147/04(06/09/19) 8 minutos que no te dejan indiferente y que despiertan en mí sensaciones encontradas, por un lado está su buena factura técnica, y por otro lado está su dañino mensaje. Cortometraje de animación en 3D estereoscópico, el primero realizado con esta técnica en España, producido por la empresa granadina Kandor Moon y la empresa malagueña Green Moon España; y dirigido por Javier Recio. Fue nominado para los Oscar como Mejor Corto de Animación, convirtiéndose así en la primera producción animada española en conseguirlo, aunque finalmente la estatuilla fue para Logorama de Nicolas Schmerkin. Kandor Moon es el resultado del acuerdo firmado en 2008 entre la empresa Kandor Graphics, de Granada (España), especializada en animación, y la malagueña Green Moon España, propiedad de Antonio Banderas. La Dama y la Muerte es, además, el ganador del Premio Goya al mejor corto de animación de 2009. El equipo de trabajo estuvo compuesto por 36 personas. Es una obra que bajo la apariencia de cine infantil hay un mensaje para adultos sobre algo tan controvertido como la eutanasia/suicidio, queriendo emparejarlo a la llamada muerte digna, pero esto me queda retorcido, pues este apelativo se da a las personas que están sufriendo físicamente, y la dulce ancianita que vemos no la está padeciendo, ni tampoco tras ser revivida, con lo que su idea me queda torticera y manipuladora. Todo esto abordado con un sentido del humor negro tras las alegorías sobre desear la muerte frente a la fuerza de la medicina.

Una anciana, que vive sola en una zona rural y cuyo marido ha fallecido, está esperando que llegue la muerte para reunirse nuevamente con él. Cuando llega, por fin, y está a punto de entrar en el más allá para reencontrarse con su amado, se ve arrancada de las manos de la muerte por un médico petulante. Se establece una feroz lucha entre médico y Muerte, a la que la anciana asiste atónita.

En lo referente a su visionado, me queda un minutaje trepidante, sin diálogos, solo onomatopeyas y música, potenciando la fuerza de las imágenes, con ritmo ágil, vistoso, con buenos momentos de humor entre el surrealismo y el absurdo, ejemplo es el tramo de los cajones gigantes del macro-archivador, que está claramente inspirado en el film “Brazil” (1985). Un Doctor que representa al Vida frente a la Muerte, los dos pugnando cual partido de rugby por el balón/La Viejecita moribunda, ello con alocadas situaciones que se encadenan cual capítulo Looney Tunes. Con unos personajes diseñados grácilmente, con encanto, con vivacidad, especialmente la dulce ancianita que desborda ternura. Como bueno es el diseño gráfico de los escenarios, contrastando el submundo lúgubre de la Muerte, inspirado en la mitología griega, con la Laguna de Estigia, donde Caronte se transmuta en la clásica imagen de la Muerte como esqueleto con túnica negra y la Guadaña. Todo ello para desembocar en un final sorpresivo que aunque elegante me despierta antipatía (spoiler).

Y es que aquí el villano sea un doctor que hace su trabajo bien, me resulta nauseabundo, se le pinta además caricaturescamente como arrogante pretencioso, rodeado de bellas hermosas enfermeras. Es un médico que consigue traer de las garras de la muerte a una viejecita que no parece tener dolores, ansía la muerte para estar de nuevo con su fallecido esposo, y esto me queda estridente, pues lo de la vida en el más allá es un concepto cristiano, por tanto si ella desea cree en esta religión para por ende creer que puede reunirse tras la muerte con él, nos dejamos en el limbo que los cristianos están en contra del suicidio. Lo de querer que veamos a la Muerte como algo bueno lo podría poder discutir en otros parámetros, como por ejemplo los del protagonista de “Mar adentro” (2004), pero no con lo que veo aquí me queda tóxico. Está bien el canto al amor que se fue, pero hay otros contextos mejor encajados que este pro-eutanasia y pro-siuicidio.

En la banda sonora, aparte de la música especialmente compuesta por Sergio García de la Puente, se incluyen dos versiones del tema "We'll meet again": al comienzo de la cinta en la versión de la cantante Vera Lynn, grabada en 1942 para una película sobre la Segunda Guerra Mundial, y al finalizar el corto, en la versión pop del grupo californiano The Turtles (1967).