en la década de 1950"). E incluso se puede hablar de las connotaciones racistas donde los arios Toretto y Brian son los buenos, los chinorris, negros e hispanos los malos. Todo es de una simpleza cansina. De una ligereza supina, donde lo que se agradece es que su metraje no sea excesivo para lo que se estila.

La película se rodó en varios lugares dentro de Los Ángeles y partes del sur de California. Los lugares clave incluyeron el Dodger Stadium (en la escena inicial donde Brian prueba su Eclipse en el estacionamiento), Angelino Heights , Silver Lake y Echo Park (los vecindarios alrededor de la casa de Toretto), así como Little Saigon (donde Tran destruye el Eclipse) y el Aeropuerto Internacional de San Bernardino (el lugar de Race Wars , que atrajo a más de 1500 propietarios y entusiastas de automóviles importados).Toda la escena del último atraco a la plataforma fue filmada a lo largo de Domenigoni Parkway en el lado sur de San Jacinto / Hemet en el Valle de San Jacinto cerca del Lago Diamond Valley .

Durante el rodaje de la película, setenta y ocho coches quedaron destrozados tanto dentro como fuera de la pantalla.