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Voto de TOM REGAN:
6
6,8
3.627
Drama
Deseando morir con dignidad, Hanshiro, un samurái sin recursos, solicita realizar el ritual de suicidio en la residencia del clan Li, cuyo director es Kageyu, un guerrero obstinado. Intentando que cambie de idea, Kageyu le cuenta la trágica historia de Motome, un joven ronin que llegó solicitando lo mismo. Remake en 3D de la película homónima de Masaki Kobayashi (1962), con Tatsuya Nakadai en el papel principal. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
39/05(06/03/13) Esta cinta me atrajo por la curiosidad de ver que haría este director con la Monumental Obra Maestra del chambara de Kobayashi, mi sensación final es que el compararla con la original la destroza, hay muchas veces que tras la visión de un remake te preguntas por qué? No es que esta sea mala, de hecho tiene puntos interesantes, es que aporta cero a la primigenia, y lo que intenta darnos es en detrimento, lo más reseñable es su magnífica ambientación y sus sentidas interpretaciones. El cineasta japonés Takeshi Miike adapta la novela de Yasuhiko Takiguchi, ‘Ibun Rônin-Ki’, con una línea argumental sin diferencias pero añadiendo algunos toques personales. Los aportes de Miike no mejoran el original de hecho ralentizan el ritmo a la hora de subrayar el dramatismo. Es una obra que nos habla del verdadero honor, de la venganza, del amor, de las tradiciones, de la pobreza, de la dignidad, del orgullo del despotismo, de la piedad, la vergüenza, de la compasión, de la humillación, del sacrificio, ello con una puesta en escena brillante, componiendo escenas de un evocador lirismo.
El escenario es el Japón feudal del SXVII, en el Shogunato de Tokugawa, es un tiempo sin guerras, muchos samuráis se han quedado sin curro, sin Señor y sin clan, son ronins que sobreviven como pueden en duras condiciones. Hanshiro Tsugomo (Ichikawa Ebizo) es un samurái caído en desgracia que se presenta en la residencia del Clan Lyi regido por Lord Kageyu (Koji Yakusho), para acometer el ritual suicida seppuku, un suicidio con honor, el lugarteniente le pide, mientras está en el centro del patio, que antes de realizarlo escuche una historia que allí sucedió. Un supuesto samurái, un joven Motome Chijiwa (Eita), fue allí a realizarlo, pero en realidad solo buscaba compasión quería que le dieran dinero, de hecho la espada que llevaba era de bambú, Hanshiro les dice que el no va de farol tienen determinación y pide por padrino a un samurái que hay que ir a buscar, mientras lo traen Hanshiro quiere contarles otra historia, en un largo flash back nos cuenta la dura historia de su hijo y su nuera.
Miike imprime al relato un tono sombrío y melancólico, transmitiendo tristeza y pesimismo, ello con un estilo poético con marcado dramatismo donde se arremete sobre todo con la demagogia con que algunos manejan la palabra ‘Honor’, contra el despotismo de las clases altas, contra las injusticias sociales y sobre todo es un canto a la dignidad humana. El director rueda con ritmo que va decelerando conforme avanza, apenas hay acción, en la cinta apenas solo hay un par de escenas de peleas, aunque las que hay deriva en secuencias durísimas, el resto adopta una cadencia narrativa serena, demasiado, maximiza el minimalismo, de las miradas, los gestos, los silencios, las lacónicas frases, esto en pos de darle un gran fondo a los personajes, de hacérnoslos humanos, de que nos calen sus sentimientos, que suframos su tormentosa vida, pero se le va la mano a Takeshi, redunda demasiado, no hay remansos, con lo que es una bajada a la miseria sin escalas, un y más y más. Se alcanzan momentos de estremecedora intensidad (spoiler). El tono de tragedia es algo que sobrevuela en todo el momento su metraje, acentuando este angustioso patinado con imágenes escabrosas (spoiler), buscando desgarro en el espectador que se consigue a medias.
La cinta se puede dividir en tres partes, una es la presentación de la historia, los primeros 3 cuartos de hora, de una gran fluidez, consigue atraparnos en su enigmático y abrumadora presentación de personajes, su ritmo es rápido e intrigante, vemos el primer y dinámico flash-back, pero entonces nos anegan en el segundo y denso flash-back , casi una hora aletargada donde la síntesis habría sido más que necesaria, es un lánguido recorrido hacia la miseria, provocando en mi el efecto contrario al deseado en vez de empatizar con el sufrimiento de ellos , me alejo al sentirme empujado de modo sensiblero, llegando a caer en el tedio. En el tercer tramo retoma la buena sintonía y nos deleita con un buen final, previsible, pero con una excelente coreografía, todos los cabos se atan en una conclusión dolorosamente conmovedora, aunque al querer innovar sobre el original la pifia restando toda posible credibilidad (spoiler). Su bloque central desequilibra el conjunto, deriva en alejarnos de las emociones que Miike quiere emitir.
La atmósfera que crea Miike es espléndida, edificando lienzos de una estupenda belleza, sumándose una extraordinaria dirección artística de Yuji Hayashida (‘Azumi’ o ’13 Asesinos’), el palacio, el patio, la aldea, la escuela, los hermosos parajes donde pescan, el extraordinario vestuario, la impresionante armadura del palacio, símbolo del Honor (vacuo y pomposo), esto elevado por la sugerente fotografía de Nobuyasu Kita (’13 Asesinos’), fascinante en las tomas en que nieva, símbolo de la muerte cercana, y esto rodeado de la deliciosa música de Ryuichi Sakamoto (‘Feliz Navidad Mr. Lawrence’ o ‘El Último Emperador’), no atosiga, está colocada en su sitio para canalizar sensaciones, y como he dicho formando cuadro de una gran beldad y delicado romanticismo que nos ayudan a imbuirnos del halo de pesadumbre que recorre el film. (Continua en spoiler por falta de espacio)
El escenario es el Japón feudal del SXVII, en el Shogunato de Tokugawa, es un tiempo sin guerras, muchos samuráis se han quedado sin curro, sin Señor y sin clan, son ronins que sobreviven como pueden en duras condiciones. Hanshiro Tsugomo (Ichikawa Ebizo) es un samurái caído en desgracia que se presenta en la residencia del Clan Lyi regido por Lord Kageyu (Koji Yakusho), para acometer el ritual suicida seppuku, un suicidio con honor, el lugarteniente le pide, mientras está en el centro del patio, que antes de realizarlo escuche una historia que allí sucedió. Un supuesto samurái, un joven Motome Chijiwa (Eita), fue allí a realizarlo, pero en realidad solo buscaba compasión quería que le dieran dinero, de hecho la espada que llevaba era de bambú, Hanshiro les dice que el no va de farol tienen determinación y pide por padrino a un samurái que hay que ir a buscar, mientras lo traen Hanshiro quiere contarles otra historia, en un largo flash back nos cuenta la dura historia de su hijo y su nuera.
Miike imprime al relato un tono sombrío y melancólico, transmitiendo tristeza y pesimismo, ello con un estilo poético con marcado dramatismo donde se arremete sobre todo con la demagogia con que algunos manejan la palabra ‘Honor’, contra el despotismo de las clases altas, contra las injusticias sociales y sobre todo es un canto a la dignidad humana. El director rueda con ritmo que va decelerando conforme avanza, apenas hay acción, en la cinta apenas solo hay un par de escenas de peleas, aunque las que hay deriva en secuencias durísimas, el resto adopta una cadencia narrativa serena, demasiado, maximiza el minimalismo, de las miradas, los gestos, los silencios, las lacónicas frases, esto en pos de darle un gran fondo a los personajes, de hacérnoslos humanos, de que nos calen sus sentimientos, que suframos su tormentosa vida, pero se le va la mano a Takeshi, redunda demasiado, no hay remansos, con lo que es una bajada a la miseria sin escalas, un y más y más. Se alcanzan momentos de estremecedora intensidad (spoiler). El tono de tragedia es algo que sobrevuela en todo el momento su metraje, acentuando este angustioso patinado con imágenes escabrosas (spoiler), buscando desgarro en el espectador que se consigue a medias.
La cinta se puede dividir en tres partes, una es la presentación de la historia, los primeros 3 cuartos de hora, de una gran fluidez, consigue atraparnos en su enigmático y abrumadora presentación de personajes, su ritmo es rápido e intrigante, vemos el primer y dinámico flash-back, pero entonces nos anegan en el segundo y denso flash-back , casi una hora aletargada donde la síntesis habría sido más que necesaria, es un lánguido recorrido hacia la miseria, provocando en mi el efecto contrario al deseado en vez de empatizar con el sufrimiento de ellos , me alejo al sentirme empujado de modo sensiblero, llegando a caer en el tedio. En el tercer tramo retoma la buena sintonía y nos deleita con un buen final, previsible, pero con una excelente coreografía, todos los cabos se atan en una conclusión dolorosamente conmovedora, aunque al querer innovar sobre el original la pifia restando toda posible credibilidad (spoiler). Su bloque central desequilibra el conjunto, deriva en alejarnos de las emociones que Miike quiere emitir.
La atmósfera que crea Miike es espléndida, edificando lienzos de una estupenda belleza, sumándose una extraordinaria dirección artística de Yuji Hayashida (‘Azumi’ o ’13 Asesinos’), el palacio, el patio, la aldea, la escuela, los hermosos parajes donde pescan, el extraordinario vestuario, la impresionante armadura del palacio, símbolo del Honor (vacuo y pomposo), esto elevado por la sugerente fotografía de Nobuyasu Kita (’13 Asesinos’), fascinante en las tomas en que nieva, símbolo de la muerte cercana, y esto rodeado de la deliciosa música de Ryuichi Sakamoto (‘Feliz Navidad Mr. Lawrence’ o ‘El Último Emperador’), no atosiga, está colocada en su sitio para canalizar sensaciones, y como he dicho formando cuadro de una gran beldad y delicado romanticismo que nos ayudan a imbuirnos del halo de pesadumbre que recorre el film. (Continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Los protagonistas cumplen con notable, hay un sobresaliente Bizo Ichikawa, majestuoso, un derroche de carisma y de furia contenida, desborda emociones, pasión, frustración y sobre todo un aura trágica demoledora, su amargada mirada te atraviesa, su dolor y hastío nos llega, es el responsable de que en el bajón del segundo tramo se remonte en su estremecedor final. Asimismo Eita como el ronin pedigüeño que es vejado por el Clan emana amor, penuria, desolación, y en la escena de su seppuku… (spoiler), impresionante, la mejor secuencia del film.
En definitiva nos queda una interesante propuesta que pierde fuelle conforme avanza su metraje, lastrada por el segundo tramo, una tijera a tiempo a veces no es mala solución. Una trémula oda a la Dignidad y un ataque feroz a la Tiranía. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
La escena de harakiri de Motome es descarnada, como con su espada de bambú se retuerce intentando clavársela, se rompe y sigue, como un inhumano le ordena que siga, de un sadismo turbador, de las que te deja mal cuerpo, 5 minutos insufribles, remueve las entrañas, de un realismo atroz, y cuando le decapitan hay un plano de la Armadura Roja, el Honor del Samurai. La escena que quedará en la retina tiempo después de verla. Luego está su final, brillante la nevada que cae como presagio de muerte, pero el duelo del flash-back contra los 3 samuráis me ha sido una caricatura, después esperaba con ansia que sutil cambio tendría preparado Takeshi, y me ha defraudado, la nieve queda preciosa pero la bala en la recámara era que Hanshiro lucharía contra los samuráis con una espada de bambú en homenaje a su hijo, si, la coreografía es espectacular, pero que nadie se lo cargue es una bufonada que me chirría, los está dejando en ridículo y los samuráis me parecen unos guiñoles. En el film de Kobayashi este lucha con una espada de metal y se carga a unos cuantos antes de irse y refleja un sacrificio veraz, aquí la katana de bambú es de chiste y resta poder de fascinación.
Lo que la historia real nos cuenta es que el 21 de Octubre de 1600 se produjo en Japón la Batalla de Sekigahara, la mayor en suelo nipón con unos 200000 soldados, Tokugawa Leyas venció, poniendo fin a un largo periodo de Guerras que tenía fraccionada ala nación, llegó el Shogunato de Tokugawa, el último que habría en Japón, unificando el imperio de Japón y estando en paz por más 250 años. Esto fue una debacle para los miles de Samuráis que había, muchos de ellos pasaron a ser Ronins, Samuráis sin amo que vagaba sin rumbo por Japón, gente que no sabía hacer otra cosa que luchar con honor. Habiendo uno que avergonzado de su situación decidió quitarse la vida de modo acorde con su honor, el ritual seppuku, solicitando hacerlo en el patio del palacio de un gran Lord, el Lord se compadece de él y le da un trabajo acorde con su casta, con lo que el Samurái recupera su orgullo. Lo malo es que la noticia voló por todo Japón, propiciando que muchos Samuráis le imitaran esperando una reacción semejante en los Lords, pero estos se cansaron de esta maquiavela extorsión.
En definitiva nos queda una interesante propuesta que pierde fuelle conforme avanza su metraje, lastrada por el segundo tramo, una tijera a tiempo a veces no es mala solución. Una trémula oda a la Dignidad y un ataque feroz a la Tiranía. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
La escena de harakiri de Motome es descarnada, como con su espada de bambú se retuerce intentando clavársela, se rompe y sigue, como un inhumano le ordena que siga, de un sadismo turbador, de las que te deja mal cuerpo, 5 minutos insufribles, remueve las entrañas, de un realismo atroz, y cuando le decapitan hay un plano de la Armadura Roja, el Honor del Samurai. La escena que quedará en la retina tiempo después de verla. Luego está su final, brillante la nevada que cae como presagio de muerte, pero el duelo del flash-back contra los 3 samuráis me ha sido una caricatura, después esperaba con ansia que sutil cambio tendría preparado Takeshi, y me ha defraudado, la nieve queda preciosa pero la bala en la recámara era que Hanshiro lucharía contra los samuráis con una espada de bambú en homenaje a su hijo, si, la coreografía es espectacular, pero que nadie se lo cargue es una bufonada que me chirría, los está dejando en ridículo y los samuráis me parecen unos guiñoles. En el film de Kobayashi este lucha con una espada de metal y se carga a unos cuantos antes de irse y refleja un sacrificio veraz, aquí la katana de bambú es de chiste y resta poder de fascinación.
Lo que la historia real nos cuenta es que el 21 de Octubre de 1600 se produjo en Japón la Batalla de Sekigahara, la mayor en suelo nipón con unos 200000 soldados, Tokugawa Leyas venció, poniendo fin a un largo periodo de Guerras que tenía fraccionada ala nación, llegó el Shogunato de Tokugawa, el último que habría en Japón, unificando el imperio de Japón y estando en paz por más 250 años. Esto fue una debacle para los miles de Samuráis que había, muchos de ellos pasaron a ser Ronins, Samuráis sin amo que vagaba sin rumbo por Japón, gente que no sabía hacer otra cosa que luchar con honor. Habiendo uno que avergonzado de su situación decidió quitarse la vida de modo acorde con su honor, el ritual seppuku, solicitando hacerlo en el patio del palacio de un gran Lord, el Lord se compadece de él y le da un trabajo acorde con su casta, con lo que el Samurái recupera su orgullo. Lo malo es que la noticia voló por todo Japón, propiciando que muchos Samuráis le imitaran esperando una reacción semejante en los Lords, pero estos se cansaron de esta maquiavela extorsión.