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España España · Valencia
Voto de Anita Atina:
8
Drama Se centra en la vida de Molly Bloom, una esquiadora de talla mundial que llegó a ser millonaria antes de los 21 años. Tras perderse los Juegos Olímpicos, Molly se trasladó a vivir a Los Ángeles, donde incluso trabajó de camarera. Gracias a su inteligencia y sus dotes empresariales, la joven acabó ganando millones de dólares organizando partidas póker antes de que el FBI la investigara. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2019
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¡Zas! Una voz de locutora femenina, tenaz, resuelta, convincente, enérgica… Imágenes que se sincronizan también rápidas, intrépidas, vertiginosas, contundentes…. Abundante información, pero toda está siendo meticulosamente digerida por mi cerebro. (Quedéme boquiabierta señores.) Es ella, nos lo cuenta la propia Molly Bloom (Jessica Chastain, tan convincente en su papel como la voz que suena), una esquiadora de talla mundial que acabó siendo también galardonada con el sobrenombre de “Princesa del póker”.

Aaron Sorkin debuta como director, y se luce (una vez más) como guionista en esta adaptación de la novela homónima, a través del narrador omnisciente en primera persona, que nos relata una (¿edulcorada?) historia real. La ultraexigente Molly (“no tengo héroes, porque si alcanzo la meta que me he marcado, la persona en que me convertiré será mi heroína”), hija del asimismo ultraexigente psiquiatra (“si miras al suelo acabarás ahí”), frente al cual desde su incipiente adolescencia empieza a desarrollar una aversión exponencial así como hacia el mundo en general, sufre una caída física en mitad de una competición de esquí y psíquica en el clímax de su vida. Sumida en un profundo abatimiento, logra recomponerse retomando su vida profesional como vulgar asistenta de un déspota y caótico jefe (el irlandés Chris O'Dowd). Pero un día inesperado todo empieza y así se corona el planteamiento: Molly debe organizar la próxima partida de póker.

De manera casi autodidacta, de ser la simple organizadora y camarera de las partidas, Molly se convierte en pieza sine qua non del imperio pokermaníaco que ha creado. Con una imagen seductora, una moral laxa, una conciencia tranquila, una mente fría, una legalidad cuestionable, una ambición desmedida, una actitud insaciable, unas vitaminas narcóticas y un método escrupuloso, Molly organiza desaforadamente timbas de póker clandestinas que llenan sus bolsillos, a través de heterogéneos jugadores que invierten sin pudor en el juego. (Sonreí al ver aparecer al Jugador X, mi querido mancebo Michael Cera, de Juno).

Ah, pero amiga Molly… ¿Creías que iba a perdurar in saecula saeculorum? Pues me retrotraigo al preludio del filme: no, has sido detenida por dirigir una red de juego ilegal. De este modo, Molly vuelve a caer para en efecto, volver a levantarse.

A lo Morgan Freeman, Charlie (Idris Elba) sale al encuentro, el único abogado que se ha ganado la confianza de Molly, y ambos se eligen por su integridad. Y es que no eran “bollos de pobres”, y tampoco al ósculo se embolsó su treinta piezas de plata porque revelar los nombres de los jugadores suponía demoler vidas de personas con nombres y apellidos.

Vamos a ver, yo no he leído el libro (y de momento no está en mi lista de objetivos), no sé si la Molly de verdad es buena o mala, desconozco el porcentaje de veracidad en la adaptación a las susodichas memorias (para empezar, habría que dilucidar si el propio libro se adapta a la verdad… y entonces nos enzarzaríamos en el infinito debate sobre objetividad y subjetividad), y ni siquiera sé si podría o debería juzgarla en su pretendida intachable actitud. Lo que sí sé es que son otros menesteres, y que a mí Sorkin me ha convencido o me he dejado convencer, me ha hecho querer que sea cierto, me ha hecho meditar, me ha hecho disfrutar.

No sé qué fue exactamente. Quizá el hecho de tropezar con ella sin haberlo planeado. Quizá su forma: ese ritmo trepidante, la información que parece excesiva, pero tan bien compenetrada con las imágenes que se materializan en un conjunto casi armónico, dentro del éxtasis y furor de la trama. Diálogos intensos, ingeniosos, inteligentes, giros locuaces, casi impecable. O tal vez sea su contenido: caer y levantarse, integridad en la corrupción, que todo el mundo tiene un pasado que puede cambiar con decisiones que se toman casi constantemente, en el juego (el póker no es un juego de azar), y en la vida. Que todo, o casi todo, tiene un por qué, y que siempre, o casi siempre, nos llega la terapia, ya sea en tres minutos, ya sea en tres años bisiestos.

Sea como fuere: la volvería y en efecto, la he vuelto a ver.

*En Spoiler, el momento álgido entre Chastain y Kevin Costner (el padre de la criatura, by the way).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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