Me ha dejado un poco vacío esta historia a medio camino entre las relaciones personales y el documental sobre el procedimiento judicial francés. No acaba de ahondar en ninguna de las facetas y te deja tantos frentes abiertos a la imaginación, que acabas perdiendo el interés por la película. Parece que los primeros noventa minutos de metraje apenas fueran el prólogo de la película, el introito de un relato inacabado.
Me gustan las historias con personas maduras como protagonistas. La vida no sólo pertenece a la adolescencia y a la juventud. Existen las personas mayores con su idiosincrasia particular. Esto es lo mejor de la película: el retrato de los personajes, absolutamente reales y creíbles.
Me faltaba comprobar la edad del director mientras veía la película. Efectivamente tiene 60 años, como puede tener el presidente del tribunal. De esta manera, el director consigue transmitir toda su personalidad al personaje principal, sus manías, sus achaques, sus egoísmos, etc. Este dibujo del protagonista se ve refrendado por la magnífica interpretación de Fabrice Luchini, que está enorme.
Personalmente me hubiese gustado profundizar más en la historia potencialmente amorosa de los protagonistas, que en las formas judiciales de un caso con poco interés, por muy grave que resulte el infanticidio que plantean.