Haz click aquí para copiar la URL
España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama A finales de la Época Heian en el siglo XII, el gobernador de un pueblo es enviado al exilio. A pesar de que su familia quiere ir con él, ninguno podrá acompañarle, pues, engañados por una vieja que se hace pasar por sacerdotisa, son vendidos como esclavos por separado: la madre por un lado y los hijos por otro. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
236/40(29/07/20) Sugestivo film japonés dirigido por Kenji Mizoguchi, de gran belleza visual, con momentos de enrome beldad, aunque yo no veo la obra maestra que muchos ven, pues bajo mi modesta opinión su desarrollo me resulta artificioso, manufacturado, simplista en su devenir, demasiado subrayante en su moralina, no dejando lugar a la sutilidad, donde las situaciones avanzan de modo prefabricado cual fábula infantil, pero esta crítica seguramente no sería la misma si no fuera por venir rodeada la cinta de una legión de seguidores que cual dogma de fe la ensalzan. La historia, se nos cuenta en una nota preliminar, tuvo lugar en "una era en la que la humanidad aún no había despertado como seres humanos".

Basado en una historia corta del mismo nombre de 1915 de Mori Ōgai, que a su vez se basó en un legendario folklore, sigue a dos niños aristocráticos que son vendidos como esclavos. Una obra con claro sentido humanista, revisionismo histórico del Japón medieval es fruto de la búsqueda de las raíces de un pueblo, una afirmación de la propia identidad, la historia de esta desgraciada familia que entra una vorágine de desgracias sirve para hacer un loable ensalzamiento en favor de la libertad contra la opresión, la fuerza de la familia frente la insolidaridad, la fe (religiosa) frente a la desesperanza. Muchos historiadores han señalado, los ideales humanistas profesados en esta película anacrónicos, nociones retroajustantes del siglo XX sobre el escenario medieval de la película. Sentimientos como "Todos los hombres son creados iguales" o "Todos tienen derecho a la felicidad", no corresponde con la mentalidad imperante en un Japón marcado a fuego por el clasismo. Pero en 1954, con Japón y el resto del planeta aun recuperándose del cruel nacionalismo que provocó la WWII, la resonancia es para atacar a las tiranías del pasado reciente.

Mizoguchi hizo alrededor de 75 películas, de todas ellas "Sansho" puede contener el impulso más autobiográfico. Viviendo en pobreza, su familia colocó a su hermana mayor en adopción, y la familia adoptiva la vendió como geisha. Su padre trató a la familia brutalmente. Estas son quizás las razones por las cuales la historia de "Sansho", basada en un cuento popular de 500 años, resonó tan fuertemente en la mente del director. Mizoguchi era pintor, por lo que ver sus películas es como admirar una pintura en movimiento, sus tiros son amplios, permitiéndonos observar el entorno de los personajes, quienes tienden a ser encuadrados en planos medios, resaltando sus actuaciones, de claras influencias kabuki-histriónicas. Haciendo sobresalir en su hermosura dramática la escena del suicidio.

El título hace referencia a un personaje secundario de poco protagonismo argumental, pero de gran peso específico y simbolismo en la historia. Versando el relato sobre un gobernador provincial humanitario en el Japón del siglo XI se ve obligado a exiliarse por sus opositores políticos, y los miembros de su familia (esposa, hijo e hija) son víctimas de todas las crueldades del período en su camino para unirse a él.

Tiene un sugerente inicio (estamos en el final de la era Heian, S.XII, y la esclavitud en Japón está muy extendida) donde sobre una ladera de un bosque la huida de Tamaki (Kinuyo Tanaka) y los jóvenes Zushiô y Anju, Mizoguchi, se abren camino como pueden entre la maleza (alegoría de su duro presente), narra el pasado que el cabeza de familia, gobernador Masauji (Masao Shimizu), desterrado por samuráis a causa de su insobornable sentido de justicia en favor de campesinos. "Si una persona no siente la caridad, no es una persona. Incluso ante tu enemigo hay que sentir la caridad... Todos los seres humanos son iguales, y no se les puede privar de la libertad ", esto le dice en un flash-back Masauji a su hijo Zushio, convirtiendo en el leit-motive del film.

Mizoguchi tiene su fuerte en la poesía con que riega la película, con recursos fílmico inteligentes que calan, ejemplo es la dualidad que ejerce sobre algunos actos paralelos: Poco después de ser apresados, Zushiô y Anju observan horrorizados los crueles métodos de castigo aplicados a un fugitivo, al que Sansho marca el rostro con un hierro al rojo vivo, métodos que años más tarde vemos al propio Zushiô (Yoshiaki Hanayagi), amoralmente amoldado al entorno, aplica este salvaje (siendo benévolo) castigo a un prisionero alentado por Sansho; Cuando al principio de la película Zushiô y Anju recogen juncos y ramas para pasar la noche a la intemperie, vemos a los dos hermanos riendo al caer al suelo tras ceder bruscamente la rama de un árbol, un plano y acción que Mizoguchi repite exactamente cuando los dos hermanos deben preparar el lecho de muerte de una prisionera moribunda, esta vez el accidente con la rama no provoca risas. Pero si ejerce de deux machine mental para Zushiô entienda de donde viene.

Es la historia triste de la desdicha de una familia pudiente venida a muy menos. EL patriarca es desterrado de su lugar y alejado de su familia, su familia busca en precarias condiciones a su cabeza de clan, y por el camino es traicionada, siendo la madre vendida como prostituta y los hijos como esclavos. Siendo el núcleo principal del film el campo de esclavos regido con mano de hierro brutal por Sansho, un sádico que disfruta imponiendo su brutal ley. Viéndose aquí otra de las dualidades del film, y es que el propio hijo de Sansho, Taro (Akitake Kôno), está en contra de los sanguinarios métodos de represión del padre, ello mientras vemos la evolución de Zushio es inversa, un esclavo que se convierte en mano derecha del sátrapa. Teniendo este personaje una hermosa redención gracias a su tierna relación con una anciana que se erige en figura materna, Namiji (Noriko Tachibana), y cuyo cruel destino cala cual epifanía en Zushio, y hace vuelva a recordar la doctrina humanista de su padre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow