Haz click aquí para copiar la URL
España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
8
Romance. Drama. Aventuras Finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un hombre herido viaja en un convoy sanitario por una carretera italiana, pero su estado es tan grave que tiene que quedarse en un monasterio deshabitado y semiderruido, donde se encarga de cuidarlo Hana, una enfermera canadiense. Aunque su cuerpo está totalmente quemado a consecuencia de un accidente sufrido en África, tiene todavía ánimo para contarle a Hana la trágica historia de su vida. (FILMAFFINITY) [+]
9 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
371/24(22/10/21) Conmovedor film romántico mezclado con dosis de cine bélico que he revisionado con motivo del 25 aniversario de su estreno (01/Octubre/1996). Dirigido por el británico Anthony Minghella con gran sentido épico, de efluvios a “Lawrence de Arabia” (por lo del manejo de imágenes del desierto) y sobre a “Memorias de África” (por tener el continente africano de marco, hay un amor adúltero como epicentro, e incluso hay un lavado de cabello, aquí alterados los géneros). El propio realizador guioniza basándose en la novela homónima del canadiense Michael Ondaatje, para un relato dual, alterna el escenario del presente en una casa en la Toscana italiana, habitada por una enfermera militar y un moribundo con su cuerpo quemado, y en el pasado centrados en el desierto del Sahara, donde se produce un amor obsesivo entre un noble húngaro (el hombre quemado del presente) que se dedica a la arqueología y una bella mujer casada. Es en esta parte donde la película crece en su belleza arrolladora ya desde esa preciosa enigmática secuencia de inicio con un biplano surcando las hipnóticas dunas del Sahara, dejando su sombra sobre las arenas que se asemejan a océanos interminables con sus olas doradas. Y es que la beldad de la cinta es por momentos subyugante, gracias en gran parte a la sensacional labor del DP John Seale (con sus marcados y deslumbrantes dorados y ocres), en mezcolanza con la febril música compuesta por el libanés Gabriel Yared. Ello para una película que trata temas como el sin sentido de las guerras, el honor, la traición, la expiación de las culpas, el sentido de la vida, la sombra de la muerte, pero sobre todo el carácter indomable del amor. Filmada al estilo clásico, con sutilezas, pasión, lirismo, hace que todo lo bueno la eleve a una notable obra, que evoca al Amor con mayúsculas.

Ralph Fiennes como el paciente enigmático que toman por inglés, y hombre atormentado, el conde Almásy, enamorado perdidamente de una mujer. Tipo arrollado por el destino y su tiempo, lacónico y culto, se siente atraído por una bella mujer casada, pero su relación está abocada al fatalismo al estar ella casada con un hombre al que ama y no quiere dejar. Mientras los acontecimientos macro-mundiales en modo Guerra Mundial le pasan por encima, pero él no se siente más que leal a su amor, en este sentido es formidable la disertación que hay sobre el concepto de patriotismo (asociado a raza o nación). Su precioso rostro se torna en un amasijo de piel distorsionada cual recuerdo de su potencial culpa, cual marca eterna de su dolor mental. Fiennes encarna al rol con un carisma impresionante, dota a su rol en el pasado de matices, sutilidad, grandiosa expresividad que te cala en su amor por ella, ves su arco de emociones, desde sus miradas con esos enamorables ojos verdes, su caricias, su tímida sonrisa, su lujuria, su dolor, desesperación y por último su padecimiento, teniendo aquí una gran y entrañable química con la Thomas. Para en la parte de paciente ser tremendo como con pequeños gestos y con una voz débil se puede decir tanto, maravilloso, además de tener una excelente compenetración con la Binoche, una actuación cargada de intensidad inmensa; Kristin Scott Thomas da vida a Katherine, radiante de beldad, luminosa, de sonrisa hipnótica derrochando encanto, difícil no sentirse atraído por ella., inunda la pantalla con su naturalidad; Juliette Binoche es otra que encandila con su frescura y sensualidad, impregnando a su rol de melancolía y a la vez ilusión, teniendo una tierna relación con ‘el paciente inglés’, con el que parece quedarse a cuidarlo como especie de expiación de su dolor. Amén de un dulce amor con un artificiero, con el hándicap de que ella se cree gafe para sus amores; Naveen Andrews da bien con un personaje complejo como este sij que vive al borde de la muerte, aunque le falta fondo para alejarse del cliché, para un romance algo idealizado; Colin Firth coomo el esposo de K, dota a su rol de simpatía, así como un viraje veraz; Willem Dafoe es una presencia agradecida, lástima que su personaje resulte como metido con calzador, su subtrama se siente un tanto discordante.

La puesta en escena es brillante ya desde su gran diseño de producción del 11 veces nominado al Oscar y tres veces ganador (“Gandhi”, “Las amistades peligrosas” y esta “El paciente inglés”), Stuart Craig, rodando para las escenas del desierto en Túnez, destacando las oníricas escenas en las Cuevas de los Nadadores de Gache, así como las lisérgicas del inicio con el biplano sobre las dunas del Sahara, también resultan evocadoras las secuencias en la Toscana; Todo esto realzado por la fenomenal fotografía de John Seale (cinco veces nominado al Oscar, ganándolo solo por esta), siendo extraordinaria tanto para proyectar estos paisajes bucólicos, como para acariciar los rostros y cuerpos de los enamorados, jugando dramáticamente con lo velado, con la semi-luz, con las sombras, creando momentos de calidad pictórica de exacerbado romanticismo (ejemplo epicúreo es ver al conde llevare en brazos a K por un camino en la montaña mientras su envoltura es mecida por el viento); A resaltar la fenomenal edición de Walter Murch (“Apocalypse Now” o “El padrino III”), manteniendo cual equilibrista los tiempos y la coherencia narrativa ágil y fluida, dosificando la información; Y todo esto envuelto puntualmente en la deliciosa partitura del compositor Gabriel Yared (“Elññ talento de Mr. Ripley” o “La vida de los otros”), de resonancias épicas, dotando de etnicismo oriental sus bellas notas que en miscelánea con las imágenes magnetizan. Además hay algunos temas singulares, como la canción húngara "Szerelem, Szerelem" (amor, amor) que habla de los orígenes húngaros del protagonista, el aria de las "Variaciones Goldberg" de Bach que toca la enfermera en el piano del monasterio porque es la "pieza que más le conmueve en el mundo", música de jazz propia de la época como el mítico "Cheek to cheek", "One o'clock jump" o "Where or when".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow