338/16(27/11/11) Interesante western hispano, realizado por el guionista habitual de Alejandro Amenábar, Mateo Gil, curiosamente el guión es ajeno a él (Miguel Barros), tras doce años de su ópera prima dirige por segunda vez y lo hace en esta arriesgada propuesta, se va a rodar a Bolivia a dar vida al mítico bandido Butch Cassidy (gran Sam Shepard), se basa en la hipótesis de que no murió con su compañero Sundance Kid en San Vicente en 1908, si no que escapó y cambio de nombre por el de James Blackthorn, se ha hecho criador de caballos y aspira a ganar dinero legalmente para volver a los USA, para conocer al hijo de su amigo Sundance o quizás sea el suyo, cuando ya a su vejez vuelve a su cabaña después de haber retirado su plata del banco con la que anhela volver a su tierra natal lo pierde todo y se alía con un joven español, Eduardo Apodaca (correcto Eduardo Noriega), para recuperar un dinero robado por este, esto lo envolverá en una aventura con imprevisibles consecuencias. La cinta es un homenaje al western crepuscular con ínfulas claramente setenteras en la denuncia social, en la desmitificación de los bandidos, se nos habla de temas universales inherentes al género, el compañerismo, la lealtad, las ansias de libertad, el honor, la justicia la ética moral, el ocaso de la vida, todo esto nos llega nítido. La cinta está partida en dos, la primera es notable, con escenas para el recuerdo, de una belleza excelente, un tributo al western, toda la persecución a Butch y Cassidy es de gran fuerza, empezando por la turbadora aparición de las dos mujeres indígenas produciéndose un tiroteo seco, adusto, áspero de los que te dejan petrificado, la tétrica secuencia de Eduardo lanzando los cadáveres al río, para llegar a la verdadera culminación del film, el tramo sobre el Maravilloso Salar de Uyuni, el mayor del mundo con 12 000 km², una épica persecución a caballo que será lo que pase a la posterioridad de esta obra, rodado de modo ágil, huele a épica, la tensión te llega, los tiroteos son veraces, nada es previsible, está cargada de emoción, y luego llega la segunda y fallida segunda parte, aparece Stephen Rea con un personaje innecesario, y el guión hace crash, se rompe, el ritmo languidece en un quiero y no puedo, sus ansias de poner un broche trágico-homérico le pueden, resulta impuesto, manipulador, no me conmueve, no me toca. La película intenta ser la cara opuesta a ‘Dos hombres y un destino’, es una anti-buddy movie, se nos presenta a un Butch que encuentra en Eduardo a un posible sustituto de Sundance Kid, para ello no dudan en ponernos unos flash-backs muy sensibleros en los recordamos al triángulo amoroso, y luego Mateo Gil queriendo ser original le da un giro, acabando en un clímax frío y desangelado. (continua en Spoiler sin Spoilers)