83/18(14/03/21) Apasionante thriller psicológico dirigido por el veterano en la saga Bond, Terrence Young (dirigió tres de las cuatro primeras entregas del mítico agente 007), producida por Mel Ferrer (esposo de Audrey Hepburn entonces) a partir de un guión de Robert Carrington y Jane-Howard Carrington, basado en la obra teatral homónima de 1966 de Frederick Knott (“Crimen perfecto”). Ello para hundirnos en el sub género de ‘home invasion’, especie de mezcla entre las obras teatrales “Crimen perfecto” también del autor Knott (llevada al cine originalmente por Hitchcock) y “Sleuth” (llevada al cine originalmente por Mankiewicz), habiendo un personaje que se disfraza para entrar en una residencia, siendo aquí el epicentro está en un apartamento situado en un semisótano neoyorkino con una mujer ciega por accidente que es acosada por tres criminales intentando descubrir una muñeca con el interior con drogas, un duelo desigual cual partida de ajedrez derivado en el gato y el ratón. Ello destacando el sensacional protagonismo de Audrey Hepburn (rol encarnado por Lee Remick en el teatro), un formidable Alan Arkin (papel en el teatro actuado por Robert Duvall) como el retorcido y sibilino psicópata beatnik, Richard Crenna como un elegante ladrón, esto junto a su compañero encarando por un notable Jack Weston, sumando la adolescente Julie Herrod (en su única aparición en cine) como ‘ayudante’ de la ciega y Efrem Zimbalist Jr en un rol más pequeño de esposo de la invidente. Donde además destaca la gran cámara de Charles Lang y la tensa y ominosa música de Henry Mancini, que crean un ambiente asfixiante apropiado.

Tiene el defecto que le cuesta arrancar, tiene un tramo inicial un poco difuso, atascado, con una escena demasiado larga con los tres ‘villanos’ en el piso de Susy. Pero una vez la Hepburn se queda sola y comienzan a acosarla con un plan maquiavélico los ‘malos’, la tensión e intensidad se desbordan en un crescendo dramático absorbente por el ingenioso desarrollo, así como por las fascinantes actuaciones, todas ellas matizadas y con sus aristas. Desembocando en un rush final tremebundo, con un duelo desgarrador de reminiscencias con el terror, que seguro influyó en Demme para su Obra Maestra “The Silence of the Lambs”, donde se produce un momento impactante visualmente que hoy día parece manido por el cine ‘slasher’, pero el original es este.

La historia tiene su fuerte en el contraste entre los tres delincuentes que traman un plan ingeniosamente teatral para engañar a una mujer ciega, frente a esta invidente de apariencia además de inválida, de cuerpo delgado, vulnerable, emitiendo desamparo. Estableciéndose en la primera parte de la trama para engañarla una manipulación incisiva en como la malean e intentan ponerla en contra de su esposo, creando situaciones de enorme tensión, de intriga, suspense, apoyándose en la sutil expresividad de la Hepburn, con pequeños gestos deja entrever dudas, ello apoyándose en su ‘báculo’ en forma de rebelde adolescente vecinita. Esto evolucionado con diálogos inteligentes, donde todos intentan esconder sus intenciones en estas estrategias cuasi-ajedrecísticas.

Sobresaliente es la cinematografía de Charles Lang (“Sabrina” o “Con faldas y a lo loco”), con la mayor parte del tiempo en el interior del pequeño apartamento de Lisa, haciéndonos sentir claustrofobia, la propia de la mujer ciega encerrada en si misma (maravillosa en este sentido la metafórica secuencia de ella desesperada agarrada a los barrotes de la barandilla escenificando la prisión en que se encuentra), donde parece que el lugar se va encogiendo a medida que Lisa se encuentra más oprimida por lo que le sucede. Jugando el DP con la semiluz, los claroscuros, los contraluces, los ángulos extraños, Ello en un lugar que parece aislado del mundo, no se sabe porque, pero en el edificio solo parece vivir la niña que asiste a Susy, se habla de la madre, pero no se sabe dónde está, no vemos agente por la calle, el hecho de que el apartamento esté en un semisótano hace que la sensación de debilidad sea mucho mayor, pues por la ventana solo ven los pies de la gente, a esto se suma que el esposo desaparece durante toda la trama principal en el piso. Esto en miscelánea con la vigorosa partitura disonante creada por el maestro Henry Mancini (“La Pantera Rosa” o “Desayuno con diamantes”), ello conjugando dos pianos afinados ligeramente separados, de modo el sonido de la música llega a nuestro oído de manera se siente siniestra y sombría para hacernos sentir en parte el averno en que se va hundiendo sin querer Susy, elevando las emociones y la tensión inquietante; Todo esto conforma una atmósfera cargada que nos atrapa en sus malsanas redes, con giros sagaces.

Audrey Hepburn da una de sus mejores actuaciones (que ya es decir con su exitosa filmografía), crea a una ciega extraordinariamente natural, lejos de poderes sobrenaturales que muchas veces les colocan, con su lenguaje físico, con esa mirada perdida, con la tierna relación con la niña, el modo de afrontar la ‘home invasion’, el modo de afrontar esa llamada ‘sorpresa’ de la niña para avisarle de un ‘malo’ inesperado para ella, su cara de terror, su rostro en el clímax aterrador, una actuación conmovedora, personaje que hace nos importe lo que le pase y con ello nos imante la situación. Fue nominada al Oscar, perdió ante la otra gran Hephurn, Katharine y su papel en “Adivina quién viene esta noche”; Su némesis es un fabuloso Alan Arkin (recordando al posterior Kevin Spacey) componiendo a un sociópata ingenioso, con oportuna labia manipuladora, maestro del disfraz, jugando en este talante con la meta-ficción siendo un actor dentro de un actor, con aspecto moderno con esas gafas redondas de sol (quizás para remarcar el doppelganger con la ciega juega al aspecto de ciego falso),... (sigo en spoiler)