Texto, texto y texto para una película inteligente de personas que se relacionan, que se quieren, que se quieren querer, que se aburren de querer, que se sienten superadas, que quieren hacer las cosas a su modo.
Es cierto que la película entera recuerda el modo de hacer de Woody Allen, pero me parecen más interesantes los temas tratados, más cercanos y más reales en su imperfección. Nos podría suceder a cualquiera de nosotros o al menos nos gustaría que nos sucediese ese arrebato intelectual, esa corazonada certera en el centro de nuestro cerebro y del cerebro del otro, esa idea feliz de que es posible deshacer los entuertos de la vida sin apenas consecuencias, sin daños colaterales.
El caso es que nos adentramos felices en cada escena, en la mente de los personajes y hasta en su cama. Esperamos expectantes el siguiente plano, el desenlace de cada diálogo y de la historia completa. El director nos conduce de la mano y nos dejamos llevar felices, esperanzados por encontrarnos a nosotros mismos de nuevo al otro lado. Y lo consigue. Por qué no tú, por qué no yo en aquel diálogo y en aquel banco del parque?
Lo mejor es que la inocente y bienintencionada protagonista se vuelve maquiavélica casi sin pretenderlo, sin que nos demos cuenta y transforma su candor en puro raciocinio cuando se da cuenta de que su plan no la satisface, sino que se ha convertido en gris, en cotidiano y en aburrido, hasta el punto de decidir deshacer el jersey tejido y volver la lana a su madeja. Así, como si no hubiese pasado nada. Infeliz!
Julianne Moore y Ethan Hawke se salen tanto juntos como separados. Buena película para esos días en los que necesitas un baño de realidad o de realidad deseada.