Media votos
6,5
Votos
5.739
Críticas
5.236
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
9
8,2
38.333
Drama. Intriga
Al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, el aristócrata inglés Maxim De Winter conoce en Montecarlo a una joven humilde, dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a Inglaterra, a la mansión de Manderley, residencia habitual de Maxim. La nueva señora De Winter se da cuenta muy pronto de que todo allí está impregnado del recuerdo de Rebeca. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
203/08(24/12/13) Brillante debut de Hitchcok en Hollywood con el megalómano productor David O. Selznick, es un sugestivo drama psicológico basado en el libro homónimo de Daphne Du Maurier de 1938. El orondo realizador demuestra su maestría con un desarrollo atractivo en el que juega con el espectador, en el marco de una obra rebosante de goticismo y mezclando géneros de modo equilibrado.
El guión es de Joan Harrison, pulido por el premio Pulitzer Robert E. Sherwood (‘Los Mejores Años De Nuestra Vida’), se basan en una adaptación del libro de Philip MacDonald y Michael Hogan, muy fiel a la novela, pero obligados a cambiar algo importante por mor de el Código de Producción de Hollywood (spoiler). Toca con pericia drama, misterio, romance, celos, necrofilia, lesbianismo soterrado, intriga, complejos de inferioridad, la obsesión mórbida o la inocencia. Hitch es fiel a la novela en el atrayente inicio, un brumoso prado de la campiña inglesa, avanza la cámara un neblinoso bosque, sobreimpresionado el título, ‘Rebeca’, acaban los títulos y aparece la luna medio-escondida tras nubes nocturnas, en un travelling la cámara cruza una verja de hierro, de fondo la voz en off de Joan Fontaine con una frase mítica <Last night I dreamt I went to Manderley again> (<Anoche soñé que volvía a Manderley>), se interna en un sendero serpenteante abandonado, Joan nos cuenta su sueño, y admiramos las ruinas de una mansión, visión siniestra, para retroceder en el flash-back que es la historia. El guión juega con mordacidad con la dualidad de las 2 Sras. De Winter, la Segunda (Fontaine) no tiene nombre, desposeída de personalidad, busca su sitio, intenta usurpar un lugar que no le corresponde, es apocada, inocentona, asustadiza, timorata, y está Rebeca, su nombre resuena como una tormenta por toda Manderley, un eco atronador reflejado en la omnipresente R, presencia nula en cuanto a imágenes, pero constante en el espíritu colectivo, mujer descrita como hermosa, fría, sofisticada, autosuficiente, elegante, pérfida, personaje presente por medio de la visión que proyectan quienes la conocieron, consiguen que casi la veamos cual fantasma, Colosal este modo de afrontar Hitch un personaje ausente, su aura envuelve la cinta haciéndolo el más importante del relato sin aparecer.
Es una cinta partida en 3. En la primera en Monte Carlo el tono navega entre la comedia sofisticada y el romanticismo, un amorío rápido entre un pomposo aristócrata inglés y una asistente de una ricachona. Lo mejor aquí es un diálogo revelador de la personalidad de él y de ella: Ella <Ojalá hubiera un invento que embotellase los recuerdos y no se esfumasen, y cuando yo quisiese abrir la botella y revivirlos>….Él <A veces en esas botellas hay demonios que asoman cuando más quieres olvidarlos>. El segundo tramo comienza con la llegada a Manderley en que Alfred crea al más grande protagonista de un film sin aparecer, ni tan siquiera su imagen en una foto, pero su hálito sobrevuela cada fotograma, presente por toda la mansión, su espíritu asfixia a la Segunda, Manderley es Rebeca y Rebeca es Manderley, en este tramo el tenebrismo, la claustrofobia psicológica y el cuasi-terror con ecos a Edgar Allan Poe lo inundan todo. En el tercero cae en una investigación policial ramplona y que es la parte más floja del film, con un giro final cogido con pinzas. Para Hitchcock su film tenía 3 estilos literarios, cuento de hadas romántico, cuento de misterio e intriga, y cuento policial.
Laurence Olivier borda su rol de noble gélido, atormentado por un fantasma del pasado, altivo tipo que parece ni sentir ni padecer, arrogante de sofisticado comportamiento, solo en el tramo final deja entrever emociones, brillante contándole a la Segunda lo que le pasó a Rebeca, expone lo gran actor que es. Selznick impuso a Laurence Olivier con el que ya había trabajado en ‘Cumbres Borrascosas’ (1939). Joan Fontaine da con el carácter apocado de su rol, emite ternura, delicadeza, cariño, fragilidad, insignificancia, inseguridad, complejos por estar fuera de lugar, maximizado por el ingenioso recurso de despojarla de nombre para anularle la identidad, estremecedora en la escena que Danvers la conmina a lanzarse al vacío. Para su papel Olivier trató de imponer a su esposa Vivien Leigh, había trabajado con Selznick en la grandiosa ‘Lo que el viento se llevó’, el productor eligió a una desconocida Joan, tenía 21 años, prácticamente única americana en el reparto, además de teniendo en contra a Olivier hacia que Fontaine se sintiera extraña entre el equipo con lo que remarcaba la sensación de estar fuera de sitio que anhelaba Hitch. Fontaine es el apellido que su madre utilizó en su periplo como actriz, se llamaba realmente Joan de Beauvoir de Havilland, hermana de Olivia De Havilland, enemistadas desde la niñez, y con una rivalidad enconada.
Uno de los pilares sobre los que se sustenta la espectral Rebeca es la escalofriante actuación de Judith Anderson, fuerza arrolladora con Imperial carisma, villana aterradora por su poder de acomplejar y empequeñecer, su lenguaje corporal acongoja, achica, dotada de penetrante mirada, no parpadea y fulmina. Hitch le da un toque tenebroso, vestida de impoluto negro hasta los pies, siempre cogiéndose las manos en pose monacal, no se le ven los pies en la mayoría de escenas para instalarnos la diabólica sensación de que cuasi levitando, nunca se le ve entrar en las habitaciones, para imprimirnos que se materializa de la nada. Incluso hizo un trabajo de iluminación específico para ella, contrapicada y luz que aumentaba su demoniaca sombra. Hitch le regala una situación que no estaba en el libro, cuando le enseña a la segunda Sra. De Winter el Impresionante dormitorio de Rebeca y le muestra de modo turbador la lencería mimándola, diciéndole que fue hecha por monjas de clausura, esto atomiza la impresión de lesbianismo y necrofilia de la Sra. Danvers, explotando con sutilidad su retorcida personalidad... (Continua en spoiler sin)
El guión es de Joan Harrison, pulido por el premio Pulitzer Robert E. Sherwood (‘Los Mejores Años De Nuestra Vida’), se basan en una adaptación del libro de Philip MacDonald y Michael Hogan, muy fiel a la novela, pero obligados a cambiar algo importante por mor de el Código de Producción de Hollywood (spoiler). Toca con pericia drama, misterio, romance, celos, necrofilia, lesbianismo soterrado, intriga, complejos de inferioridad, la obsesión mórbida o la inocencia. Hitch es fiel a la novela en el atrayente inicio, un brumoso prado de la campiña inglesa, avanza la cámara un neblinoso bosque, sobreimpresionado el título, ‘Rebeca’, acaban los títulos y aparece la luna medio-escondida tras nubes nocturnas, en un travelling la cámara cruza una verja de hierro, de fondo la voz en off de Joan Fontaine con una frase mítica <Last night I dreamt I went to Manderley again> (<Anoche soñé que volvía a Manderley>), se interna en un sendero serpenteante abandonado, Joan nos cuenta su sueño, y admiramos las ruinas de una mansión, visión siniestra, para retroceder en el flash-back que es la historia. El guión juega con mordacidad con la dualidad de las 2 Sras. De Winter, la Segunda (Fontaine) no tiene nombre, desposeída de personalidad, busca su sitio, intenta usurpar un lugar que no le corresponde, es apocada, inocentona, asustadiza, timorata, y está Rebeca, su nombre resuena como una tormenta por toda Manderley, un eco atronador reflejado en la omnipresente R, presencia nula en cuanto a imágenes, pero constante en el espíritu colectivo, mujer descrita como hermosa, fría, sofisticada, autosuficiente, elegante, pérfida, personaje presente por medio de la visión que proyectan quienes la conocieron, consiguen que casi la veamos cual fantasma, Colosal este modo de afrontar Hitch un personaje ausente, su aura envuelve la cinta haciéndolo el más importante del relato sin aparecer.
Es una cinta partida en 3. En la primera en Monte Carlo el tono navega entre la comedia sofisticada y el romanticismo, un amorío rápido entre un pomposo aristócrata inglés y una asistente de una ricachona. Lo mejor aquí es un diálogo revelador de la personalidad de él y de ella: Ella <Ojalá hubiera un invento que embotellase los recuerdos y no se esfumasen, y cuando yo quisiese abrir la botella y revivirlos>….Él <A veces en esas botellas hay demonios que asoman cuando más quieres olvidarlos>. El segundo tramo comienza con la llegada a Manderley en que Alfred crea al más grande protagonista de un film sin aparecer, ni tan siquiera su imagen en una foto, pero su hálito sobrevuela cada fotograma, presente por toda la mansión, su espíritu asfixia a la Segunda, Manderley es Rebeca y Rebeca es Manderley, en este tramo el tenebrismo, la claustrofobia psicológica y el cuasi-terror con ecos a Edgar Allan Poe lo inundan todo. En el tercero cae en una investigación policial ramplona y que es la parte más floja del film, con un giro final cogido con pinzas. Para Hitchcock su film tenía 3 estilos literarios, cuento de hadas romántico, cuento de misterio e intriga, y cuento policial.
Laurence Olivier borda su rol de noble gélido, atormentado por un fantasma del pasado, altivo tipo que parece ni sentir ni padecer, arrogante de sofisticado comportamiento, solo en el tramo final deja entrever emociones, brillante contándole a la Segunda lo que le pasó a Rebeca, expone lo gran actor que es. Selznick impuso a Laurence Olivier con el que ya había trabajado en ‘Cumbres Borrascosas’ (1939). Joan Fontaine da con el carácter apocado de su rol, emite ternura, delicadeza, cariño, fragilidad, insignificancia, inseguridad, complejos por estar fuera de lugar, maximizado por el ingenioso recurso de despojarla de nombre para anularle la identidad, estremecedora en la escena que Danvers la conmina a lanzarse al vacío. Para su papel Olivier trató de imponer a su esposa Vivien Leigh, había trabajado con Selznick en la grandiosa ‘Lo que el viento se llevó’, el productor eligió a una desconocida Joan, tenía 21 años, prácticamente única americana en el reparto, además de teniendo en contra a Olivier hacia que Fontaine se sintiera extraña entre el equipo con lo que remarcaba la sensación de estar fuera de sitio que anhelaba Hitch. Fontaine es el apellido que su madre utilizó en su periplo como actriz, se llamaba realmente Joan de Beauvoir de Havilland, hermana de Olivia De Havilland, enemistadas desde la niñez, y con una rivalidad enconada.
Uno de los pilares sobre los que se sustenta la espectral Rebeca es la escalofriante actuación de Judith Anderson, fuerza arrolladora con Imperial carisma, villana aterradora por su poder de acomplejar y empequeñecer, su lenguaje corporal acongoja, achica, dotada de penetrante mirada, no parpadea y fulmina. Hitch le da un toque tenebroso, vestida de impoluto negro hasta los pies, siempre cogiéndose las manos en pose monacal, no se le ven los pies en la mayoría de escenas para instalarnos la diabólica sensación de que cuasi levitando, nunca se le ve entrar en las habitaciones, para imprimirnos que se materializa de la nada. Incluso hizo un trabajo de iluminación específico para ella, contrapicada y luz que aumentaba su demoniaca sombra. Hitch le regala una situación que no estaba en el libro, cuando le enseña a la segunda Sra. De Winter el Impresionante dormitorio de Rebeca y le muestra de modo turbador la lencería mimándola, diciéndole que fue hecha por monjas de clausura, esto atomiza la impresión de lesbianismo y necrofilia de la Sra. Danvers, explotando con sutilidad su retorcida personalidad... (Continua en spoiler sin)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… Hay otra escena en la que Judith aterroriza por su poder manipulador, tras el chasco del baile de disfraces, la segunda Sra. De Winter corre desconsolada a llorar a su dormitorio de Rebeca, Danvers está allí y la tritura con un estremecedor soliloquio, <Usted pensó que usted podría vivir en su casa, caminar en sus pasos, tomar las cosas que eran de ella, pero ella es muy fuerte, no puede luchar contra ella, nadie pudo con ella>, sibilinamente le abre la ventana y le espeta mordazmente <Un poco de aire le sentará bien>, la segunda levanta la vista y ve sobre la almohada bordada la amenazante R, se levanta llorando y se asoma a la ventana, Danvers se le pega al oído y le susurra satánicamente se marche, nada la retiene a este mundo, es una maestra de marionetas, aniquila la poca vitalidad que le queda a la Segunda, espeluznante su interpretación, de las cumbres de los Malos Malísimos de la historia del cine.
El resto del reparto son gran apoyo para dotar de fuerza la cinta, un George Sanders canallesco encantador, seductor, simpático, un decadente bon vivant. Florence Bates da el pego con su rancio y despectivo papel. Nigel Bruce y Gladys Cooper hacen de cálidos familiares de Maxim.
Otro personaje toma gran protagonismo, aparte de Rebeca, es Manderley, fundamental para apocar la débil personalidad de la Segunda, como he leído Manderley puede ser visto como un gran laberinto y la Sra. Danvers como el Minotauro, la mansión nos llega helada, hostil, salas ampulosas, pasillos interminables, escaleras rimbombantes, emite una aire opresivo asfixiante cortante. La ambientación es muy buena, con fantástica dirección artística de Lyle R. Wheeler (‘Lo que el viento se llevó’), recreando Manderley y sus alrededores, mar alterado de oleaje, los acantilados, enalteciendo los escenarios la espléndida fotografía de George Barnes (‘Juan Nadie’), sabe proyectar sensaciones, esto adornado por la adecuada música de Franz Waxman (‘Traidor en el infierno’) con profusión de melodías de violines aumentando la atmósfera inquietante.
Hay escenas de calado amén de las contadas, como la llegada de la Segunda con Maxim a Manderley, acercándose comienza a llover fuerte, es el espíritu de Rebeca que se agita por la ‘usurpadora’ que llega, la vista de Manderley deja boquiabierta a la Segunda, entra en la Manor con cabello revuelto y aterrada, la Sra. Danvers en un turbador zoom, primera aparición, le habla fríamente y la fulmina con sus ojos, le mira sus temblorosas manos de las que caen los guantes.
La tara sería psicoanalizar el papel de la Segunda, alguien sin personalidad, vacía de alma, aspira a ser la nueva Rebeca, acomplejada, no se sabe cómo se enamora de un tipo tan frío que le pide casarse mientras se lava las manos en el lavabo, a lo mejor es por el pastizal que tiene (ataque de cinismo).
Gran obra, Clásico imperecedero de un genio realizador que aún le quedaba mucho por ofrecer. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
En el libro Maxim dispara y mata a Rebeca, en el film muere por un accidente, la moral imperante obligó a que si un marido mataba a su esposa debía ser ajusticiado, solución, un accidente, aunque todo el sentido coherente de la trama se arrugue. Además en el en la película la Sra. Danvers se autoinmola quemándose junto a Manderley, para que la Segunda no ocupe el lugar de Rebeca, en el libro se deja entrever que quema la mansión, pero escapa. Hitchcock realizó sutiles cambios, como en la personalidad de la Sra. Danvers, en el libro era de mayor edad, una cuasi-madre celosa, el director la rejuvenece (Judith tenía 42 años), con esto dotó de tintes lésbicos la relación Rebeca-Danvers, una especie de homenaje a Du Maurier que era bisexual. Selznick para enfatizar el poder omnímodo de Rebeca pretendía que el humo de Manderley formara en el cielo una gran ‘R’, Hitch pensaba no sería sutil y lo cambió por una bata sobre la almohada de su dormitorio ardiendo con la ‘R’.
El resto del reparto son gran apoyo para dotar de fuerza la cinta, un George Sanders canallesco encantador, seductor, simpático, un decadente bon vivant. Florence Bates da el pego con su rancio y despectivo papel. Nigel Bruce y Gladys Cooper hacen de cálidos familiares de Maxim.
Otro personaje toma gran protagonismo, aparte de Rebeca, es Manderley, fundamental para apocar la débil personalidad de la Segunda, como he leído Manderley puede ser visto como un gran laberinto y la Sra. Danvers como el Minotauro, la mansión nos llega helada, hostil, salas ampulosas, pasillos interminables, escaleras rimbombantes, emite una aire opresivo asfixiante cortante. La ambientación es muy buena, con fantástica dirección artística de Lyle R. Wheeler (‘Lo que el viento se llevó’), recreando Manderley y sus alrededores, mar alterado de oleaje, los acantilados, enalteciendo los escenarios la espléndida fotografía de George Barnes (‘Juan Nadie’), sabe proyectar sensaciones, esto adornado por la adecuada música de Franz Waxman (‘Traidor en el infierno’) con profusión de melodías de violines aumentando la atmósfera inquietante.
Hay escenas de calado amén de las contadas, como la llegada de la Segunda con Maxim a Manderley, acercándose comienza a llover fuerte, es el espíritu de Rebeca que se agita por la ‘usurpadora’ que llega, la vista de Manderley deja boquiabierta a la Segunda, entra en la Manor con cabello revuelto y aterrada, la Sra. Danvers en un turbador zoom, primera aparición, le habla fríamente y la fulmina con sus ojos, le mira sus temblorosas manos de las que caen los guantes.
La tara sería psicoanalizar el papel de la Segunda, alguien sin personalidad, vacía de alma, aspira a ser la nueva Rebeca, acomplejada, no se sabe cómo se enamora de un tipo tan frío que le pide casarse mientras se lava las manos en el lavabo, a lo mejor es por el pastizal que tiene (ataque de cinismo).
Gran obra, Clásico imperecedero de un genio realizador que aún le quedaba mucho por ofrecer. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
En el libro Maxim dispara y mata a Rebeca, en el film muere por un accidente, la moral imperante obligó a que si un marido mataba a su esposa debía ser ajusticiado, solución, un accidente, aunque todo el sentido coherente de la trama se arrugue. Además en el en la película la Sra. Danvers se autoinmola quemándose junto a Manderley, para que la Segunda no ocupe el lugar de Rebeca, en el libro se deja entrever que quema la mansión, pero escapa. Hitchcock realizó sutiles cambios, como en la personalidad de la Sra. Danvers, en el libro era de mayor edad, una cuasi-madre celosa, el director la rejuvenece (Judith tenía 42 años), con esto dotó de tintes lésbicos la relación Rebeca-Danvers, una especie de homenaje a Du Maurier que era bisexual. Selznick para enfatizar el poder omnímodo de Rebeca pretendía que el humo de Manderley formara en el cielo una gran ‘R’, Hitch pensaba no sería sutil y lo cambió por una bata sobre la almohada de su dormitorio ardiendo con la ‘R’.