La danza contemporánea es una disciplina perpetuamente condenada al elitismo cultural y a un cierto ostracismo en las carteleras. Su público es mayoritariamente erudito y también mayoritariamente bienestante, por lo tanto minoritario.

Pina Bausch, coreógrafa alemana hiperinfluente, consiguió el milagro de hacer evolucionar a la velocidad de la luz el arte de la danza, amplió fronteras y públicos. Abrió el espectro y de ello viven ahora y son deudores muchos. En nuestro país, Sol Picó y Cesc Gelabert, por ejemplo, muestran la mejor y más vanguardista de las caras de esta disciplina artística primitiva y sofisticada a la vez, aunque no encuentran la manera de la alemana de expandirse hacia un público más amplio, prueba feaciente de la dificultad intrínseca del tema.

El documental creativo que dirige Wim Wenders con un gusto y comprensión exquisitos sirve para hacer justícia con la figura y obra de Pina Bausch, acercándola aún a audiencias más generales a través de un medio de masas como es el cine. Solo por ello ya mereceria un aplauso, pero es que además está rodado con una puesta en escena que hace justícia a las coreografías originales, las potencia y hace comprensibles y fascinantes a la vez.

El aplomo estético habitual del alemán les sienta como un guante al trabajo de Pina Bausch y el resultado final es realmente bonito y admirable, por lo difícil de la empresa y los resultados obtenidos. Recomendable para todo aquel que quiera aprender.