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Voto de TOM REGAN:
7
6,8
1.649
23 de mayo de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
51/03(08/04/14) Destacable incursión de John Ford en esta turbadora mezcla de género bélico cuasi-existencialista con marcados trazos de de profundidad psicológica, al que el tiempo ha dejado ver algunas grietas. Ofreciendo en su escaso metraje un buen compendio de cine de entretenimiento con dosis de calado en la introspección de cómo un collage de personajes diferentes se enfrentan a un peligro invisible que les va diezmando y llevando al extremo.
El escenario es el inmenso desierto de Mesopotamia en 1917, en plena Gran Guerra, tropas británicas luchan contra los árabes, un batallón inglés de unos doce soldados recorre estas bastas arenas, cuando un francotirador enemigo mata al oficial que los dirigía, los problemas aumentan pues es el oficial era único que sabía dónde estaban y hacia donde se dirigían. Pasa a dirigirlos el sargento (buen Victor McLaglen), se moverán hacia el norte donde saben hay un río, por el camino descubren un oasis donde se establecen, allí serán acosados mortalmente por los árabes, aumentando la tensión psicológica entre los británicos ante un enemigo al que no ven.
El guión es de Dudley Nichols (“La Diligencia”, “La Fiera De Mi Niña” o “Perversidad”), de una adaptación de Garret Ford (“Dracula”, “El Dr. Frankenstein” o “El Signo Del Zorro”) que a su vez se basa en una novela de Philip McDonald (“Rebecca” o “Sahara”), veterano de la Gran Guerra, participando en la campaña de Mesopotamia en la que se inspira la historia, hechos poco conocidos, y que fue un desastre de operación, sobre todo el asedio a Kut. Es la segunda versión de este libro, la anterior es de 1934, dirigida y escrita por Walter Summers, que curiosamente protagonizó Cyril McLaglen, el hermano menor del protagonista de esta, Victor. John Ford toca temas como la valentía, la camaradería, el sentido del deber, el fanatismo religioso, la cobardía, la locura, la frustración, el sinsentido de las guerras y sobre todo el miedo a lo desconocido, el director demuestra su gran habilidad para el manejo de atmósferas claustrofóbicas, así como el manejo de espacios abiertos para emitir emociones, ejemplo del gran uso que después hizo del Monument Valley, con maestría dota de un ritmo fluido al relato, sabiendo cuando acelerarlo y cuando serenarlo para reflejare el espíritu de los personajes, equilibrando con ingenio los diferente s tonos de la obra, la acción, el misterio, la tensión, el drama, es una obra que perdura por su frescura, por su magnética propuesta de ejercicio de estilo, otorgando al paisaje un protagonismo magnético, haciendo que el ser humano sea una mota de polvo en este infinito desierto poblado por fantasmas, con el grandioso acierto de no mostrar a los acosadores enemigos, solo se sugieren, se sombrean, cuasi-espejismos solares, esto con confiere a la historia un aura metafísica, cercana a la buñueliana “El Ángel Exterminador” y con clima enrarecido que impregna de expresionismo la acción. Ford expone con síntesis la personalidad de los soldados, microcosmos de cómo la variada Condición Humana se torna al estar al límite, uno de ellos habla de que lo que le mueve son las ansias de gloria que ha bebido del escritor Rudyard Kipling, otro desea ver a su hijo recién nacido, otro es un bailarín frustrado, otro recuerda como su madre lloraba cuando se alistó, otro comenta sus affaires con chicas malayas, Sanders (gran Boris Karloff) es el radical cristiano que cree que lo que les pasa se lo merecen, y el sargento perdido entre todos, no sabe ni donde están, ni a donde van, ni por qué, expresado de forma en escenas bien resueltas, con buenos diálogos, en pocos trazos te queda un semblante de los personajes, aunque el problema es que les queda algo superficial como hecho a prisas para que después sintamos vínculos por si mueren, le falta metraje para desarrollar lazos con el público, con lo que queda un regusto de un tanto tibio a “Los Diez Negritos”, de ve quien es el siguiente en caer, lo cual denota cierta ligereza, derivando en no emocionarte con su sufrimiento, tanto así que el propio Ford en su biografía la repudia tildándola de "pomposa y sobreactuada", aún así te interesa, te atrapa, deseas saber lo que les pasará pero no te conmueve. Eso sí, queda un final muy bueno, que me da la sensación de que ha influenciado a muchos después (spoiler), una conclusión crepuscular de gran belleza.
De la historia se puede sonsacar antropológicamente el estudio sociológico de lo racistas que eran, con la frase de que espeta un soldado <Exterminar árabes es uno de los placeres de esta vida>, nada políticamente correcto, habrá que ponerla en su justo contexto>, para contrarrestar este exabrupto queda otra en las antípodas, unas lindas palabras antibélicas <Esta guerra estúpida es una futilidad>. (continua en spoiler por falta de espacio)
El escenario es el inmenso desierto de Mesopotamia en 1917, en plena Gran Guerra, tropas británicas luchan contra los árabes, un batallón inglés de unos doce soldados recorre estas bastas arenas, cuando un francotirador enemigo mata al oficial que los dirigía, los problemas aumentan pues es el oficial era único que sabía dónde estaban y hacia donde se dirigían. Pasa a dirigirlos el sargento (buen Victor McLaglen), se moverán hacia el norte donde saben hay un río, por el camino descubren un oasis donde se establecen, allí serán acosados mortalmente por los árabes, aumentando la tensión psicológica entre los británicos ante un enemigo al que no ven.
El guión es de Dudley Nichols (“La Diligencia”, “La Fiera De Mi Niña” o “Perversidad”), de una adaptación de Garret Ford (“Dracula”, “El Dr. Frankenstein” o “El Signo Del Zorro”) que a su vez se basa en una novela de Philip McDonald (“Rebecca” o “Sahara”), veterano de la Gran Guerra, participando en la campaña de Mesopotamia en la que se inspira la historia, hechos poco conocidos, y que fue un desastre de operación, sobre todo el asedio a Kut. Es la segunda versión de este libro, la anterior es de 1934, dirigida y escrita por Walter Summers, que curiosamente protagonizó Cyril McLaglen, el hermano menor del protagonista de esta, Victor. John Ford toca temas como la valentía, la camaradería, el sentido del deber, el fanatismo religioso, la cobardía, la locura, la frustración, el sinsentido de las guerras y sobre todo el miedo a lo desconocido, el director demuestra su gran habilidad para el manejo de atmósferas claustrofóbicas, así como el manejo de espacios abiertos para emitir emociones, ejemplo del gran uso que después hizo del Monument Valley, con maestría dota de un ritmo fluido al relato, sabiendo cuando acelerarlo y cuando serenarlo para reflejare el espíritu de los personajes, equilibrando con ingenio los diferente s tonos de la obra, la acción, el misterio, la tensión, el drama, es una obra que perdura por su frescura, por su magnética propuesta de ejercicio de estilo, otorgando al paisaje un protagonismo magnético, haciendo que el ser humano sea una mota de polvo en este infinito desierto poblado por fantasmas, con el grandioso acierto de no mostrar a los acosadores enemigos, solo se sugieren, se sombrean, cuasi-espejismos solares, esto con confiere a la historia un aura metafísica, cercana a la buñueliana “El Ángel Exterminador” y con clima enrarecido que impregna de expresionismo la acción. Ford expone con síntesis la personalidad de los soldados, microcosmos de cómo la variada Condición Humana se torna al estar al límite, uno de ellos habla de que lo que le mueve son las ansias de gloria que ha bebido del escritor Rudyard Kipling, otro desea ver a su hijo recién nacido, otro es un bailarín frustrado, otro recuerda como su madre lloraba cuando se alistó, otro comenta sus affaires con chicas malayas, Sanders (gran Boris Karloff) es el radical cristiano que cree que lo que les pasa se lo merecen, y el sargento perdido entre todos, no sabe ni donde están, ni a donde van, ni por qué, expresado de forma en escenas bien resueltas, con buenos diálogos, en pocos trazos te queda un semblante de los personajes, aunque el problema es que les queda algo superficial como hecho a prisas para que después sintamos vínculos por si mueren, le falta metraje para desarrollar lazos con el público, con lo que queda un regusto de un tanto tibio a “Los Diez Negritos”, de ve quien es el siguiente en caer, lo cual denota cierta ligereza, derivando en no emocionarte con su sufrimiento, tanto así que el propio Ford en su biografía la repudia tildándola de "pomposa y sobreactuada", aún así te interesa, te atrapa, deseas saber lo que les pasará pero no te conmueve. Eso sí, queda un final muy bueno, que me da la sensación de que ha influenciado a muchos después (spoiler), una conclusión crepuscular de gran belleza.
De la historia se puede sonsacar antropológicamente el estudio sociológico de lo racistas que eran, con la frase de que espeta un soldado <Exterminar árabes es uno de los placeres de esta vida>, nada políticamente correcto, habrá que ponerla en su justo contexto>, para contrarrestar este exabrupto queda otra en las antípodas, unas lindas palabras antibélicas <Esta guerra estúpida es una futilidad>. (continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La puesta en escena es uno de sus pilares más sólidos, con una maravillosa dirección artística de Van Nest Polglase (“Sombrero de Copa”, “La fiera De Mi Niña” o “Ciudadano Kane”) y Sidney Ullman (“El Jorobado de Notre Dame” de 1923), enmarcan la narración en paisaje que nos transporta a un medio irrespirable, esto potenciado por la magnífica fotografía de Harold Wenstrom (“El Presidio”), reflejando con brillo el Sol resplandeciente en las interminables dunas del desierto árido, traspasando al espectador impresión de estar en medio de la Nada, siendo fundamental para darnos tenebrismo cercano al terror, haciendo simbiosis el sofocante calor con el ánimo apesadumbrado de la patrulla, dando como fruto la asfixia, y pariendo algunas buenas escenas para el recuerdo, destaco la del extremista cristiano Sanders, vestido con harapos, elevándose por las dunas, y con una cruz en las manos, cual cruzado, arremetiendo contra el infiel con su poderosa arma, su fe inquebrantable ( esto recuerda al “Simón Del Desierto” de Luis Buñuel), una visión de John Ford bastante mezquina sobre la religión, su tramo final también es meritorio dejando imágenes que sin duda han influenciado a cineastas posteriores (spoiler). La música es del gran Max steiner (“Lo que El Viento se Llevó” o “Casablanca”), de sonidos marciales de gaitas y cornetas.
Spoiler:
Cuando tras el fiasco de la llegada de la avioneta, ha muerto toda la patrulla menos el sargento, este coge y entierra todos los cuerpos, colocando sus espadas clavadas encima de las tumbas, los enemigos árabes al verlo solo salen a la luz, y el Sargento, a pecho descubierto, encolerizado, con el rostro desencajado y con la ametralladora que llevaba la avioneta en brazos, mientras se ríe demencialmente los acribilla, escena que parece haber inspirado al Rambo de Stallone, y en el triste epílogo llega una patrulla británica que ha visto el humo de la avioneta ardiendo, un oficial le cuestiona sobre el resto de sus hombres y el sargento señala a las tumbas con los sables, recordando esto a la escena final de “Los 7 Samurais”, no me extrañaría Kurosawa se hubiera inspirado en ella pues era admirador de Ford.
Como curiosidad el personaje de J. M Kerrigann se apellida Quincannon, es el mismo que llevó en la trilogía de la caballería de John Ford Victor McLaglen, encarnando un sargento borrachín, pendenciero, lo que se llama un buen irlandés, y siempre bajo las ordenes de John Wayne. Asimismo señalar que uno de los árabes acribillados por el sargento al final es Francis Ford, hermano del realizador.
En conjunto con su pros y sus contras un film recomendable para los amantes del cine de terror psicológico. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Cuando tras el fiasco de la llegada de la avioneta, ha muerto toda la patrulla menos el sargento, este coge y entierra todos los cuerpos, colocando sus espadas clavadas encima de las tumbas, los enemigos árabes al verlo solo salen a la luz, y el Sargento, a pecho descubierto, encolerizado, con el rostro desencajado y con la ametralladora que llevaba la avioneta en brazos, mientras se ríe demencialmente los acribilla, escena que parece haber inspirado al Rambo de Stallone, y en el triste epílogo llega una patrulla británica que ha visto el humo de la avioneta ardiendo, un oficial le cuestiona sobre el resto de sus hombres y el sargento señala a las tumbas con los sables, recordando esto a la escena final de “Los 7 Samurais”, no me extrañaría Kurosawa se hubiera inspirado en ella pues era admirador de Ford.
Como curiosidad el personaje de J. M Kerrigann se apellida Quincannon, es el mismo que llevó en la trilogía de la caballería de John Ford Victor McLaglen, encarnando un sargento borrachín, pendenciero, lo que se llama un buen irlandés, y siempre bajo las ordenes de John Wayne. Asimismo señalar que uno de los árabes acribillados por el sargento al final es Francis Ford, hermano del realizador.
En conjunto con su pros y sus contras un film recomendable para los amantes del cine de terror psicológico. Fuerza y honor!!!