31/31(27/01/22) Buen western dirigido con gran fluidez narrativa por Anthony Mann, que con guión de Borden Chase (“Rio Rojo” o “Winchester 73”), que adapta la novela “Bend of the Snake” de Bill Gulick de 1950, versando sobre un pistolero que guía a una caravana de colonos desde Missouri hasta Oregón. Protagonizada por un gran James Stewart (en la segunda de las cinco colaboraciones que tuvo con Mann, todos en westerns entre 1950 y 1955), y por el doppelganger al que da vida un estupendo Arthur Kennedy, para un relato de aventuras, que trata el tema de si se es posible reformar una persona, si se puede cambiar de ser un ‘cafre’ a ser una persona de bien, tangencialmente se aborda el espíritu indomable humano en busca siempre de la Tierra Prometida, en este caso reflejado en los colonos que hicieron posible la expansión de un océano al otro de los USA, ello expuesto en la clásica estampa de la cuerda de caravanas llevando los sueños de las familias (en este caso con la diferencia de cambiar los habituales desiertos del medio oeste, por los verdes bosques, los ríos y las montañas nevadas, esto aprovechado por la fotografía para componer hermosas estampas; se filmó en espacios naturales de Oregón [Sandy River, Mount Hood, Columbia River y Timberline]), trata sobre la avaricia, sobre la tentación, sobre la amistad, sobre la traición, sobre los sentimientos de culpa, pero sobre todo trata de las ansias de redención.

Sin ser original, si sabe Mann darle un ritmo ágil en su sencilla historia, creando dos protagonistas Stewart y Kennedy, con muy buena química, a través de diálogos ingeniosos ("Sigues esa estrella?" le dicen a Cole, él responde, "A veces es mejor que tener a un hombre con una estrella siguiéndote") y mediante situaciones que los hermanan, dos caras de la misma moneda, dos ‘balas perdidas’ con diferentes ambiciones, que tras un giro algo forzado, terminan de enemigos. Esa es la salsa de la película, la tensión entre ambos, como McLyntock ansía ser uno más entre los colonos, mientras Cole no cree en el perdón de los demás, cree que siempre lo verán como lo que fue, no como lo que quiere ser, los fantasmas del pasado son muy pesados. James Stewart sabe dotar de veracidad y hondura psicológica a su rol, explotando en el rush final, donde pronuncia un incendiario monólogo, “Me estarás viendo. Cada vez que te acuestes por la noche, mirarás hacia atrás en la oscuridad y te preguntarás si estoy allí. Y alguna noche, lo estaré. Me verás!”, buena actuación. Arthur Kennedy es aún mejor como el sibilino pistolero, dota de mordacidad y picardía a su papel, ello con una gran compenetración con Jimmy; En medio de ellos está el ‘Moisés’ de los colonos, Jeremy Bayle (buen Jay C. Flippen), que es de los que confirma las sospechas de Cole, su mantra es que una manzana podrida pudrirá el resto del cesto, y hay que tirarla, aunque McLyntock le espeta que “Hay una diferencia entre las manzanas y los hombres”. Esta es la salsa de la historia, las segundas oportunidades, este enfrentamiento latente entre ambas ideas termina explotando.

Por el camino tendremos intentos de linchamiento, enfrentamiento contra unos indios (tratados de modo racista acorde con el tiempo), tiroteos por trampas en el póker, viajes en barcos de vapor, llegada al Edén particular. Y aquí suelen acabar las cintas sobre viajes de colonos, pero aquí es la mitad del metraje, pues luego tenemos el juego que dan unos suministros para pasar el invierno, ello tras haberse descubierto una beta de oro. Quedándome un film muy entretenido, que pasa rápidamente. También aparece en una de sus primeras veces en cine Rock Hudson, en un papel de hombre/florero, para lucir elegancia y apostura de caballero, pues su rol resulta bastante difuso, un veleta de carácter indefinido (más pronto está con unos como se alía con los contrarios).

Es curioso el empleo del simbolismo en muchos aspectos que plasma Mann en la película, desde esa quemadura de soga que tapa Glyn como marca de su pasado y que se toca justo antes de salvar a Cole que quieren ahorcarlos, los dos némesis unidos por la horca; También se puede ver el modo de reflejar Mann la nobleza de la vida de los granjeros, filmada la nueva colonia con espléndida luz solar, un Paraíso terrenal, contrastándolo con el Portland post-fiebre del oro, vista de noche, cuando la otra vez la vimos de día (pero era antes de encontrar oro), ahora ciudad del vicio que recibe a Gyn y Baile con un tiroteo letal en el saloon, con tiendas de campaña a doquier, con una saloon que en la anterior visita estaba vacío con los jugadores de póker, ahora es un nido de vicio atestado de gente. Nos viene a decir que la búsqueda del vil metal es el vellocino de oro, mientras la felicidad real está en la vida pura en el campo.

En la puesta en escena destacan los fabulosos escenarios de Oregón en las Montañas Rocosas, majestuoso entorno que parece tallar la dureza de los protagonistas. Esto realzado por la fenomenal fotografía en fulgente technicolor de Irving Glassberg (“Ángeles sin brillo”), sin regodearse en los hermosos y salvajes parajes, pero sabiendo enmarcarlo todo entre los ríos, montañas, cascadas, y frondosos prados, muy bonita labor; Me ha gustado mucho el modo de exponer en fuera de cámara las habilidades guerrilleras de McLyntock, como Cole sabe de la pericia de este, el resto de ‘malos’ lo infravaloran y van a por él de noche por el bosque, y Cole oye disparos, y ya sabe que McLyntock ha acabado con ellos y se ha hecho con las armas, todo ello narrado a través del nerviosismo de Cole y su rostro.