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Voto de TOM REGAN:
9
7,5
14.334
Drama
Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo nocturno, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, ante el asombro de todos, Beale anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo en ... [+]
29 de noviembre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
226/21(25/11/16) Infravalorado y valiente film del también minusvalorado en la historia del cine Sidney Lumet, una obra adelantada a su tiempo, una fábula, sátira dramedia que 40 años después de su estreno sigue su mensaje tan fresco, sangrante y actual como el primer día, que ahonda con bisturí envenenado en las perversiones que el medio catódico llevaba de mochila con su aparente trivialidad de caja tonta de entretenimiento. El brillante guión está escrito por el dramaturgo por Paddy Chayefsky (“Marty”), habiendo trabajado en el medio televisivo en su denominada “primera edad de oro” (también trabajó en tele Lumet), sabiendo de lo que habla en este incisivo relato, para desarrollar una mordaz deconstrucción del medio televisivo, de cómo el sensacionalismo y la manipulación borreguil de las masas, antecedente claro de la decadencia que se ha apoderado gradualmente de la tele cual mancha negra se ha adueñado de ella el amarillismo y con ella la “podredumbre moral” de los realitys, y con ella el tanto vales como audiencia tienes han hecho de gran parte del medio una cloaca. La ágil dirección viene acompañada por un elenco actoral sublime, en estado de gracia, protagonizada por Faye Dunaway, William Holden, Peter Finch, Robert Duvall. Estuvo nominada a 10 Oscars, ganando el de mejor actor a Peter Finch (junto a Heath Ledger, únicos que han ganado la estatuilla a título póstumo), a mejor actriz a Faye Dunaway, a mejor actriz de reparto Beatrice Straight, y a mejor guión original Paddy Chayefsky, perdiendo a mejor film contra “Rocky” (increíble!!!). Se dice que parte de inspiración para el guión de Chayefsky supuestamente vino del suicidio en el aire de la reportera de noticias de tv Christine Chubbuck en Sarasota (Florida) dos años antes, la presentadora sufría depresión y batallas con sus editores, e incapaz de seguir adelante, se pegó un tiro en la cámara como dejando a los espectadores aturdidos el 15 de julio de 1974, aunque Chayefsky afirmó comenzó a escribir guión meses antes de la muerte de Chubbuck y ya tenía previsto para Howard Beale su idea de de suicidarse en antena, el suicidio de Chubbuck fue un paralelo inquietante. El carácter de ejecutivo de la cadena Diana Christiansen se basó en la NBC durante el día ejecutivo de programación de televisión Lin Bolen. Cinta que aunque encuadrada en la contestaría década de los 70, en un contexto de desencanto generalizado, USA vivía crisis económica, Nixon dimitió tras el escándalo Watergate, revueltas estudiantiles, terrorismo y la humillante derrota en Vietnam, resulta que se mantiene intacto su enfoque hacia el esclavismo de las audiencias televisivas y su degradación moral, donde el sensacionalismo catódico se maneja para adormecer (intelectualmente y hacerla ignorante) a la gente.
Con la ayuda del punzante guión de Paddy Chayefsky se construye un microcosmos de la televisión decadente, solo preocupado de las audiencias, esto emparejado a los deshumanizantes objetivos empresariales subidos en el jinete del capitalismo feroz solo ansioso de aumentar sus beneficios económicos, aunque con ello se desprecie a la gente. Una cruenta disección de una jungla de personajes por devorar el éxito (o sea el dinero). Ello en una historia ultracrítica contra nuestra sociedad, el cañón de su diatriba no se atiene al medio televisivo, dispara asimismo contra una audiencia que se deja manejar, y que a la vez disfruta con la carroña que les ofrecen, proyectando un mundo deshumanizado, en el que prima el darwinismo de los “shares”, done por obtener más cuota de pantalla se llega al pasteleo con terroristas revolucionarios del todo a cien para ser más que la cadena rival.
La guerra de las audiencias televisivas es el McGuffin, el epítome para exponernos una sociedad ultracapitalista, gobernada no por gobiernos, sino por lobbies empresariales, la política y sus santos ideales han sido pervertidos por el poder de las multinacionales, las que diluyen las fronteras con la misión de multiplicar sus dividendos, donde campa a sus anchas la corrupción moral a la que se suman con mansedumbre el “populacho” (audiencias) para ser manipuladas cual hámster en una noria. Esto es evolucionado por Lumet con ritmo fluido, transcurriendo varias subtramas con excelente equilibrio, con una delineación de protagonistas extraordinaria, con matices, aristas, debilidades, imperfectos, complejos, en consecuencia, humanos, mostrándolos en medio de situaciones intensas, con diálogos penetrantes, cínicos, irónicos, y en algunos casos visionarios, dejando en el espectador una turbadora sensación de risa desencajada.
Pone con acidez a la masa de la audiencia, el morbo, el escándalo, el sensacionalismo (lo siento, pero al poner estas palabras se me viene a la mente Tele 5), es lo que motiva a poner un canal u otro, cuanta más basura superficial den las cadenas más gente tendrán al otro lado del cristal, y más réditos económicos alcanzaran, avituallando a las hienas de la audiencia con desechos, “cocineros” de inmundicias sin escrúpulos, derivando esto en la cinta en un clima malsano, poniendo el foco en una sociedad corrosiva.
El binomio que forman Max y Diana, son una alegoría de la evolución de nuestra sociedad en alegoría televisiva, Max es la televisión de los años inocentes, donde la integridad en la noticia era ley, donde lo importante la noticia y no quien la daba; Diana es la nueva y “moderna” tele, bonita, elegante, bien maquillada, pero tras esta sofisticada fachada solo se excita con ganar audiencia, con el amarillismo, le da igual humillar a trastornados mentales, o fomentar el terrorismo, el hare prima, es una depredadora sin alma, yonki de las audiencias; Las charlas y discusiones que tienen los dos tienen un alto grado de “mono” de la tele, glorioso como vemos el orgasmo que tiene Diana mientras habla de la subida de espectadores y a la vez fornica con Max;... (sigue en spoiler por falta de espacio)
Con la ayuda del punzante guión de Paddy Chayefsky se construye un microcosmos de la televisión decadente, solo preocupado de las audiencias, esto emparejado a los deshumanizantes objetivos empresariales subidos en el jinete del capitalismo feroz solo ansioso de aumentar sus beneficios económicos, aunque con ello se desprecie a la gente. Una cruenta disección de una jungla de personajes por devorar el éxito (o sea el dinero). Ello en una historia ultracrítica contra nuestra sociedad, el cañón de su diatriba no se atiene al medio televisivo, dispara asimismo contra una audiencia que se deja manejar, y que a la vez disfruta con la carroña que les ofrecen, proyectando un mundo deshumanizado, en el que prima el darwinismo de los “shares”, done por obtener más cuota de pantalla se llega al pasteleo con terroristas revolucionarios del todo a cien para ser más que la cadena rival.
La guerra de las audiencias televisivas es el McGuffin, el epítome para exponernos una sociedad ultracapitalista, gobernada no por gobiernos, sino por lobbies empresariales, la política y sus santos ideales han sido pervertidos por el poder de las multinacionales, las que diluyen las fronteras con la misión de multiplicar sus dividendos, donde campa a sus anchas la corrupción moral a la que se suman con mansedumbre el “populacho” (audiencias) para ser manipuladas cual hámster en una noria. Esto es evolucionado por Lumet con ritmo fluido, transcurriendo varias subtramas con excelente equilibrio, con una delineación de protagonistas extraordinaria, con matices, aristas, debilidades, imperfectos, complejos, en consecuencia, humanos, mostrándolos en medio de situaciones intensas, con diálogos penetrantes, cínicos, irónicos, y en algunos casos visionarios, dejando en el espectador una turbadora sensación de risa desencajada.
Pone con acidez a la masa de la audiencia, el morbo, el escándalo, el sensacionalismo (lo siento, pero al poner estas palabras se me viene a la mente Tele 5), es lo que motiva a poner un canal u otro, cuanta más basura superficial den las cadenas más gente tendrán al otro lado del cristal, y más réditos económicos alcanzaran, avituallando a las hienas de la audiencia con desechos, “cocineros” de inmundicias sin escrúpulos, derivando esto en la cinta en un clima malsano, poniendo el foco en una sociedad corrosiva.
El binomio que forman Max y Diana, son una alegoría de la evolución de nuestra sociedad en alegoría televisiva, Max es la televisión de los años inocentes, donde la integridad en la noticia era ley, donde lo importante la noticia y no quien la daba; Diana es la nueva y “moderna” tele, bonita, elegante, bien maquillada, pero tras esta sofisticada fachada solo se excita con ganar audiencia, con el amarillismo, le da igual humillar a trastornados mentales, o fomentar el terrorismo, el hare prima, es una depredadora sin alma, yonki de las audiencias; Las charlas y discusiones que tienen los dos tienen un alto grado de “mono” de la tele, glorioso como vemos el orgasmo que tiene Diana mientras habla de la subida de espectadores y a la vez fornica con Max;... (sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... Asimismo se puede entender como el embrujo que la vieja guardia de la tele pudo sentir por esta fachada, pero a medida la conoce más ve lo vacía que está de humanidad, se da cuenta de abandonó lo que realmente quería; La discusión-separación de Max y su esposa Louise demuestra la desorientación de una sociedad sin brújula, seguían los cantos de sirenas de la juventud (alegoría de la “moderna” tele).
Hay algunos recursos y situaciones que no funcionan todo lo bien que el resto. Ejemplo su chirriante voz en off, no encaja en el tono del film. Asimismo el libreto está descompensado, en su primer mitad la cinta pone el foco en la relación entre Max y Howard, dos amigos, uno hastiado de los derroteros que toma la tele a actual y el otro un perdedor deseando ser alguien en la caja tonta, esta enriquecedora camaradería se diluye en su segunda parte, desaparece del foco Howard, para solo aparecer en escasas (buenísimas) escenas, entonces el núcleo se desplaza a la relación Max-Diana, excelente sí, pero me falta más Howard para saber cómo vivía tras las cámaras.
La puesta en escena resulta muy realista, con un notable diseño de producción de Philip Rosenberg (“Huracan Carter”), filmándose en exteriores de Nueva York, y en interiores en los Estudios CFTO-TV en Toronto (Canadá), excelente en la recreación del programa de “El predicador Loco de las Ondas”, esto filtrado por la fotografía de Owen Roizman (“El exorcista”), con mucha luminosidad arenosa, con electrizantes primeros planos que extraen lo mejor de las formidables interpretaciones, travellings sugestivos. No hay música en off, solo la diegética, aunque en los créditos aparece Elliot Lawrence, pero la música que compuso se anuló de la acción.
Faye Dunaway está tremenda en su rol de depredadora de audiencias, fría, implacable, arrolladora, carismática, hermosa, sensual, manipuladora, artera, egoísta, obsesa del éxito, es el reflejo de lo peor del capitalismo despiadado, sin caer en la caricatura, sublime actuación con momentos épicos, el cumbre el clímax sexual mientras habla de su próximo y esperado proyecto boom televisivo, “La hora de Mao Tse-Tung”. William Holden encarna a Max con gran convicción ética, con un emocional arco de desarrollo, siendo nuestra brújula moral en la historia se muestra dubitativo, tentado por el lado oscuro, y lo muestra en su turbia relación con Dina, muy bueno. Peter Finch está Titánico en la actuación por la que ha pasado a la Historia del Cine, paradójicamente la última, murió de un ataque al corazón mientras promocionaba el film de un infarto, Colosal en su “Predicador de Loco las Ondas”, sus monólogos retumban en nuestros oídos muchos después de acabar el film, su poder de fascinación desborda la pantalla, su atronadora personalidad es un tsunami, esa aparición con gabardina y pelo mojado enardeciendo a la audiencia con el grito Icónico “Me estoy volviendo loco y no voy a soportarlo más". Robert Duvall con el rol del alto ejecutivo Frank Hackett, da un rendimiento vibrante, soberbio, con ententes fenomenales, con rabia, con elocuencia enfermiza, radiante. Beatrice Straight ganó el Oscar en la actuación con el susodicho galardón con el tiempo más breve en pantalla, muy buena cuando Max le dice que la abandona, demuestra una estupenda mezcla entre sobriedad e ira contenida. Ned Beatty como el jefe de la cadena Arthur Jensen, con una sola escena deja boquiabiertos a los espectadores, pocas veces tan poco tiempo han extasiado más, un discurso eléctrico, enérgico, un ciclón que desmenuza nuestro mundo y lo peor es que lo que dice dista (probablemente nada) de la realidad, Apoteósico, dejando hipnotizado a Howard Beale, como a nosotros.
Una de las grandes cintas que sirve de claro grito de atención sobre el nefasto rumbo que estaba tomando la tele, cual capitalismo salvaje, grito de socorro que nadie ha atendido, véase Tele 5. Fuerza y honor!!!
Podéis leer más sobre el film en: http://tomregan.blogspot.com/2016/11/network.html
Hay algunos recursos y situaciones que no funcionan todo lo bien que el resto. Ejemplo su chirriante voz en off, no encaja en el tono del film. Asimismo el libreto está descompensado, en su primer mitad la cinta pone el foco en la relación entre Max y Howard, dos amigos, uno hastiado de los derroteros que toma la tele a actual y el otro un perdedor deseando ser alguien en la caja tonta, esta enriquecedora camaradería se diluye en su segunda parte, desaparece del foco Howard, para solo aparecer en escasas (buenísimas) escenas, entonces el núcleo se desplaza a la relación Max-Diana, excelente sí, pero me falta más Howard para saber cómo vivía tras las cámaras.
La puesta en escena resulta muy realista, con un notable diseño de producción de Philip Rosenberg (“Huracan Carter”), filmándose en exteriores de Nueva York, y en interiores en los Estudios CFTO-TV en Toronto (Canadá), excelente en la recreación del programa de “El predicador Loco de las Ondas”, esto filtrado por la fotografía de Owen Roizman (“El exorcista”), con mucha luminosidad arenosa, con electrizantes primeros planos que extraen lo mejor de las formidables interpretaciones, travellings sugestivos. No hay música en off, solo la diegética, aunque en los créditos aparece Elliot Lawrence, pero la música que compuso se anuló de la acción.
Faye Dunaway está tremenda en su rol de depredadora de audiencias, fría, implacable, arrolladora, carismática, hermosa, sensual, manipuladora, artera, egoísta, obsesa del éxito, es el reflejo de lo peor del capitalismo despiadado, sin caer en la caricatura, sublime actuación con momentos épicos, el cumbre el clímax sexual mientras habla de su próximo y esperado proyecto boom televisivo, “La hora de Mao Tse-Tung”. William Holden encarna a Max con gran convicción ética, con un emocional arco de desarrollo, siendo nuestra brújula moral en la historia se muestra dubitativo, tentado por el lado oscuro, y lo muestra en su turbia relación con Dina, muy bueno. Peter Finch está Titánico en la actuación por la que ha pasado a la Historia del Cine, paradójicamente la última, murió de un ataque al corazón mientras promocionaba el film de un infarto, Colosal en su “Predicador de Loco las Ondas”, sus monólogos retumban en nuestros oídos muchos después de acabar el film, su poder de fascinación desborda la pantalla, su atronadora personalidad es un tsunami, esa aparición con gabardina y pelo mojado enardeciendo a la audiencia con el grito Icónico “Me estoy volviendo loco y no voy a soportarlo más". Robert Duvall con el rol del alto ejecutivo Frank Hackett, da un rendimiento vibrante, soberbio, con ententes fenomenales, con rabia, con elocuencia enfermiza, radiante. Beatrice Straight ganó el Oscar en la actuación con el susodicho galardón con el tiempo más breve en pantalla, muy buena cuando Max le dice que la abandona, demuestra una estupenda mezcla entre sobriedad e ira contenida. Ned Beatty como el jefe de la cadena Arthur Jensen, con una sola escena deja boquiabiertos a los espectadores, pocas veces tan poco tiempo han extasiado más, un discurso eléctrico, enérgico, un ciclón que desmenuza nuestro mundo y lo peor es que lo que dice dista (probablemente nada) de la realidad, Apoteósico, dejando hipnotizado a Howard Beale, como a nosotros.
Una de las grandes cintas que sirve de claro grito de atención sobre el nefasto rumbo que estaba tomando la tele, cual capitalismo salvaje, grito de socorro que nadie ha atendido, véase Tele 5. Fuerza y honor!!!
Podéis leer más sobre el film en: http://tomregan.blogspot.com/2016/11/network.html