No hay quien se la crea. Su recreación de los entresijos de Washington no es sutil sinó vulgar e increible. La gente que ostenta poder claro que es voraz e intenta remar a su favor, pero, para hacernos una idea, los presidentes de Estados Unidos no matan CON SUS PROPIAS MANOS y en un lugar público a alguien que les compromete. Pues ese ese es el nivel de complejidad intelectual de este pseudoengendro muy David Fincher: muy bien trabajado en lo visual y con ampulosidad pedante, trazo gordo camuflado de intelectualidad en lo que se refiere a la historia que cuenta.

Todo es exagerado: lo sexual, lo corrupto, lo amigable, lo secreto, lo público. Todo es grave, con un indisimulado y sonrojante tono de querer ser grande, shakesperiano. Pues eres pequeña, House of Cards, y más increíble que el cuento de hadas de 'El ala oeste de la Casa Blanca', que ya es decir. Si lo piensas bien, un horror.

La política no sólo es eso, de hecho ni se acerca. Muy mal retrato. Un fracaso absoluto.