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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Drama. Romance Para intentar detener a una peligrosa banda, un policía de París, Max, decide infiltrarse en ella. Así es como conoce a Lily (Rommy Schneider), una prostituta que es la novia del jefe. Pronto surgirá entre ellos una irresistible atracción. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2020
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
360/30(30/10/20) Más que interesante cine policiaco francés, con dirección de Claude Sautet, adaptando la novela homónima de Claude Néron que él mismo autor guioniza. Polar con mucho de retrato psicológico de los personaje donde nos adentramos en las obsesiones y frustraciones de un protagonista que juega a ser un pequeño Dios moviendo los hilos de unos perdedores a su antojo cual Maquiavelo con su mítica frase de ‘El fin justifica los medios’, y con ello provocando el dilema moral en el espectador de si comparte o no los medios del policía (el Bien y el Mal quedan difusos). Una introspección de un personaje lacónico, críptico, solitario que no parece más que vivir para detener ‘maleantes’, y si tiene que ‘crearlos’ lo hará. Un relato al que le cuesta arrancar, divaga un tanto en su presentación de roles y situación, ganando sustancia cuando se encuentran Romy Schneider y Michel Piccoli, construyendo a unos seres tridimensionales, con matices, con encuentros entre ambos salpicados de sutilezas, donde se teje una malsana relación donde las debilidades de una y otra se harán evidentes, para salir a flote en su rush final de modo contundente.

Max (Michel Piccoli), nacido en una rica familia de viticultores franceses, es un solitario se dedicó por completo a su obsesión: la detención de criminales. Un ex juez es inspector de policía y ve escapar una nueva banda de ladrones. Este fracaso todavía está fresco en su mente cuando conoce a Abel, se ha convertido en ladrón de chatarra y saquea las obras de construcción con una pequeña banda de matones en los alrededores de Nanterre. Max planea animarlos a cometer algo grande y atraparlos en el acto. Haciéndose pasar por cliente, conoce a Lily (Romy Schneider), una joven prostituta nacida en Alemania que es la compañera de Abel. Finge ser el director de una pequeña sucursal bancaria que recibe importantes cantidades de dinero a intervalos regulares. Asegura el apoyo de su comisario de policía. Max, sin embargo, no revela su papel de instigador.

La cinta despliega bien la forma en que el perverso Maestro de Marionetas Max inocula en Lily la idea (cuasi cual “Inception”) para que a su vez dejarse guiar sin darse cuenta con la dosificación de información y cual Lady Macbeth susurrar la idea implantada por el supuesto banquero en Abel, y este a su vez siembre la ‘idea’ del atraco en sus compañeros, los que dan título al film ‘Los chatarreros’, grupo de ‘loosers’. Los encuentros entre ambos son la salsa de la cinta, como Max en su puritanismo ascético reniega de tener sexo con ella y se atiene a charlar o jugar a las cartas (cuantas veces en la historia del cine esto es una alegoría del sexo: “Viridiana”, “El apartamento”,...). Pero la fragilidad en la coraza de Max comienza a agrietarse, esto reflejado cuando echa fotos a Lilly, clara metáfora de querer poseerla, pero su (ética de) condición de guardián de la ley se lo impide, la retrata en la bañera desnuda, es como si este particular voyeur la poseyera de modo metafórico, pero manteniéndose a la vez en su retorcida moralidad.

Romy Schneider compone a una dulce prostituta Lilly, vive con complacencia su profesión, sin amargura alguna. Es la luz del film, personaje empático en su ternura y dignidad, arteramente peón de la venganza del revés de Max. La actriz vienesa infunde una simpatía genuina que hace que nos impliquemos con ella y su catárquico final, posee una alegría contagiosa expresada en su coloridos (y sensuales) vestidos; Michel Piccoli crea a un tipo frío, hierático, un tipo calculador que al contrario que Lilly viste siempre de fúnebre negro. Su porte de gélido impasible ante el mal se resquebraja gradualmente hasta desembocar en el final. Tiene con Schneider una buena química; Me faltan secundarios que den más fortaleza al metraje. Bernard Fresson y François Périer me quedan escasos en unos papeles cuasi marginales, cuando deberían haber tenido más peso dramático.

La puesta en escena destaca por la rítmica y pegadiza música de Philippe Sarde “El juez y el asesino” o “El quimérico inquilino”); La fotografía de René Mathelin (“Le magnifique” o “Le sucre”) crea unas tonalidades gélidas, jugando en algún caso con los reflejos alegóricos en espejos (caso de un encuentro en una cafetería).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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