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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama En un remoto valle de Islandia, dos hermanos que no se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir fuerzas para salvar su bien más preciado: su rebaño de carneros. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
169/08(11/09/16) Muy sugestiva obra realizada por Grímur Hákonarson, llegada del reino del hielo, Islandia, una muy poética cinta ambientada de modo bellísimo en un idílico valle surcado por nevadas montañas donde el tiempo parece detenido, donde la rutina predomina, allí tiene lugar un relato con efluvios cuasi-bíblicos sobre dos hermanos que comparten tierra en casi soledad, tipos marcados por su entorno agreste, gélido y salvaje, ellos sin familia y aislados del mundo, cuasi-ascetas, con apariencia de ermitaños misántropos asociales, , pero llevan peleados (cual Cain y Abel) sin hablarse cuatro décadas, solo les une su amor a las ovejas (animal muy alegórico religioso sobre fuente de vida, referente a lo manso y pacífico, y también del que se saca leche y carne), rebaño con marchamo de pureza de estirpe (la pureza de espíritu y el arraigo a un lugar). Un estudio incisivo sobre las complicadas relaciones fraternales, ello en un entorno duro, pero a la vez destilando tremendo amor por la co-protagonista naturaleza, donde rezuma una comunión metafísica entre los carneros y sus pastores, ello con efluvios a la magnífica “Una historia verdadera” (1999) de David Lynch, por la relación de hermanos enfrentados que nunca sabremos el porqué, por la loa a los espacios naturales, y por los rasgos que manan del relato existenciales. Historia con un tempo narrativo sereno-plácido, con pocos diálogos y muchos silencios introspectivos, con mucho simbolismo visual, rodada con enorme mimo por los detalles, para puedas reflexionar sobre este estilo de vida costumbrista, sobre su sencillez, todo insuflando un esmerado halo humanista a los fotogramas.

El escenario es la Islandia profunda en su ruralidad, un valle de granjas de ovejas, allí viven Gummi (Sigurður Sigurjónsson) y Kiddi (Theodor Júlíusson), dos hermanos que, a pesar de vivir tan solo separados por una verja, llevan cuatro décadas sin dirigirse la palabra. Los dos son criadores de ovejas, animal por el que sienten gran cariño y fascinación, y se sienten responsables por ser los encargados de mantener viva la estirpe de sus míticos rebaños. Un brote de tembladera –enfermedad incurable que afecta el cerebro y la médula espinal de las ovejas– aumenta la tensión entre los hermanos.

Un relato que explora con bisturí mordaz la fina línea que separa el odio del amor, aborda temas como el egoísmo, los celos, envidias, rencillas ancestrales alimentadas con los años, la soledad, los lazos de sangre indestructibles ante la amenaza exterior, un relato lineal, simple que no simplista, abordada con inteligencia, extrayendo del lugar y de las situaciones belleza, drama, tensión, intriga, y algo de humor negro, ello sazonado con algunos momentos de gran intensidad, en un crescendo narrativo sugerente, hasta desembocar en su estremecedor final. Gummi y Kiddi son exponencialmente un reflejo de la Islandia tradicional, la que vive alejada del mundanal ruido, de la crisis que sufrió el país, especie de último representantes de un mundo atávico en peligro de extinción que se resiste a desaparecer entre la nieve, y las ovejas Bolstad son el McGuffin que simboliza el riesgo de que este submundo se desvanezca. Resulta un fresco (nunca mejor dicho) sobre una sociedad cerrada, intimista, masculina, con ausencia de mujeres, luchando por su supervivencia.

La puesta en escena rezuma un realismo verité cercano al documental costumbrista, denotándose el origen documentalista del director Hakonarson, mostrando un lienzo crudo del trabajo rural de los granjeros, su frugalidad, sus tradiciones ancestrales, sus concursos, sus miedos, sus esperanzas, ello lo hacen emitiendo al espectador la desolación fría de los inmensos paisajes donde el hombre queda como juguete de insignificante de la naturaleza, nos cala la gelidez, los cálidos y ascéticos interiores de la casa de Gummi. Todo esto apoyado en un magnífico diseño de producción de Bjarni Massi (“El quinto poder”), filmándose en un valle islandés que parece apartado del mundo, esto maximizado por la fascinante fotografía del noruego Sturla Brandth Grøvlen (“Victoria” con su espectacular plano secuencia sin truco de más de dos horas), creando cuadros de una beldad superlativa, tomas abiertas de las majestuosas montañas nevadas, con esos cielos grisáceos infinitos que se funden con los montes, provocando a pesar de la aparente inmensidad sensación de opresión cuasi-claustrofóbica, de una hermosura rústica trémula, todo bañado por una luminosidad fría natural, espectacular el tramo final con la tormenta de nieve, transmite en el espectador agobio y angustia. La música es de Atli Ovarsson ( "Hansel y Gretel: Witch Hunters"), de resonancias melancólicas, mezclándose con el paisaje de modo emocional.

Sigurður Sigurjónsson como Gummi borda su rol de tipo cerrado, solitario, reflexivo, dejando traslucir en sus silencios sus anhelos, en gran connivencia con los carneros, su naturalidad es apabullante, nadie diría que no es así. Theodor Júlíusson como Kiddi está impresionante en su huraño y misántropo personaje, otro con un realismo y frescura arrolladora, componiendo en los pocos momentos con Sigurjónsson una química maravillosa, de la que saltan chispas de autenticidad, siendo el zenit entre los dos ese tramo final escalofriante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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