Otra película más que viene a raíz de la ya de por si mediocre Los Chicos del Maíz (Fritz Kiersch, 1984), que adaptaba el relato de Stephen King. La película está dirigida por el responsable de títulos como Feast (Atrapados) (2005), y protagonizada por Marci Miller (Death Race 2050, 2017), y Lynn Andrews lll (Cowboy & Indiana, 2018).

Ruth es una joven embarazada que escapa de un grupo de jóvenes asesinos que se encuentran en el pueblo donde ella creció. Durante 10 años vivirá anónimamente con su hija en un pequeño pueblo de Oklahoma, para evitar que tenga que presenciar las atrocidades que ella vivió en su niñez. Sin embargo, no le será tan fácil huir de su pasado. Algo las está siguiendo. Ruth tendrá que enfrentarse al mal que la acompañó durante todos estos años o perder a su hija.(FilmAffinity)

Si bien no ha habido una sola película de esta franquicia que sea buena, si es verdad que la primera entrega se dejaba ver, a partir de esta se suceden una serie de subproductos de dudosa calidad, a los que se suma la película que nos ocupa. El ritmo de la película resulta demasiado pausado, a lo que se suma una trama que se sustenta en una intriga que todo el mundo adivinará mucho antes de que la película enseñe todas sus cartas. Las actuaciones cumplen dentro de su mediocridad ocasional, con una Marci Miller sobre la que se sustenta gran parte de la película, y la dirección resulta torpe a la hora de rodar las escenas de terror quedando carentes de efecto.

Esta nueva entrega de Los Chicos del Maíz es una más de las secuelas mediocres que se suceden, de una saga que debería haber acabado con su primera entrega, pero aún así, aquellos, que como un servidor, tengan cierta vertiente sadomasoquista, encontrarán en ella un placer culpable.

Nota personal 4/10