62/01(01/04/17) Excelente realización de Sam Raimi, una obra que radiografía con saña la codicia insana inherente a la sombría Condición Humana, la avaricia como motor de maquinaciones enfermizas. El guión es de Scott b. Smith basándose en su propia novela homónima de 1993, un relato intrincado, inteligente, maravillosamente hilado, con personajes brillantemente construidos, con situaciones tensas, con un increscendo dramático intenso que te atrapa y no te deja hasta su estremecedor final. Una obra con el inefable olor a la icónica “Fargo” (1996) de los Coen, no en vano Raimi es gran amigo los hermanos de Minneapolis, con los que ha trabajado en varias ocasiones, este aroma remanece por el escenario rural en medio de lares nevados (se rodó principalmente en Minnesota, misma región donde "Fargo"), de carreteras desiertas, sumado a su historia de cine negro en que se mezclan crimen, sordidez, ambición, y un botín manchado de sangre de por medio, aderezado por unos protagonistas comunes puestos al límite. Los actores maximizan el resultado final con unas actuaciones espléndidas (Bill Paxton ,Billy Bob Thornton, Bridget Fonda y Brent Briscoe). Obtuvo varios premios y nominaciones, entre ellos dos nominaciones Oscar a Mejor actor de reparto (Thornton) y mejor guión adaptado (Smith).

Estamos en un invierno nevado, Hank (Bill Paxton), su hermano Jacob (Billy Bob Thornton), y el amigo de Jacob, Lou (Brent Briscoe) encuentran accidentalmente en medio de un bosque un avión estrellado con $ 4 millones en efectivo en su interior. Hank guardará el “tesoro” hasta que llegue la primavera, y luego repartirlo entre los tres. Pero la los acontecimientos se precipitan en un encadenado de situaciones truculentas. En el relato tendrá importancia la esposa de Hank, Sarah (Bridget Fonda), y Carl Jenkins (Chelcie Ross), el sheriff del pueblo.

Un relato que te atrapa desde su inicio, una secuencia que transmite serenidad, paisajes blancos por la nieve, árboles negros, un cuervo volando, una granja abandonada en medio de páramo helado, vemos un tractor rojo abandonado (símbolo de mejores tiempos pasados), se acerca el objetivo a la casa y una cortina rasgada ondea con el viento, prólogo exquisito que además resulta circular.

Abundan sugestivas metáforas visuales con el zorro que caza gallinas y la presencia constante de cuervos (símbolo de la avaricia), ello como alegoría de la oscura naturaleza humana, construyendo Raimi una atmósfera sombría, en donde personas ordinarias son arrolladas por el azar, sonsacando este las miserias inherentes a los más bajos instintos, ello entrelazado en una trama ágil, donde discurre un encadenado de situaciones que hacen que el aire se vaya cerrando alrededor de los protagonistas poco a poco, haciéndolos sumirse en especie de arenas movedizas compuesta de un fango (patetismo moral) del que les será imposible escapar, hasta desembocar en un crescendo tenso en un final catarquico de los que se te quedará por siempre. Tratando durante su desarrollo temas como la avaricia desmedida, la amistad, los lazos familiares, los principios morales, la traición, los sueños perdidos, la lealtad, los dilemas personales, y ello en un contexto de marcado acento de deconstruir al ser humano puesto en una posición extrema (buena o mala), sobre todo en expectativas de querer ser más de lo que eres, aunque estés bien donde estas.

Es un golpe al “Sueño Americano”, su reverso amargo, de cómo personas normales sin aparentes carencias con los que es fácil identificarte, pero son devorados por su sentido atávico darwinista, construidas de modo excelso con sus defectos y virtudes: Hank es un tipo con trabajo estable, sin problemas económicos, con una bella esposa a punto de dar a luz, viviendo en una comunidad que lo respeta; Jacob es su hermano, con una buena relación con este, su parca mente no da para deseos extraordinarios, vive una vida sencilla; Sarah es la esposa de Hank, tiene un trabajo de bibliotecaria, está embarazada y no parece anhelar grandes dispendios; Lou es un tipo divertido, extrovertido, con una gran amistad con Lou, sin aparentes faltas económicas; Pero hete aquí que estos seres del montón son puestos a prueba por cuestiones de “suerte” (buena o mala, según se mire), y entonces la siniestra cara b que todos llevamos dentro puede aflorar, explotando nuestro patetismo moral.

La puesta en escena resulta magnífica para dar el sentido del estado de ánimo ambiental, con un formidable diseño de producción de Patrizia Von Brandenstein (“Amadeus”), filmando en su gran mayoría en exteriores fríos, como Wisconsin (Ashland), y Minnesota (Delano para el pueblo y Golden Valley para el bosque), con sus carreteras desiertas blancas, con sus bosques nevados, con sus páramos infinitos de granjas decadentes, componiendo un panorama gélido emparentado con los personajes, ayudado por la fenomenal fotografía de Alar Kivilo (“The blind side”), con muchos tomas simbólicas (al zorro y cuervos), creando secuencias de un valioso sentido lírico-visual, confrontando de modo penetrante en su dicromatismo blanco y negro la eterna batalla entre el bien y el mal, aquí muy difusa, maximizando los niveles de asfixia climática que va cerniéndose sobre los protagonistas, con primeros planos que extraen lo mejor de los actores. Destaca asimismo la fascinante música de Danny Elfman (“Los Simpson”), acunando en la melancolía los fotogramas, con estimulantes sonidos de flauta, con piano, banjos, cítaras y tambores, remarcando la densidad del mundo interior de los personajes.