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Voto de TOM REGAN:
8
7,8
3.407
Drama
En un descuido, Ali pierde los zapatos de su hermana pequeña Zhore. Como sus padres no pueden permitirse comprar unos zapatos nuevos, deciden ocultarles lo ocurrido y compartir las zapatillas deportivas de Ali. Pero el plan tiene sus inconvenientes... (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
151/11(09/05/22) Con motivo del 25 aniversario del estreno (01/02/1997) de este film me lo he visto, gran lunar el mío, pues me he encontrado un lindo film iraní, de los que te hace ver el cine de un modo diferente, film modesto en producción, pero que demuestra que para hacer un film lo que hacen falta son buenas ideas y plasmarlas con fuerza narrativa y aquí el director y guionista Majid Majidi lo hace de modo radiante, extrayendo de una sencilla propuesta sobre dos hermanitos (de una modesta familia iraní) que para ir a la escuela deben intercambiar sus calzados cual carrera de relevos (por cierto, en Teherán los niños no solo no dan la clase mezclando los sexos, además sus clases se dan a diferentes horas ¿?), para que los padres no se enteren que uno de ellos perdió el calzado del otro, y con estos escasos mimbres se desarrolla una entrañable cinta, de las que recordarás por siempre, sin sensiblerías, rezumando sinceridad. Todo visto desde la óptica de los niños, el mundo a través de su límpida mirada, un relato del que emanan buenos sentimientos, amor fraternal, amor a la familia, amor a la educación, y unas dosis de crítica a la grieta social entre los pobres (los protagonistas que viven en precarias condiciones) y los poderosos (la gente de las mansiones que los protagonistas van a jardinear), y todo esto regando el metraje de sustanciosas dosis de costumbrismo del país. La película nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa en el 1998. Fue el primer título iraní en ser nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera, perdió ante la muy sobrevalorada “La vida es bella”, también con otra mirada infantil. .
Un niño en Teherán recoge los zapatos rosas de su hermana del zapatero y luego los pierde mientras hace otros mandados en este drama suave y lánguido. Los hermanos idean un plan para evitar que sus padres, con problemas de dinero, descubran la pérdida compartiendo un par de zapatillas que cada uno debe usar para ir a la escuela.
Los niñitos Amir Farrokh Hashemian como Ali y Bahare Seddiqi como Zahra son una delicia que transpiraran naturalidad, inocencia, dulzura, bondad, ingenio, y una química entre ellos fabulosa, de esa que brota con solo mirarse, con esas sonrisas mientras juegan con las burbujas mientras lavan el calzado, con unos ojos grandiosos y ultra expresivos, emitiendo toda una gama de emociones formidable que es el motor anímico de la narración. Sus carreras por las callejuelas de Teherán (lugar donde se filmó todo, aunque nunca se diga) inundan la pantalla con su energía infantil, hacen que sus problemas sean los nuestro y suframos con ellos, como cuando Zahra pierde su calzado en una canalilla de la calle e intenta atraparla y se le escapa una y otra vez, hasta que queda encallada y llora desconsolada, ello mientras el hermanito espera el relevo para poder llegar a tiempo al colegio. Todo evolucionado con intensidad dramática febril, como cuando a Ali el rígido director del colegio (regla amenazante en mano) lo expulsa por llegar tarde, le exige vengan sus padres a hablar con él y el chico le dice que su padre (buen Amir Naji) trabaja y su madre (correcta Fereshteh Sarabandi) está enferma, y se marcha desconsolado entre lágrimas. Hay momentos de felicidad que nos tocan el alma, como cuando Zahra se esconde en clase de educación física ene l patio avergonzada por su calzado, y cuando la profesora dice que lo conveniente es venir a esta clase con deportivas, Zahra sale de detrás para ponerse en primera fila orgullosa de llevarlas, cuando Ali cuenta a la hermana alborozado que conseguirá unas zapatillas para ella en una carrera como premio. O por supuesto la ya comentada de los dos hermanos fregando el calzado en el estanque de su hogar.
Maravillosa la sub trama en que sin palabras, la fuerza de las imágenes hablando con potencia, cuando Zahra descubre que una niña de su colegio lleva sus zapatillas rosas con el lacito, y no le dice nada a la que las lleva. La sigue tras la clase para ver donde vive. Al día siguiente va con el hermano a escondidas, y ven como la niña sale de la casa con su madre y padre, juega con su padre, a la vez que vemos que este es un ciego chatarrero, los hermanos no se dicen nada y se marchan, sienten lástima por la familia de la niña y nunca le dirán nada, todo sin decir palabra. Esto se encadena con que la niña de las zapatillas observa un día que a Zahra se le ha caído el boli que le regaló su hermanito (que a su vez ganó por buenas notas en clase), intenta devolvérsela, pero Zahra tiene prisa por llegar al relevo de calzado y la niña se lo lleva a su casa, allí la vemos entusiasmada con el boli, y podemos pensar se lo quedará, pero al día siguiente en el cole le devuelve el boli a Zahra, y nos sentimos reconfortados.
Hay otro hermoso tramo en que Ali acompaña a su padre intentando le den trabajo de jardinero en alguna gran casa, van por la zona en bici en secuencias que recuerdan indefectiblemente a “Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica. La calidez que transpira la relación paterno-filial es conmovedora, ejemplo cuando el padre cuenta a su hijo como debe pedir trabajo a través del telefonillo de las casas, y entonces el padre pica uno y cuando le contestan se queda bloqueado y es Ali el que pide el trabajo; En este tramo también está cuando vemos la mencionada grieta clasista cuando al padre le dan trabajo en un gran ‘casoplón’ donde el abuelo de allí le indica todo lo por hacer en el abandonado jardín, mientras trabaja, Ali juega con el nieto, confrontando la clase obrera con el hedonismo de la clase alta.
Un niño en Teherán recoge los zapatos rosas de su hermana del zapatero y luego los pierde mientras hace otros mandados en este drama suave y lánguido. Los hermanos idean un plan para evitar que sus padres, con problemas de dinero, descubran la pérdida compartiendo un par de zapatillas que cada uno debe usar para ir a la escuela.
Los niñitos Amir Farrokh Hashemian como Ali y Bahare Seddiqi como Zahra son una delicia que transpiraran naturalidad, inocencia, dulzura, bondad, ingenio, y una química entre ellos fabulosa, de esa que brota con solo mirarse, con esas sonrisas mientras juegan con las burbujas mientras lavan el calzado, con unos ojos grandiosos y ultra expresivos, emitiendo toda una gama de emociones formidable que es el motor anímico de la narración. Sus carreras por las callejuelas de Teherán (lugar donde se filmó todo, aunque nunca se diga) inundan la pantalla con su energía infantil, hacen que sus problemas sean los nuestro y suframos con ellos, como cuando Zahra pierde su calzado en una canalilla de la calle e intenta atraparla y se le escapa una y otra vez, hasta que queda encallada y llora desconsolada, ello mientras el hermanito espera el relevo para poder llegar a tiempo al colegio. Todo evolucionado con intensidad dramática febril, como cuando a Ali el rígido director del colegio (regla amenazante en mano) lo expulsa por llegar tarde, le exige vengan sus padres a hablar con él y el chico le dice que su padre (buen Amir Naji) trabaja y su madre (correcta Fereshteh Sarabandi) está enferma, y se marcha desconsolado entre lágrimas. Hay momentos de felicidad que nos tocan el alma, como cuando Zahra se esconde en clase de educación física ene l patio avergonzada por su calzado, y cuando la profesora dice que lo conveniente es venir a esta clase con deportivas, Zahra sale de detrás para ponerse en primera fila orgullosa de llevarlas, cuando Ali cuenta a la hermana alborozado que conseguirá unas zapatillas para ella en una carrera como premio. O por supuesto la ya comentada de los dos hermanos fregando el calzado en el estanque de su hogar.
Maravillosa la sub trama en que sin palabras, la fuerza de las imágenes hablando con potencia, cuando Zahra descubre que una niña de su colegio lleva sus zapatillas rosas con el lacito, y no le dice nada a la que las lleva. La sigue tras la clase para ver donde vive. Al día siguiente va con el hermano a escondidas, y ven como la niña sale de la casa con su madre y padre, juega con su padre, a la vez que vemos que este es un ciego chatarrero, los hermanos no se dicen nada y se marchan, sienten lástima por la familia de la niña y nunca le dirán nada, todo sin decir palabra. Esto se encadena con que la niña de las zapatillas observa un día que a Zahra se le ha caído el boli que le regaló su hermanito (que a su vez ganó por buenas notas en clase), intenta devolvérsela, pero Zahra tiene prisa por llegar al relevo de calzado y la niña se lo lleva a su casa, allí la vemos entusiasmada con el boli, y podemos pensar se lo quedará, pero al día siguiente en el cole le devuelve el boli a Zahra, y nos sentimos reconfortados.
Hay otro hermoso tramo en que Ali acompaña a su padre intentando le den trabajo de jardinero en alguna gran casa, van por la zona en bici en secuencias que recuerdan indefectiblemente a “Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica. La calidez que transpira la relación paterno-filial es conmovedora, ejemplo cuando el padre cuenta a su hijo como debe pedir trabajo a través del telefonillo de las casas, y entonces el padre pica uno y cuando le contestan se queda bloqueado y es Ali el que pide el trabajo; En este tramo también está cuando vemos la mencionada grieta clasista cuando al padre le dan trabajo en un gran ‘casoplón’ donde el abuelo de allí le indica todo lo por hacer en el abandonado jardín, mientras trabaja, Ali juega con el nieto, confrontando la clase obrera con el hedonismo de la clase alta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
También sirve el film para mostrar parte del costumbrismo en la gran urbe iraní, desde los colegios donde las (pobres) niñas deben ir con el pañuelo tapándoles el cabello, las clases tiene las paredes desconchadas, como la familia ayuda en la mezquita a ordenar el calzado que se quitan los feligreses, el modo de hacer el pan árabe (o como se llamen esas láminas con lunares que sacan del horno, o la vida en una ‘corrala’ de viviendas.
El clímax se da en una vibrante carrera donde Ali compite con decenas de niños de otros colegios, con la particularidad de que lo hace no para ganar, si no para quedar tercero, que es el puesto en que se gana unas zapatillas, filmada la competición de forma espléndida. Vemos como Ali debe sortear obstáculos, y el mayor es tener que medir quedar por detrás del segundo, siendo un espléndido final con foto finish, excelente (spoiler).
En ambientación destaca la cromática fotografía en colores primarios de Parviz Malekzade, siendo hábil en el detallismo de los primeros planos, de las zapatillas (esto ya desde los bonitos créditos iniciales donde vemos como un zapatero apaña las zapatillas rotas), del boli, pero sobre todo de los entrañables rostros de los protagonistas; También bonita la música de Keivan Jahanshahi, que adorna con delicia algunas secuencias.
Los niños, que no habían actuado nunca, fueron escogidos entre miles de escolares. A fin de preservar su naturalidad y la espontaneidad de sus actuaciones, y conseguir que las escenas rodadas en las calles fueran auténticas, Majidi escondió los equipos de rodajes para que fueran lo más discretos posible y recurrió a cámaras ocultas. La película tuvo un presupuesto de producción muy modesto, 180.000 USD, pero la recaudación en el mundo entero fue de casi 1.630.000 USD, 9 veces el coste de producción inicial.
Spoiler:
Maravilloso ese rush final con Ali ganado sin pretenderlo la carrera, él quería ser tercero. Vemos como le hacen fotos de campeón y su rostro es un poema de tristeza, incluso llorando. Hay un corte y vemos que el padre lleva en su bici zapatillas nuevas para sus hijos (con el dinero de ser jardinero), esto sin saberlo los hijos. Ali llega al patio de la corrala infeliz por no haber sido tercero, la hermana lo ve y no tienen que decirse nada, la cara de Ali lo comenta todo, ella se marcha desconsolada y Ali se queda. Se quita el calzado y vemos sus pies llenos de heridas por el roce del calzado viejo y con la suela destrozada. Mete los pies en el estanque y los peces naranjas se le acercan a los pies. Y se acaba, precioso final expresando el sufrimiento de esos niños, en contraposición con los que hoy día lloran por no tener una play 6, puaj!
Notable propuesta, de las que te deja un gran regusto a cine del bueno, sin pretensiones, pero de calado emocional. Gloria Ucrania!!!
El clímax se da en una vibrante carrera donde Ali compite con decenas de niños de otros colegios, con la particularidad de que lo hace no para ganar, si no para quedar tercero, que es el puesto en que se gana unas zapatillas, filmada la competición de forma espléndida. Vemos como Ali debe sortear obstáculos, y el mayor es tener que medir quedar por detrás del segundo, siendo un espléndido final con foto finish, excelente (spoiler).
En ambientación destaca la cromática fotografía en colores primarios de Parviz Malekzade, siendo hábil en el detallismo de los primeros planos, de las zapatillas (esto ya desde los bonitos créditos iniciales donde vemos como un zapatero apaña las zapatillas rotas), del boli, pero sobre todo de los entrañables rostros de los protagonistas; También bonita la música de Keivan Jahanshahi, que adorna con delicia algunas secuencias.
Los niños, que no habían actuado nunca, fueron escogidos entre miles de escolares. A fin de preservar su naturalidad y la espontaneidad de sus actuaciones, y conseguir que las escenas rodadas en las calles fueran auténticas, Majidi escondió los equipos de rodajes para que fueran lo más discretos posible y recurrió a cámaras ocultas. La película tuvo un presupuesto de producción muy modesto, 180.000 USD, pero la recaudación en el mundo entero fue de casi 1.630.000 USD, 9 veces el coste de producción inicial.
Spoiler:
Maravilloso ese rush final con Ali ganado sin pretenderlo la carrera, él quería ser tercero. Vemos como le hacen fotos de campeón y su rostro es un poema de tristeza, incluso llorando. Hay un corte y vemos que el padre lleva en su bici zapatillas nuevas para sus hijos (con el dinero de ser jardinero), esto sin saberlo los hijos. Ali llega al patio de la corrala infeliz por no haber sido tercero, la hermana lo ve y no tienen que decirse nada, la cara de Ali lo comenta todo, ella se marcha desconsolada y Ali se queda. Se quita el calzado y vemos sus pies llenos de heridas por el roce del calzado viejo y con la suela destrozada. Mete los pies en el estanque y los peces naranjas se le acercan a los pies. Y se acaba, precioso final expresando el sufrimiento de esos niños, en contraposición con los que hoy día lloran por no tener una play 6, puaj!
Notable propuesta, de las que te deja un gran regusto a cine del bueno, sin pretensiones, pero de calado emocional. Gloria Ucrania!!!